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Nadie mira para la ría de Villaviciosa

El abandono de los diques y la subida de las mareas arruina la riqueza agrícola, ganadera, marisquera, paisajística y natural de un emblema astur

Una vista general de la ría. Luisma Murias

“La ría ya no es la ría”. La sentencia, así de cruda, se refiere a uno de los emblemas más reconocibles del concejo de Villaviciosa, y el diagnóstico entre quienes la conocen y transitan a diario es unánime: “esto cada vez está más abandonado, es una mezcla entre pena y vergüenza por la desidia que las administaciones muestran hacia ella. Nos han decepcionado”.

El estuario maliayés, antaño fuente de riqueza natural, económica y paisajística, languidece ante los ojos de los vecinos con el dolor que les causa que “nadie haya hecho nada por evitar esta situación desde hace mucho, porque no estamos ante nada nuevo”, alertan lugareños como Saúl García, presidente de la Asociación de Vecinos de San Martín del Mar, en la margen derecha de la ría.

La gente se rasga las vestiduras ahora, pero la situación que vive la ría es fruto de muchas décadas de dejadez. Desde que se levantaron los diques para crear los porreos no se han llevado a cabo más labores de mantenimiento que las que cada concesionario ha hecho casi a escondidas, porque Costas no deja tocar nada”.

EL DECLIVE DELMARISQUEO. Andrés García pasea por los bordes de la margen derecha de la ría, hoy sin actividad marisquera. Luisma Murias

Los porreos son los terrenos que se ganaron a la zona pantanosa de la ría de Villaviciosa desde principios del siglo XVIII y hasta entrado el siglo XX. Fueron cerrados con muros de piedras y barro llamados cárcovas para desecar parcelas que los vecinos usaron como pasto para el ganado y como zona de siembra para forrajes, fundamentalmente maíz. En algunos se sembró hasta no hace demasiados años lúpulo para elaborar cerveza.

Esos muros y compuertas se han ido derrumbando con el paso de los años, por una dejadez que muchos no comprenden, y ya no cumplen su función: la de mantener los porreos a salvo de las mareas, cada vez más altas. El agua salina entra en marea alta y cada vez reclama más terreno. Una casa construida en la margen derecha ha tenido que ser abandonada por sus propietarios porque el agua anega la planta baja, muchos agricultores han dejado de sembrar y las vacas pastan en zonas contadas: casi en exclusiva en los porreos de Sebrayu y Villaverde, los únicos que resisten a salvo de las avenidas del río de Sebrayu, aunque con los diques deteriorados en muchos puntos.

Los porreos dependen de la Demarcación de Costas, que en su día puso en marcha un sistema de concesiones de terrenos a los interesados y algunas ventas a particulares. Pero, denuncian los vecinos, Costas nunca ha llevado a cabo labores de mantenimiento, el Ayuntamiento entiende que es un coste inasumible para sus arcas y además “es casi quien menos tiene que ver en esto”, y el Principado “directamente no dice nada”, critica Ángel Valle, presidente de la Asociación Amigos del Paisaje Cubera.

INUNDACIONES DIARIAS. Las vacas caminan por los porreos inundados en marea alta. Luisma Murias

Esta asociación siempre han apostado por “recuperar el espacio tal y como se fue humanizando en los últimos dos siglos, devolviéndolo a la gente, que tiene que poder vivir de la ría de nuevo. No podemos pretender que un territorio sea para mirar para él, porque así cerramos Asturias y la llenamos de osos”.

La realidad es más tozuda que los argumentos: el agua sube cada vez más, los porreos se inundan y lo que era un hábitat rico en aves migratorias se ha convertido casi en un erial porque “los pájaros no tienen qué comer ni dónde posarse y cuando está seco, el terreno es salobre por las avenidas de agua de marea, con todos los árboles muertos”, explica Andrés Pérez, mariscador jubilado que ha echado “una vida entera en la ría”.

Andrés ha visto pasar momentos de abundancia: “casi todas las familias de los pueblos circundantes vivíamos de la ría y el marisqueo era un complemento para las economías cuando no el sustento principal”. Y en los últimos años, un ocaso inevitable. “Con el cierre a la actividad de los mariscadores por la contaminación hace una década esto va para abajo”.

Luis Teleña pescando en el estuario.

