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entrevista

“En cataluña hay rencor hacia castilla, como si les hubiera privado de algo”

Lorenzo Silva, en toledo, uno de los escenarios de su novela “Castellano”.

La épica revuelta de los comuneros de Castilla, encabezada por los capitanes Padilla, Bravo y Maldonado, protagoniza el argumento de “Castellano” (Destino), la última novela de Lorenzo Silva (Madrid, 1966), uno de los grandes referentes de la literatura contemporánea española cuyas obras policiacas e históricas suman ya más de dos millones de lectores.

–¿Podría afirmarse que el gran “error” de los comuneros fue adelantarse a la Historia?

–Lo que planteaban los comuneros contenía una serie de reivindicaciones que estaban adelantadas a su tiempo. Pero la posibilidad de derrotar al rey Carlos existió, y de hecho los comuneros estuvieron muy cerca. Pero ocurrió que, como en todo movimiento revolucionario, en el de los comuneros había gente con muy diferentes agendas, y el emperador, y eso hay que reconocérselo, tuvo el acierto de rodearse de asesores que conocían muy bien a quienes tenían enfrente y que, desde el primero momento, se aplicaron en fomentar las divisiones.

–El rey Carlos I fue cruel y represivo con los sublevados. ¿Si reinase aún Isabel de Castilla también hubiese actuado así?

–Si reinase Isabel, yo creo que ni siquiera se hubiese planteado la revuelta, porque esta rebelión se realizó en el nombre del propio Reino de Castilla. El problema fue que, en esa tesitura histórica precisa, y lo digo porque posteriormente evolucionaría, para Carlos I el reino castellano tenía un mero valor instrumental. No olvidemos que aquel Carlos veinteañero era, a fin de cuentas, un Habsburgo, y con lo que estaba comprometido era con los proyectos de su familia, es decir, con el Imperio, del que Castilla para él no era más que una herramienta. Por otra parte, Carlos llegaba a España con una formación en la que las relaciones entre el rey y sus posesiones obedecía a razones muy distintas a las que tenía Isabel con Castilla, un reino hecho a sí mismo cuya gente había dado su sangre por llegar hasta donde había llegado. Está claro que, de esto, en aquella altura de su vida, Carlos V no entendió absolutamente nada, por eso cuando se produjo la revuelta su reacción fue tan destemplada.

En Castilla abundan los pueblos dejados de la mano de Dios y sin embargo los gobernantes españoles han dedicado miles y miles de horas a pensar en Cataluña

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–¿Usted cree que en el resto de España, sobre todo desde las comunidades históricas de Cataluña, País Vasco o incluso Galicia, se percibe aún resentimiento hacia Castilla, porque se la señala como cuna de la nación española?

–Sí, y además aludo a ello en el libro. Es algo que he comprobado incluso en actos públicos en Cataluña, donde se dan esas referencias muy cargadas de rencor hacia Castilla, como si Castilla hubiese privado de algo a catalanes, o a vascos, o a gallegos. Y eso me escandaliza, claro. Porque en Castilla abundan los pueblos dejados de la mano de Dios y sin embargo los gobernantes españoles han dedicado miles y miles de horas a pensar en Cataluña y ni un solo minuto al tremendo grado de subdesarrollo en que todavía viven ciertos lugares de esa Castilla vaciada más que ninguna otra región de España.

–Y se ha pasado del “Castilla nos roba” al “España nos roba”.

–Sería pertinente, para que se enterasen bien, que los que dicen eso visitasen lo más profundo de las provincias de Soria, de Valladolid o de Burgos a preguntar dónde carajo han escondido los lingotes de ese tal oro que han “robado”, porque si estás allí te darás cuenta de que en esos pueblos solo hay atraso, miseria, vacío y, por si fuera poco, olvido.

–Me constan sus discrepancias con el independentismo catalán, pero está claro que la actual clase política española no es capaz de solucionar el problema. ¿Corremos el peligro de que la situación de Cataluña, aunque con otro “estilo”, desemboque en la de aquel País Vasco de los 80?

