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Socorro Suárez Lafuente Catedrática impulsora de los estudios de género en la Universidad

“El feminismo es pedir el pleno uso de nuestro tiempo, de nuestro cuerpo y de la calle”

Socorro Suárez Lafuente.| LUISMA MURIAS

Socorro Suárez Lafuente (Gijón, 1950) se acaba de jubilar como catedrática de Filología Inglesa de la Universidad de Oviedo. Han sido 46 años de docencia y de activismo feminista. Fundadora del doctorado de estudios de la mujer de la Universidad, Suárez Lafuente fue quien propuso a Gloria Steinem, icono feminista, para el premio “Princesa de Asturias” de Comunicación y Humanidades.

–¿Es feminista un premio que entrega una princesa?

–La historia está llena de príncipes y reyes. Cuando en feminismo decimos que “ni príncipes ni princesas” es pensando en que las niñas no son princesitas sino personas. En el pensamiento de Steinem, el feminismo es tener la oportunidad de que cada persona se desarrolle con sus posibilidades, que pueda elegir dentro de lo que las personas pueden elegir su vida. El feminismo es pedir el pleno uso de nuestro tiempo (sin estar hipotecado por la exclusividad de los cuidados familiares), de nuestro cuerpo (sin temer que nos lo usen, lo soben, lo humillen...) y de la calle (sin tener la noche restringida o los espacios solitarios vedados).

–Steinem ha dicho que después de la revolución negra llegaría la revolución feminista. ¿Estamos en ella?

-Sí. Lo que pasa que se trata de una revolución pacífica, por eso es tan lenta. Las mujeres durante toda la historia y la prehistoria han sido las que han estado pendientes del fuego desde el principio, muy apegadas a la familia y al cuidado de los mayores. Es la educación que tenemos secularmente. Las revoluciones feministas no asustan, porque las mujeres siempre van a cuidar de la familia, de los hijos y de sus mayores. Por eso no funcionan las huelgas de mujeres, porque no vas a dejar sin llevar a los hijos al colegio, sin cuidar a tu madre enferma o sin dar de comer a la familia. Sí que ha habido huelgas sexuales que funcionaron, desde la Lisístrata de Aristófanes, que son como llamadas de atención pero protestando por alguna cuestión muy concreta y de manera muy puntual.

–¿Si las mujeres siempre cuidarán de la familia y educarán a sus hijos porque lo han hecho desde la prehistoria, se puede decir que han sido la correa de transmisión del patriarcado?

–Los estudios que hay sobre como se fomenta el patriarcado se remontan a la época en que se necesitaba fuerza para ir a cazar el mamut, y luego el búfalo, y en la que las mujeres, por razones de partos y de amamantar a la prole, se quedaban al cuidado del hogar. Cuando las feministas empezamos a hacernos más visibles nos decían eso, que las peores eran las mujeres, las más machistas. Lo que ocurre es que las mujeres están socializadas en eso y cuesta mucho romper esos imaginarios culturales que vienen de muy atrás.

“La feminista es una revolución pacífica, por eso es tan lenta”

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–¿Es necesario reescribir la historia o vale con escribir la de nuestro tiempo?

–Es necesario mirar la historia, que es la inscripción de un momento. Y no es una inscripción objetiva sino que quien la escribe lo vivió, y generalmente es un hombre. La historia la escribe quien gana, quien sobrevive y lo puede decir. La historia hay que entenderla y por tanto hay que reescribirla, lo que no significa tirar la anterior. Lo que llevan haciendo las mujeres con perspectiva feminista desde finales de los 70 es buscar en los archivos, que están llenos de cosas hechas por mujeres y que no habían salido a la luz, no se habían inscrito en la historia. Lo vemos en la literatura, donde, cómo decía Virginia Wolf, “el (autor) anónimo siempre es una mujer”. Hay que reescribir la historia rellenando todos esos huecos, esas invisibilidades.

–Siguiendo con la historia, usted también es experta en literatura postcolonial. ¿Qué opina del revisionismo del descubrimiento y conquista de América?

–Hoy en día hay que verlo en su justa medida, pero no hay que andar tirando abajo estatuas de Colón. Colón era un hijo de su época. El colonialismo en realidad, el cómo vemos al otro, es lo mismo que el feminismo. Si las mujeres son consideradas segundo sexo, como decía Simone de Beauvoir, también se decía que los negros o los nativos no tenían alma.

–¿Cómo ha sido la evolución de sus alumnas en estos 46 años de docencia?

