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Arquitectura personal | Paco Loco, músico y productor musical

“Cuando todos salían a beber a mí me dolían los brazos de nadar”

“No tengo gran diferencia entre ahora y los 20 años, no porque siga siendo un niño sino porque de niño ya era bastante mayor y responsable”

Paco Martínez Pérez, conocido como “Paco Loco”, en el Hotel España de Oviedo. | | FERNANDO RODRÍGUEZ

Ruy Francisco Martínez Pérez (México 27 marzo de 1963) es Paco Loco, un músico productor que ahora escribe. Su apellido artístico le viene de “Los Locos”, un grupo de los ochenta que tuvo mucha repercusión regional y duró “como los grande de antes, 7 u 8 años”. Siguió en “Los Sangrientos”.

Reenganchado como productor y músico de directo de “Australian Blonde” -corazón del Xixón Sound- pudo sentir más lo que era ser músico, pero su éxito perdurable está en su estudio indie, especializado en óperas primas, por el que más de 800 grupos han grabado más unos 1.300 discos.

Ha sido productor de Sexy Sadie, Nacho Vegas, Enrique Bunbury, Edwin Moses, Vigil, La Costa Brava y de Mikel Erentxun, con el que tocó en directo en su gira en la gira del disco “Corazones”.

En 2016 publicó su primer libro “Loco. Cómo no llevar un estudio de grabación” (Editorial Hurtado & Ortega), un manual técnico y artístico que recopila artículos de blog y en 2020 su secuela “Loco 2: Cómo llevar un estudio de grabación y no morir en el intento”.

Vive y trabaja en el Puerto de Santa María (Cádiz) con su mujer, Muni, y 7 perros y se divierte tocando con su grupo “Los jaguares de la Bahía”.

Paco Loco no se sabe qué parece pero, parezca lo que parezca, no es lo que parece.

–Nací en el Hospital Español de México DF. Mi padre era mexicano pero su padre procedía de Aramil (Siero), de donde salió una comunidad de emigrantes. Mi abuela era mexicana. Mi madre era de Gijón, nieta de Pérez Las Clotas que tenían un palacio hacía mucho. Soy el segundo de cuatro hermanos; vivimos tres.

–¿Cuándo vino a España?

–Mi padre estudió en Estados Unidos y en un internado por Siero y tenía mucha relación con Asturias. En un viaje vinieron a Gijón y decidieron quedarse. No fue premeditado. En México tenían mucha relación en el centro Asturiano y allí conocieron a El Presi (José González Cristóbal) y a su mujer, Elena Peón, Leni, mi madrina, a la que tratábamos de tía y fue muy importante.

–Hable de su padre.

–Mario César Agustín. La familia tenía un negocio de pinturas muy potente, de ahí pasaron a la construcción y él montó una escisión en Gijón. Estaba muy unido a su madre, que pasaba casi medio año en Gijón, y cuando murió, en torno a 1986, él fue pasando a un estado más tranquilo y dejando la empresa.

–Hable de su madre.

–Nieves, ama de casa.

–¿Cómo eran sus padres?

–Veníamos de una educación diferente a la de España entonces. En el colegio se reían de que desayunara huevos fritos, comiéramos mazorcas de maíz, que aquí era para las vacas, y aguacate, que ni sabían qué era. Comíamos por la calle, que aquí era raro. Mis padres tenían una educación muy libre y nos dejaban hacer lo que querían. Me enseñaron a respetar, pero podía ir vestido como me daba la gana. Cuando dije que me dedicaría a la música me apoyaron. Me marcó mucho que en casa no nos dejaban dormir la mañana y a las 7 nos despertaban “venga, vagos, en pie”. Madrugo mucho hoy.

–¿Eran afectuosos?

–Mi madre más que mi padre; el que no era afectuoso era yo.

–¿Qué ambiente ideológico había en su casa?

–Conservadores, como en la época, pero mi amigo Boni Pérez [escritor y letrista de “Los Locos] decía que, para ser así, eran muy libres y se podía hablar de todo con ellos. Mi madre votaba a Suárez porque era el más guapo. Mi padre sí estaba más informado, leía mucho. Creo que en provincias nos enterábamos de poco. Veo ahora imágenes de cosas que pasaban en Madrid y de las que entonces no tenía idea.

–¿Eran religiosos?

