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Médicos sin fronteras cumple 50 años de lucha y compromiso en la ayuda médica y humanitaria

Médicos de Asturias que son números 1 en la zona 0 del horror

Luis Encinas, Ana F. Lantero e Íñigo Marañón relatan sus experiencias en misiones de emergencia que “te dejan tocado”, pero con la vocación intacta de “salvar vidas”

Médicos

Médicos Sin Fronteras (MSF) cumple 50 años como organización médico-humanitaria. Su nacimiento en 1971 está vinculado a la guerra. En Biafra (Nigeria) a finales de los años sesenta comenzó a fraguarse su destino ligado a conflictos, poblaciones desatendidas y ayuda humanitaria. Una labor con aportaciones desde Asturias, como las de Luis Encinas, Iñigo Marañón y Ana F. Lantero. Esta es su historia de valor y compromiso.

Luis Encinas. (Villaviciosa, 1969) es uno de los mayores especialistas en epidemias. Comenzó a trabajar con MSF en 1994 en Liberia y desde entonces ha estado en Haití, Afganistán, Angola, República Centroafricana, Sudán, Níger, Kenia, Camboya, Etiopía, Sierra Leona, Colombia... Sin tregua. Trabaja ahora en el sistema canario de Salud y forma parte de la junta administrativa internacional de MSF. En Villaviciosa empezó a fraguarse su vocación médica: tiene una foto de guaje vestido de enfermero. “Soy maliayés completo. Son mis raíces”. Su padre tenía una pasión: los Juegos Olímpicos. Al llegar los de 1980 “vi con él un documental sobre el boicot a Rusia por haber invadido Afganistán, y había médicos que entraban a caballo. Me encantó: yo quiero eso, ser médico, viajar, ayudar”. Con 24 años, a Liberia. “Me ayudó a ver la vida con otras miradas. Distinguir otras realidades. Sigo siendo el mismo enfermero que lucha porque no acepto que un niño se muera de hambre porque ha nacido en un lugar remoto de familia pobre. Hay una rabia interna que me anima a seguir en la brecha: aunque seamos gotas pequeñas, lo que hacemos puede tener un impacto”. En su día fue conocido como “el hombre que plantó cara al ébola”. Las imágenes con traje de protección biológica en Guinea Conakry dieron la vuelta al mundo.

Íñigo Marañón: “Hay que mantener cierto optimismo. Sabemos lo que hay que hacer y hay casos de éxito, como el tratamiento de la malnutrición”

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“Los sentimientos no se controlan”, advierte, “el Luis de hoy, además, es padre de mellizos. Quiero sentir lágrimas internas, de corazón. Que la rabia me empuje a luchar por un mundo más justo”. (Inciso: Raúl y Miguel se llaman sus hijos. Cuando los escucha cantar el “Asturias, Patria Querida” llegan emociones indescriptibles).

La pandemia del covid quizá no se esperaba “pero se temía. La enfermedad X. El gran miedo era que si fuera como el ébola pero transmitiéndose por vía aérea podríamos afrontar una situación apocalíptica. El mundo ha cambiado la forma de viajar, la forma en que nos movemos, queremos ir más lejos del hábitat que no es el nuestro. Mañana, ¿será el covid 27? ¿Cómo nos posicionamos como sociedad? ¿Qué valores pondremos por delante?”

Lo político y lo económico, cara a cara: “Lo vimos con el ébola. Hasta que aquí no llegó y amenazó la rentabilidad y la economía, no interesaba. Una enfermedad de africanos. Y cuando lo tenemos cerca, ponemos lo que haga falta de investigación, de desarrollo de nuevos fármacos... Estamos manipulados por un interés económico”. Defiende la versión científica de los hechos: “Si no nos hubiéramos vacunado, ¿cómo estaríamos hoy? Pero también es interesante el debate sobre lo que no sabemos, lo que hay detrás. Las patentes, por ejemplo. No estamos ante gente altruista, precisamente, y es interesante tenerlo en cuenta”.

Hay muchas imágenes grabadas a fuego en la memoria, “y gracias a ellas estoy inestablemente activo. Las hay muy horribles, difíciles de soportar, que ayudan a seguir en la lucha. Personas por las que no puedes hacer nada porque el sistema sanitario del país no permite ir más allá. Y hay otras de felicidad, de sentimiento de que has hecho algo por esta persona en este lugar. Por ejemplo: dos niñas gemelas afectadas por el ébola que salieron adelante y son un ejemplo de lucha y de que puede haber final feliz cuando hay los medios necesarios”.

