La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ricardo Duque de Estrada, el gran investigador de la Prehistoria asturiana

Se cumple el 80.º aniversario del fallecimiento del conde de la Vega del Sella, uno de los arqueólogos más relevantes de su tiempo

Ricardo Duque de Estrada.

La mayor parte de las excavaciones que realizó el conde de la Vega del Sella fueron costeadas por él mismo, sin ninguna subvención estatal, al igual que tampoco recibió ayudas para la realización de sus trabajos de investigación.

Tras el estallido de la Guerra Civil, un grupo de milicianos se presentó en su residencia de Nueva de Llanes, deteniendo al mayor de sus hijos, Ricardo, firme defensor de la causa monárquica, que acabaría siendo brutalmente asesinado. Esto terminaría por enfermarle y aceleraría su muerte, ocurrida el 28 de septiembre de 1941.

El próximo 28 de septiembre se cumple el 80.º aniversario del fallecimiento de uno de los arqueólogos, botánicos y naturalistas más relevantes de su tiempo. Coleccionista y mecenas, buena parte de su colección fue donada al Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid y al Museo Arqueológico de Asturias

El VIII Conde la Vega del Sella, ilustre prehistoriador nacido en Pamplona el 11 de enero de 1870, era el mayor de tres hermanos (tenía dos hermanas menores, Trinidad y María). Provenía de una noble familia de orígenes asturianos y cántabros, de carácter liberal, y perseguida por los partidarios del carlismo, que tuvo que exiliarse en Bayona, donde el joven Ricardo estudió su etapa de Primaria en el colegio Saint Bernard. Allí se despertó su interés por las Ciencias Naturales, por la Historia y por la Arqueología, materias enormemente relevantes en la formación académica de la Francia del último tercio del siglo XIX y que Ricardo cultivará durante el resto de su vida.

El padre de nuestro protagonista, Ricardo Benigno Duque de Estrada y Bustamante, falleció en Bayona en 1876 sin poder regresar a España, algo que hará toda la familia tras la definitiva derrota de los últimos vestigios carlistas. Se instalan entonces en San Sebastián, donde Ricardo obtuvo el título de Bachillerato. Así, con apenas 18 años, se trasladó a Oviedo para iniciar la carrera militar, que luego no continuará pues se inclina por estudiar Leyes, licenciándose en 1892 en la prestigiosa Universidad de la capital asturiana. Enamorado como estaba de toda la región, decidió establecerse en la localidad de Nueva de Llanes tras contraer matrimonio, el 2 de enero de 1897, con Ignacia Samaniego Errazu, quien fallecería el 20 de septiembre de 1900.

Su familia, de raigambre en la zona, poseía un hermoso palacio edificado en el siglo XI (de esta fecha solo se conserva la llamada “Torre de los Aguilar de San Jorge”) y que había pertenecido hasta el siglo XVII a la familia cántabra de los Estrada, nombrados condes de la Vega del Sella a partir de entonces. Allí creó un extenso jardín con una enorme variedad de plantas y árboles frutales que le servirán para desarrollar sus estudios sobre botánica. Durante este tiempo, Ricardo se convirtió en el principal benefactor del desarrollo económico de la comarca llanisca, contribuyendo a la financiación de obras públicas, de la línea telefónica e incluso del ferrocarril.

Tras la muerte de su primera esposa, volvió a casarse, el 26 de agosto de 1901, con la VII Marquesa de Canillejas, María del Rosario de Vereterra y Armada (grande de España e hija del marqués de Gastañaga y Deleitosa), con quien tendrá seis hijos. Ricardo intervino entonces en política, llegando a formar parte del Partido Conservador y siendo diputado por el distrito de Llanes-Cangas de Onís, vicepresidente y presidente de la Diputación Provincial de Oviedo y senador por esta provincia en 1914.

Con el paso del tiempo, Ricardo Duque de Estrada se instaló en Madrid, convirtiéndose en uno de los miembros más destacados de la intelectualidad de la época y desempeñando cargos de especial calado, entre los que destacaron el de presidente de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, presidente de la Real Sociedad Española de Historia Natural y profesor honorario del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Así, el origen de la actual colección de Prehistoria del Museo Nacional de Ciencias Naturales, de cuya creación se celebra este año su 250.º aniversario (1771-2021) y formada por cerca de 23.000 bienes culturales, se originó con buena parte de los ejemplares obtenidos y donados a la institución por el propio conde.

En este contexto se crea, en 1912, la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas (dependiente de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, JAE), con sede en el museo, una de las instituciones más relevantes encargadas de la promoción y difusión del estudio de la Prehistoria en nuestro país y que contó con la participación de nombres como el del propio Ricardo, Eduardo Hernández-Pacheco, Enrique de Aguilera y Gamboa, marqués de Cerralbo (artífice del museo madrileño que lleva su nombre) y los arqueólogos Hugo Obermaier, Paul Wernert o Henri Breuil. El resultado de su labor fue el descubrimiento de un buen número de yacimientos prehistóricos, principalmente en la zona cantábrica, cuyos materiales enriquecieron las colecciones del museo, además de la edición de varias memorias donde se recogieron los relatos de dichos hallazgos.

De este modo, el conde de la Vega del Sella descubrió, estudió y publicó (costeados por él mismo) varios trabajos sobre la cueva del Penicial (descubierta por él en 1911, con restos de industria lítica en cuarcita toscamente labrada y a cuyo estilo denominó “Asturiense”), sobre la cueva del Cuetu la Mina (Posada de Llanes) en 1916, sobre la cueva de Morín (Villascusa, Cantabria) en 1921 o sobre las cuevas de Riera y Balmori (también en la zona de Llanes), en 1930. Así, las investigaciones del conde de la Vega del Sella resultarán esenciales para establecer la secuencia cultural del Paleolítico cantábrico, estableciendo claras relaciones con el Paleolítico francés.

Ricardo Duque de Estrada destacó también en la realización de varias monografías sobre la climatología peninsular durante el Paleolítico Superior, sobre el dolmen de la capilla de San Cruz (en las inmediaciones de Cangas de Onís) y donde está la lápida histórica que señala su edificación por el rey Favila o los estudios geológicos y climatológicos del Pleistoceno.

Gran amante de la tierra asturiana, a la que sentía como suya, siempre pasó sus veranos aquí, continuando sus estudios sobre Prehistoria en San Román de Candamo o en la cueva de la Paloma (valle de Las Regueras).

Su enorme capacidad de trabajo y su inteligencia y humildad en el aprendizaje le convirtieron en uno de los más importantes estudiosos de la Prehistoria española, otorgando a la labor científica valor, prestigio y honestidad investigadora.

Compartir el artículo

stats