Los intentos baldíos de remontar las poblaciones de almejas con plantaciones que no salen adelante son sólo un ejemplo de que “no se están haciendo las cosas bien”, y un síntoma de que “la muerte de estas poblaciones no tiene que ver sólo con los saneamientos de las casas que vierten al estuario, sino con la contaminación que aún tiene que seguir saliendo de las empresas de La Villa y el crecimiento urbano al alza. Algo habrá que pensar al respecto”.

Cada vez hay menos ganaderos, la villa no deja de crecer con bloques de viviendas en el casco urbano y los pueblos que se asoman al estuario maliayés tienen tirón como receptores de nuevos vecinos en los últimos tiempos.

Los nativos han visto por ojos de los recién llegados otro problema de fondo: “no damos valor suficiente a toda la riqueza que tenemos”, clama el representante vecinal de San Martín, quien lamenta que no se haya sabido aprovechar las oportunidades de desarrollo de un entorno natural que tiene de todo, incluidos un monasterio en ruinas en una isla y restos arqueológicos anteriores a la ocupación romana.

Saúl García y su hijo Bruno García, lamentando la situación de la ría desde San Martín del Mar. Luisma Murias

El presidente de Cubera coincide con él y señala que “en otras reservas como la de Urdaibai las cosas se han hecho de forma radicalmente distinta, con numerosos municipios y administraciones de acuerdo para dar un impulso a la rentabilización de los espacios en todos los ámbitos: turístico, agrícola y ganadero”.

El Principado está redactando un ambicioso proyecto para hacer una senda peatonal hasta El Puntal usando los diques de los porreos como paso. En principio los lugareños aplauden la idea “si sirve para reconstruir las zonas rotas, pero que no todo sea turismo”, alerta Ángel Valle con cierto escepticismo. “Está bien que se pongan en marcha estas actuaciones, pero que no se olviden de que los mariscadores, casi una treinten a de familias, fuimos los primeros en salir de la Ría - porque de esto podíamos vivir y ya no- y deberíamos ser los primeros en volver”, reivindica ndrés Pérez.

NATURALEZA MUERTA. El camino de acceso a un porreo, con los árboles muertos por la salinidad del agua. Luisma Murias

El mayor problema está en el dique del porréu de La Marquesa, que empezó a desmoronarse con una brecha de unos cinco metros y ahora luce un boquete de más de 50. “Es el más llamativo porque está cerca de la carretera y con marea alta se ve el agua en zonas en las que nunca antes llegaba”, explica el presidente de Cubera.

Los vecinos sostienen que si se hubiera actuado inmediatamente no se hubiera llegado a la situación actual. “No nos dejan tocar nada y a la vuelta de unos diez años, esto va a ser agua”, indica Paco Martínez, vecino de la zona de La Venta. Desde su casa, en la margen izquierda, observa desde hace una temporada cómo el dique que contiene el río que baja de Sebrayu también está en riesgo. Pronostica que “el agua va excavando, nadie arregla el talud y en pocos años los porreos de esta zona también se inundarán”. Hoy pastan vacas roxas pero “no tardarán en llegar los mejillones”.

Luis Teleña, vecino de Puente Huetes que conoce el esturario “como la palma de mi mano”, está enfadado: “es una vergüenza la ruina de este entorno”, que hoy en día “se inunda y no hay nada más que árboles muertos y suelo desierto”. Antes, “las peguetas eran una plaga y ahora no ves casi ninguna. Esto se desmorona pero no puedes arreglarlo, y como tampoco lo hace Costas, así estamos”.

Ese “así” incluye que, “al romperse los diques, salieron a la ría los restos de abonos químicos que se usaban en los porreos como fertilizantes y ayudaron a acabar con el marisco. Por mucho que se intente recuperar la zona, tardará muchos años en volver a ser lo que era. Esto es para unas cuantas décadas”.

César Sariego, ganadero de la zona próxima a los porreos de Sebrayu, no ha podido sembrar maíz este año como forraje para el ganado. “Llovió mucho y como cada vez inunda más no seca el terreno”, explica. “Los únicos arreglos en los diques son los que hacíamos nosotros casi a escondidas, pero ahora te arriesgas a que te multen. Cada año está peor y no tardará en estar todo inundado”.

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