Ana F. Lantero: “La pandemia del covid es uno de los muchos ejemplos en donde mirar hacia otro lado no soluciona los problemas globales”

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En España se vivió y se vive el drama de los ancianos escrito por el covid-19: “Cómo es posible que nos centremos en algunas personas de cierta edad y que olvidemos a los mayores que están en las residencias, gente que luchó para una sociedad más democrática y justa, y que está abandonada. Me dije: esto es inaceptable, hay que protegerlos”. Como asesor del covid-19, cambió la lucha en escenarios exterior por el de su propio país. “Cuando oía los aplausos de la tarde, ese gesto solidario, me preguntaba: ¿y después? ¿Qué valores como sociedad queremos? Si la educación y la sanidad tienen que ser rentables, nos estamos equivocando. ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a luchar más allá de aplaudir unos minutos?”

Un cambio de mentalidad de una sociedad es un proceso muy largo, “si no está basado en condiciones sólidas que movilicen a la gente, dura tres minutos. Es bonito teóricamente, pero en la práctica es mucho más difícil. Con el cambio climático pasa igual”. No quiere caer en una visión negativa: “Hay cosas muy bonitas también. Hemos visto evolucionar a países hacia una democracia, el nacimiento de movimientos que logran más derechos para las minorías... Eso te da ánimos. Creo en la solidaridad. En el instinto humano de ayudar”.

Ana F. Lantero

Íñigo Marañón Zabalza. Médico nacido en Pamplona en 1985 y residente en Asturias desde 2010, comenzó a trabajar con MSF en 2016 en Sudán del Sur y ha estado en Camerún, Nigeria y Yemen. Compatibiliza este trabajo con su labor en el SAMU (uvi móvil y centro coordinador). Recuerda: “Las misiones más impactantes fueron Sudán del Sur y Yemen. Contextos muy desesperados. Necesidades muy grandes en un conflicto abierto enorme. Países colapsados. Yemen sufre una guerra con millones de personas afectadas de la que no oímos hablar, muy ignorado, entre otras cosas porque los países europeos venden armas a las partes. Una situación muy dura de ver en el lugar”.

Sus cuatro misiones han sido a zonas de conflicto. “Los muertos no son por balas o bombas, la mayoría son civiles, muchos niños, que mueren por malnutrición, por falta de vacunación, por colapso económico, por complicaciones de embarazo o parto... Civiles que ni siquiera combaten y no son víctimas directas de la guerra. Hay un peligro real, pero sobre todo para las personas locales de MSF, que trabajan en sus países. Médicos, enfermeros, conductores, logistas, limpiadores... Los extranjeros somos minoría. El grueso del trabajo lo hacen los habitantes de allí, los que tienen mérito realmente, que tienen un peligro directo porque hay una criminalización creciente de la acción humanitaria pues buena parte de los actores de los conflictos consideran que quienes trabajan en proyectos humanitarios son parte. Y vemos bombardeos a hospitales, por ejemplo. Por un lado, se pone en riesgo a quienes trabajan y, por otro, hay grandes dificultades de acceso a población civil atrapada en zona controlada por uno de los bandos armados”.

Luis Encinas: “Los sentimientos no se controlan”

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MSF es, para él, “la élite de la acción humanitaria, actúa como organización de emergencia en períodos cortos. Nuestros hospitales reciben a gente que se está muriendo. No es una organización educativa o de desarrollo o pacificación. La intención final de MSF es desaparecer, que algún día no sea necesario porque no haya emergencias humanitarias y que no haga falta que personas de la sociedad civil se organicen para ir en ayuda”.

Las misiones “te dejan tocado. Tardas un tiempo en reajustarte a la vuelta, y a veces no lo consigues. Pero sabes que es una organización activa que salva vidas. Estás en un hospital donde mueren niños todos los días, pero es que todos los que ingresaban llegaban muriéndose. Y los que no se murieron es por el efecto que has tenido, y ese es el gran factor protector: lidiamos con el sufrimiento y la muerte, y nuestra acción es decisiva para evitar una muerte o una discapacidad o una enfermedad grave. No consigues hacerlo todo pero sí consigues hacer mucho. Hay montañas de impotencia y frustración. Es imposible llegar a todo. Son lugares donde se hace una medicina básica y hay cosas que en otro contexto podrías solucionar. Hay zonas donde los sistemas sanitarios no llegan, donde las campañas de vacunación están interrumpidas. La guerra terminó con toda la actividad de vacunación rutinarias (tétanos, sarampión)...”. Las cosas pueden ir a mejor y que MSF desaparezca “por incomparecencia del enemigo. Hay que mantener cierto optimismo. Sabemos lo que hay que hacer y hay casos de éxito, como el tratamiento de la malnutrición. Hay progreso técnico y organizativo. Hay que alzar la voz: este sufrimiento es innecesario”.