–Mi madre iba los domingos a misa. Mi padre era de “fui a las 6 de la mañana a la misa de los montañeros”, pero desde la muerte de mi madre fue más.

–¿Tenía buena relación con sus hermanos?

–Sí, pero no de salir juntos. Tengo un carácter conciliador y casi nunca me enfado con nadie. Recuerdo, pero no guardo rencor.

–¿Cómo era el Presi?

–Reservado. Cantaba en casa en Nochevieja. No me gustaba mucho entonces; hoy le haría un documental pero mis tíos murieron y no podré aportar imágenes nuevas. En Andalucía digo que fue nuestro Camarón de la Isla, por lo que innovó y, cuando pongo sus canciones, flipan con su afinación perfecta.

–¿Y su tía Leni?

–Era una segunda madre, muy avanzada, muy vital, vivía debajo de casa y comía con nosotros. En 1983, cuando murió “El Presi”, pasé una temporada con ella para que no estuviera sola.

–Primeros recuerdos de Gijón.

–Vivíamos en la calle Emilio Tuya, en el barrio La Arena. Yo era diferente de mis hermanos, menos sociable. Siempre tomé responsabilidades. No era buen estudiante pero empecé a nadar y me lo propuse en serio.

–¿Qué tal le fue?

–Gané varios campeonatos de Asturias. Llegué a ser séptimo de España en estilo libre. Nadé desde 13 años a los 18 y volví a los 20 y estuve 3 años más. Me gustaba lo que tenía de sacrificio.

–¿Por qué no con los estudios?

–Si fuera chaval ahora me diagnosticarían trastorno de hiperactividad. Me costaba concentrarme. Soy impaciente y leer me produce ansiedad porque quiero saber qué pasa al final.

–¿Dónde estudió?

–En el Instituto Calderón de la Barca.

–¿Fue un guaje raro?

–Mi vida siempre estuvo marcada por una normalidad extrema y eso hace que sea un poco raro. Ser demasiado normal lo hace a uno ser extraño. No haber bebido alcohol te hace raro.

–He leído que se emborrachó tres veces y que nunca probó las drogas ¿Seguro?

–He creído en el cuerpo sano porque va unido la mente sana. En mi vida lo que más me ayudó fue haber sido deportista y que cuando todos salían a divertirse yo estaba tirado en la cama con dolores en los brazos. Como no tenía facilidad natural para nadar, en la época más alta entrenaba tres veces al día -por la mañana, una hora; al mediodía, hora y media y por la tarde, tres horas- 5 días a la semana y el sábado por la mañana. Mi entrenador creía que podía ser campeón de España, pero me ponía muy nervioso cuando competía.

–Empecemos con la música.

–Mi música de raíz son los Beatles y luego, cada uno de sus componente en solitario. En las revista veía portadas de Lou Reed y pensaba “este tío con esta pinta me tiene que gustar”. Fui a “Discoteca”, me puse los cascos en una cabina, lo oí y me gustó. Desde ese momento me interesó su música y su personaje, pero no su rock and roll way of life.

–Muy atractivo entonces, influyó mucho en el consumo de drogas de los músicos.

–Los ochenta fueron desagradables en ese sentido. Iba al mercado de San Agustín, medio derruido, a ver ensayos de grupos y la gente con heroína me producía rechazo.

–¿Cuándo supo que quería ser músico?

–De siempre hacía conciertos con una raqueta e iba a misa por ver al cura hablar por el micrófono. Mi padre me regaló una guitarra eléctrica a los 18 años.

–¿Cómo se acercó a la música?

–El equipo de natación intentaba hacer un grupo de música: “Yoenel y los lecheros acuáticos”. Era algo de lo que podías presumir en una reunión. Ahora se considera un rollo porque hay que ir a ensayar... Me gustaba la sensación de tocar en un grupo.

–¿Le iba bien la guitarra?

–Fui dos meses a recibir clase de Jorge Martínez [Ilegales]. Todo en la vida me costó bastante. No tenía flexibilidad para nadar y no tenía buen oído. Con el tiempo he tenido oficio.

–¿Por qué le gustaba?

–Tenía la ilusión imposible de hacer una canción y tararearla o escucharla en la radio y la tele.

–Siguiente grupo, Los Raven.

–Marcos Robledo, Pochi, Ángel Huerta y yo. Quedamos los últimos del concurso de maquetas de Gijón con cero puntos.

–¿Merecido?