–Ha habido un cambio sustancial. Cuando, a principios de los 90, Isabel Carrera y yo en Filología, y Rosa Cid y Amparo Pedregal en Historia, empezamos con los estudios con perspectiva de género, era muy mal visto por la sociedad, incluso por colegas de la propia facultad. Nos costó mucho conseguir un doctorado que fuera exclusivamente de estudios de las mujeres, como se llamaba entonces. Esto tenía su reflejo en el alumnado, que era un poco reacio. De todos modos había mujeres que entendían lo que estaba pasando y cuando empezamos el doctorado se llenó inmediatamente. En España todo iba muy lento, aunque teniendo en cuenta que tuvimos 40 años de apagón, espabilamos muchísimo. Primero se entendía que el feminismo era cosas de solteronas, aún no existía la palabra lesbiana. Esto fue evolucionando y ahora hay una asignatura en tercero de carrera sobre la perspectiva de género en la literatura. También existe el tipo de alumna que piensa que esto fue siempre así y hasta que no entra en la historia del siglo XX no lo entiende.

“Hay que reescribir la historia rellenando todos los huecos, como la invisibilidad de las mujeres”

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–En las manifestaciones feministas hay muchas chicas jóvenes.

–Hay mujeres muy combativas y muy convencidas. La juventud es la edad de ver las cosas claras y de luchar. El feminismo tuvo altos y bajos por razones históricas. Las primeras décadas del siglo XX, con las sufragistas, era una época muy activa en que las mujeres tenían mucha libertad. Estaban en el surrealismo, en el modernismo, en todas las vanguardias. Son mujeres que consiguieron muchas cosas, que acortaron las faldas, que se mueven en bicicleta y tienen otro tipo de moral sexual. Luego con las guerras mundiales y las crisis del mundo occidental hubo que empezar de nuevo. Estados Unidos fue el gran triunfador de la Segunda Guerra Mundial e impuso esa moral burguesa de la mujer de clase media, que es mamá y todo eso. De esa moral blanca, burguesa y americana de los años 60 se sale por la mística feminista de Betty Friedan. A partir de ahí empiezan a entrar Steinem y todas las feministas blancas de los 60, que nos abren las puertas a las europeas y luego a las mujeres negras.

–Dice que el feminismo retrocede con las grandes crisis, ¿ha ocurrido con la pandemia mundial del covid-19?

–No retrocede pero sí se oscurece. La pandemia fue una época silenciosa en cuanto a reivindicaciones porque lo que importaba era la salud y las muertes. De todos modos, la pandemia empezó con una cosa bastante desagradable desde el punto de vista político, y es que se echaba la culpa a la manifestación del 8 de marzo. Ahora, al pasar la pandemia se vuele a recuperar la normalidad.

–“La manada”. Uno de los condenados reconoce que fue una violación y pide perdón.

–Lo más ilógico fue ver a un juez, con todo lo que significa, diciendo que aquello había sido un ambiente de fiesta y jolgorio. Por una parte me anima pensar que cuando alguien dice esas cosas públicamente, llaman la atención de todo el mundo y en cierto modo refuerzan al feminismo, se demuestra que por desgracia hay gente que piensa esas cosas, que no nos lo inventamos.

“Cuando empezamos, se entendía que el feminismo era cosas de solteronas, aún no existía la palabra lesbiana”

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–Entremos en el debate entre sexo y género.

–Como académica lo tengo muy claro, el género es una construcción social. Es lo que nos construye, lo que decía Simone de Beauvoir de que la mujer no nace, se hace. El hombre tampoco nace hombre. El género es esa construcción social. Ahora se está expandiendo con las transgénero y otras cosas. A mí no me parece peligroso. Deberíamos ser personas y luego cada uno que haga si vida como quiera. Con el sexo es lo mismo, hay un sexo físico obvio que luego hay quien dice que no coincide con su manera de pensar. El sexo físico está claro. Vuelvo otra vez a Steinem: lo que importa es la persona, el ser humano, luego puede haber distintas elecciones, siempre que no sean contra la voluntad de los demás.

–¿Apoya la autodeterminación de género?

–Es una cuestión muy compleja. Estoy a favor hasta cierto punto. La autodeterminación por capricho, no. El problema es la cerrazón de querer encapsular la idea de niño o niña. Hay que pensárselo mucho antes de llegar a decir algo, sino a meterse hormonas o en un quirófano.

–¿Le molesta que se utilice el feminismo como arma política?

–Los políticos lo utilizan todo. Tendría que entenderse que no estamos diciendo que las mujeres son buenas y los hombres malos, sino que las mujeres son gente y las feministas son personas. Lo ideal es que cada uno tenga la vida que pueda elegir dentro de sus posibilidades.

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