Luis Encinas

Ana F. Lantero. Gijón, 1982. Bióloga y logista. Comenzó a trabajar con MSF en 2017 en Sierra Leona, tras la epidemia de ébola, y después ha estado en Guinea Bissau, Venezuela o Mozambique. Especialidad: agua, saneamiento e higiene en emergencias. También trabajó en la emergencia del covid-19 en Cataluña en 2020 apoyando las residencias de ancianos en los primeros meses de la pandemia.

Como logista en MSF ha trabajado en proyectos regulares (emergencias crónicas) y dos respuestas de emergencias agudas donde MSF tiene la capacidad intervenir en 24 o 48 horas: “Al contrario de lo que se tienda a pensar, las emergencias requieren de planificación. Antes de intervenir, tenemos información de primera mano de los compañeros que hayan hecho la misión exploratoria previamente, donde se evalúan las necesidades y el tipo de respuesta. De ahí comenzamos a organizar el presupuesto, transporte de materiales y kits, personal necesario, vehículos, evaluaciones de seguridad, acceso, coordinación con autoridades. Los logistas tenemos un entrenamiento específico para asegurar la correcta instalación todos estos equipos y kits que nos llegan desde nuestro centro logístico. Nos encargamos desde implementar un sistema de abastecimiento de agua, saneamiento básico, gestión de la flota de vehículos, instalación de generadores y electricidad o los sistemas de comunicaciones necesarios, así como de reclutar y formar al equipo de logística nacional en pocos días”.

La peor plaga es “que no seamos conscientes de los privilegios con los que nacemos. La indiferencia de autoridades, gobiernos, comunidad internacional ante el sufrimiento ajeno sigue siendo la peor de todas. La pandemia del covid es uno de los muchos ejemplos en donde mirar hacia otro lado no soluciona los problemas globales. Vencer al virus y todas sus mutaciones o las migraciones forzadas que llegan a las costas europeas, son un ejemplo claro de que nos afectan a todos, por mucho que pongamos fronteras. La liberalización de la propiedad intelectual de las vacunas y de las pruebas que permiten su detección, allanaría mucho el camino a los países de renta baja”.

Existe “cierto romanticismo con el trabajador humanitario, y no creo que seamos tan diferentes a otras personas que realizan trabajos esenciales. Es importante tener empatía para mirar realidades ajenas. Para trabajar en MSF, tienes que ser lo suficientemente flexible como para desarrollar esta labor profesional en contextos aislados y con personal en ocasiones poco formado”.

Hay “muchos momentos felices dentro de las situaciones complicadas a las que nos enfrentamos. No podríamos hacer este trabajo sin esperanza. A través del compañerismo nos apoyamos y buscamos momentos de compartir lo que nos preocupa o en los días que son peores”. Trabajar para Médicos Sin Fronteras la “hace crecer como persona y como profesional, me aporta valores y aprendizajes en cada realidad que vivo. Y me hace mirar de otra manera el mundo”.

Las últimas imágenes intensas que vienen a su cabeza fueron “instalar en unas horas un sistema de abastecimiento de agua y tiendas para que decenas de familias que llegaban en Montepuez víctimas del conflicto en Cabo Delgado. Ver la recuperación rápida de una niña muy grave en un Centro de Tratamiento de Cólera de MSF o una mujer que llegaba con un parto muy complicado al Hospital de Kabala en Sierra Leona”.

Que las farmacéuticas se enriquezcan con los países ricos y se olviden de los pobres es un hecho, lamenta, que “nos debería indignar a todos. En una pandemia las patentes de vacunas, tratamientos o las pruebas de detección no deberían de ser un negocio, ya que el coste se traduce en vidas humanas. Hasta que no consigamos inmunidad mundial no conseguiremos salir de la pandemia”.

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