–No, pero todo era hard-rock y música progresiva y nosotros hacíamos más New Wave.

–Y enseguida “Los Locos”

–Con Marcos y conmigo entró Jaime Belaustegui, compañero de instituto. Vimos tocar a Carlos Redondo en el concurso del Villa de Gijón con el grupo 091. Marcos se fue descolgando.

–¿Cómo salió el nombre?

–Esperando el bus para ir a ensayar a una casa de mi abuela en Mareo sacamos varios nombres, entre ellos “Los Locos”, y quedó.

–¿Cómo fue sonar en la radio?

–No tengo gran diferencia entre ahora y los 20 años, no porque siga siendo un niño sino porque de niño ya era bastante mayor. Nunca me creí más de lo que soy. Teníamos éxito aquí pero fuera, nada. Nos recuerdan con cariño pero fuimos un grupo más. Al tiempo, para lo poco que duramos, se nos recuerda bastante.

–¿Cómo fue convertirse en músico?

–Progresivo. no hubo un clic.

–“Los Locos” parecía que iba a llegar a más.

–Nos hubiese gustado, pero lo mejor que me pudo haber pasado es no haber llegado a más. Mi mejor momento de mi vida es ahora.

–Cuando dejaron “Los Locos” ¿sentía resentimiento?

–No lo dejamos, se fue desvaneciendo. Sólo tuve dos cosas claras en mi vida: que viviría de la música y que no haría la mili. Pero también tenía claro que no me iba a casar y que no viviría en Andalucía y eso ha salido mal, es decir, bien. 

–A finales de los ochenta le interesó grabar y cita a Pedro Bastarrica y René de Coupaud.

–Mis mentores. Me interesaba mucho componer y grabar mis composiciones, iba a su estudio a darles la brasa, me enseñaban y hablaban. Pedro me dio las cuatro naciones básicas en su casa de Oviedo. Me interesaban los aparatos y lo siguen haciendo. Lo que empezó siendo una herramienta para grabar mi música se convirtió en la herramienta para grabar la música de los demás.

–Quería ganarse la vida haciendo jingles y publicidad.

–­Hice un anuncio y me lo pagaron bien pero hay que ser relaciones públicas y me da pudor decir que soy bueno para hacer jingles.

–¿Siguiente momento clave?

–Grabé “Pizza pop” de “Australian Blonde” (1993), me felicitaban y pensé “igual soy productor”.

–Se reenganchó con ellos junto a Carlos Redondo, otro Loco.

–Hasta ahora, prácticamente.

–Eran 7 u 8 años más jóvenes.

–Los grupos a los que grabábamos, menos “Australian Blonde”, no conocían mucho a “Los Locos”. Ellos tuvieron respeto hacia los hermanos mayores que habían grabado dos discos y no nos veían rancios. Antes, la gente joven confiaba más en gente más mayor. Ahora la gente joven sabe más.

–¿Saben más o lo creen así?

–Tienen más datos. Saben más de lo que sabía yo, que soy de las personas que menos sabe de casi nada. Saber mucho genera responsabilidad. Cuanto menos, mejor.

–¿Fue guapo el tiempo de “Australian”?

–Mucho. Fue lo contrario de “Los Locos”. Salíamos y nos relacionábamos mucho y tenías la sensación de ser músico, de tocar de continuo.

–¿Siguiente hito?

–Cuando empezaba Internet conocí al mezclador, productor e ingeniero de sonido norteamericano John Agnello por medio de Steve Wynn. Fuimos a Nueva York para grabar el tercer disco de “Australian Blonde” con él y vi cómo era el trabajo fuera de España.

–¿En que sentido?

–En España trabajábamos en condiciones poco buenas pero, aún así, hacíamos trabajos dignos. Había estado con Jesús Gómez, muy bueno, en Madrid, pero me sentía desbordado. En John vi un alma gemela americana, con mayor nivel. Me enseñó muchas cosas y a vivir la música de otra manera. Era un trabajador de pico y pala aunque se había relacionado con grandes estrellas. Somos amigos.

–En agosto de 1995 se casó con Muni Camón.

–La primera vez que nos vimos marchó del camerino.

–¿Por qué?

–No me soportaba porque tenía los pantalones rotos y le estaba enseñando los huevos. No fue adrede.

–¿Qué pasó la segunda vez?