–No, yo creo que no. A mí me gusta la disposición de la Constitución española que permite que el independentismo catalán o cualquier otro independentismo sea una ideología política no solo lícita, sino con capacidad de representación institucional parlamentaria e incluso de Gobierno, algo que por cierto no ocurre en otros países, donde esa ideología es ilegal y está prohibida constitucionalmente. Pero lo que a mí me ha situado en frente de los independentistas es que pretendan arrogarse la representación social y política de Cataluña y la potestad unilateral de desmantelar el ordenamiento constitucional de todos los españoles, y además por las bravas. Eso sí que es ilegal, inmoral y una forma de violencia que, de hecho, ha roto la convivencia en la sociedad catalana. Y lo digo porque yo lo he vivido y tengo familia allí. De todo esto, a mí no me cabe duda de que la gran responsabilidad ha sido del independentismo catalán, porque además lo ha fomentado con el desprecio a millones de catalanes que no piensan como ellos. Ese, para mí, es el problema principal, pero dicho esto resulta evidente que Cataluña es un problema de España ante el que los gobiernos y, en general, los políticos españoles, deberían buscar fórmulas más inteligentes de reconducir el conflicto, incluso, si falta hiciere, con la indulgencia pero, eso sí, una indulgencia que debería ser correspondida con lealtad de un independentismo que, no sé por qué extraña razón, hace cuatro años decidió perder toda lealtad para con el resto de los españoles y los “otros” catalanes que no piensan como ellos. Y así no iremos a ningún lado.

Lo que a mí me ha situado en frente de los independentistas es que pretendan arrogarse la representación social y política de Cataluña y la potestad unilateral de desmantelar el ordenamiento constitucional de todos los españoles

–Pero es que si no vamos a ningún lado, a la vuelta de la esquina podría acechar la violencia.

–No lo creo, repito, y por una razón: esa confrontación violenta exigiría sacrificios personales como los que algunos hicieron en el País Vasco, y una disposición y un sacrificio que no les veo yo a los independentistas que tengan intención de hacerlo. Y, por otra parte, a estas alturas el Estado español es lo suficientemente robusto para que ni se atrevan a intentarlo. Porque si así lo hicieran, y lo saben, cometerían la mayor de las estupideces posible, serían unos auténticos chiflados.

–Sin embargo la sociedad catalana huele no solo a enfrentamiento, sino también a odio. ¿No quedará más remedio que la intervención quirúrgica?

–Bueno, eso era lo que sucedía en la Edad Media, pero ahora estamos en sociedades mucho más complejas y, si te fijas, en los episodios insurreccionales más recientes de Cataluña no se ha producido ni una sola víctima mortal. Y es que a lo mejor resulta que el Estado español no es tan rudimentario como los independentistas dicen. Porque si es cierto que el problema catalán no se ha resuelto, también lo es que se ha logrado contenerlo y además con gran moderación y prudencia. Me preocupa, lógicamente, el enquistamiento del odio, pero creo que hay que encontrar maneras de atajar esas dinámicas. Y en esto sí que apelo a las dos partes: porque si es verdad que el independentismo no puede dedicarse a provocar el enfrentamiento interno de la sociedad catalana, también lo es que las fuerzas españolas no pueden seguir divididas. Ya se ha visto y se ha de ver más: lo de Rajoy no funcionó, pero lo de ahora está bien claro que tampoco lo va a hacer funcionar.

–¿Por qué es usted el escritor español que mejor se lleva con la Guardia Civil?

–No lo sé. Yo me he limitado hacer mi trabajo, que es el de buscar historias y personajes interesantes y, una vez que los encuentro, tratar de contarlo de la mejor manera posible desde el punto de vista literario y procurar poner en los libros la mayor cantidad posible de verdad.

–No se me evada, que hasta ha sido nombrado Guardia Civil honorífico.–Es que la Guardia Civil me parece interesante literariamente, por eso he escrito novelas con guardias civiles. Ellos han sido muy generosos conmigo, es verdad, y eso que yo no siempre les he dejado en buen lugar. Eso sí, hay que reconocerles que contra ETA realizaron una labor extraordinaria, y consiguieron formar cuadros de investigación criminal que nada tienen que envidiar a los de ningún país de Europa. –¿Bevilacqua descansa, se ha jubilado o se ha vuelto a enredar con uno de sus casos?

–Bevilacqua, que como yo es un anciano de cincuenta y tantos, sigue en activo y el año que viene saldrá en una novela nueva, como corresponde a cada año par.

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