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El queso azul de la costa que da alas a la ganadería de Amelia y José Pedro en Villaviciosa

José Manuel Martínez, su mujer Yolanda Egocheaga y el hermano de esta José Pedro, con las vacas de la ganadería familiar, en San Justo. VICENTE ALONSO

“El aroma de los prados, el gusto de la leche recién ordeñada, la niebla de las montañas, la brisa del mar acariciándolas y el sol entre los manzanos. La naturaleza, nuestras vacas y la vida de una familia son los principales ingredientes de nuestros quesos”. Es la presentación de un producto en base a esa “marca Asturias” que tanto gusta fuera de las fronteras regionales y que resume perfectamente los “ingredientes” de los que presumen todos los que conforman el sector agroalimentario regional.

En este caso, corresponde a la familia Egocheaga, asentada en San Justo (Villaviciosa), que bien ejemplifican el modelo tipo de emprendedor del campo en la actualidad: con una base, en este caso la ganadería, y que decide diversificar y apostar por un proyecto de futuro.

Yolanda Egocheaga y su marido José Manuel Martínez empezaron con quesos Villasán hace un año. Cocinaron la idea en plena pandemia y se lanzaron a ello. No partieron de cero. Ella se crió en la ganadería familiar de sus padres, José Pedro y Amelia, y cuenta con sus hermanos en el proyecto: José Pedro, como quesero, y Enol, en la ganadería. “Durante el confinamiento echamos números, masticamos la idea y nada más pasar el cierre nos lanzamos”, relata la empresaria. Han hecho cursos sueltos y cuentan con el apoyo y asesoramiento del quesero Rubén Valbuena, asociado al famoso Cantagrullas. “Siempre tuve ilusión por hacer algo con la ganadería que mis padres sacaron adelante con esfuerzo. Quería hacer algo con cariño, guapo, un producto que reflejase todo esto”, explica Yolanda. Así nació Quesos Villasán, donde llevan a gala producir la variedad azul que, a diferencia de lo que es habitual, no nace junto a las montañas sino a orillas del Cantábrico, de vacas que comen en pastos del concejo costero maliayés.

El Tresmil es uno que tiene mucho éxito y de lo más singular por su corteza de lavanda con sidra de hielo. “No me arrepiento de haber dado el paso. Es difícil sin duda, abrirse mercado, convencer al cliente de que el buen producto hay que pagarlo. Cuando logras eso ves que merece la pena y disfrutas”. Palabra de emprendedora.

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