–Íbamos con “Australian Blonde” en Cádiz y dijo: “ahí va el gilipollas de Paco Loco”. La tercera vez el sello le dijo que iba a grabar conmigo, ella se negó, insistieron que debía conocerme, nos invitó a comer en su casa y ahí le caí mejor.

–¿Cómo fue la grabación?

–Surgió un respeto brutal y mi admiración artística por ella. Luego, tocando en Sevilla, su grupo [“Maddening Flames”] me dijo “¿por qué no te quedas una temporada y tocas con nosotros” y fue el flechazo. Eso era junio. Fuimos novios mes y medio, pero recuerdo noches de conferencias de 6 horas. Lo que hubiéramos ahorrado de haber habido Skype entonces.

–¿Cómo habían sido sus relaciones con las mujeres?

–Buenas. Había tenido relaciones largas. Tres novias y ella.

–¡Para qué quiso ser músico, si, además, no bebía ni se drogaba!

–Soy raro: me gusta la música. 

–Siempre nombra a Muni como la persona que le cambió.

–Se dice que las personas más importantes son los padres pero, quitándolos, lo más importante que me ha pasado en mi vida ha sido Muni. No sé pensar en la vida sin ella. Hablamos por teléfono durante el trabajo 6 o 7 veces al día. La gente flipa. Trabaja en una empresa en la base militar de Rota. Ahora la gente no habla por teléfono.

–Ella le dijo que su ambición debería ser pequeña.

–En una época en que me sentía muy frustrado porque intentaba trabajar con compañías grandes sin lograrlo me dijo que no debía ambicionar estar donde no me gusta estar. Me sentí liberado como cuando le quitas al perro la obsesión con la pelota. Tengo 7 perros y sé que la pelota los mantiene muy nerviosos. Después de eso llevo 25 años grabando y la gente confía en mí. No soy del pelotazo.

–Contra lo que pensaba se fue a vivir a Andalucía.

–Cuando vives en Asturias piensas que es lo mejor de todo y cuando sales te das cuenta de que está guay pero fuera se puede vivir bien. La imagen que teníamos antes de Andalucía era muy diferente de lo que es. Siempre eso de gente graciosa pero poco trabajadora y formal, pero es un sitio muy serio con una calidad de vida y esa luz que al principio me hacía daño. Me acogieron estupendamente.

–Le van a grabar desde cualquier parte de España y Cádiz es tan extrarradial como Asturias.

–Es flipante y cada vez me extraña más. Pero en el Puerto de Santa María hay un cocinero con estrella Michelin y la gente va allí come y marcha en avión. Imagino que eso pasa en Asturias.

–¿Qué aporta para que vayan a grabar más de 800 grupos?

–Seriedad, profesionalidad y ser el primero en entrar y el último en salir. Trato a todo el mundo igual, famoso o no, que sienta que es una estrella. Intento potenciar lo bueno del grupo y rechazar lo malo. La mayoría son grupos que empiezan.

–Pero también Bunbury o Mikel Erentxun

–Mikel es como un niño, para él cada disco es como si fuera el primero y esa es mi especialidad. Como a mí, no le gusta mirar atrás y así aprendemos los dos de los dos. Y Bunbury igual. Hablamos mucho de música y son muy cariñosos conmigo y con Muni.

–¿Y tocar?

–Cuando acabé con “Australian” estuve 4 años con “Bigott” y ahora salgo con “Los jaguares de la bahía”. Son mis vacaciones. Pronto haré 60 pero el tipo aguanta.

–Ha escrito dos libros.

–Escribo casi sin pensar y me lo corrigen. No quiero impostar y me gusta que me digan que leerme es como estar en el estudio. El primer libro lleva 6.000 ejemplares. Mi imagen es pobre y cuando escribía decía “esto es muy malo”, pero se distribuirá en México. En el segundo puse “excritor” porque creo que he acabado lo que tenía que decir, pero...

–¿Qué tal cree que le ha tratado la vida hasta ahora?

–Bien. Con mucho sacrificio y trabajo pero es la que elegí. Estoy en el estudio 13 horas cada día, pero nada me gusta más. No salgo mucho a comer, ni viajo ni visto demasiado pero estoy contento con lo que tengo, una vida de clase media. No tener hijos te mantiene una vida de constante pareja. Intentamos tenerlos, pero Muni tuvo dos abortos y paramos. Me gustan los niños, pero es lo que es: tienes menos responsabilidades y te miden menos el paso del tiempo.

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