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ENTREVISTA
BARRER PARA CASA Óscar Alzaga Abogado y catedrático de Derecho Constitucional

“Que se crea que Juan Carlos trajo la democracia es curioso”

“Adolfo Suárez tenía muy poca preparación y muy pocas cualidades para la vida parlamentaria”

Óscar Alzaga.

Óscar Alzaga asegura que Oviedo es su segunda casa. De Oviedo era su abuelo materno, Fernando Villaamil, y en Oviedo impartió clases en jornadas maratonianas mientras formaba parte de la Comisión Constitucional, en la Legislatura Constituyente (1977-1979). Dice que a sus alumnos del edificio histórico de la Universidad les contaba los cotilleos de aquel momento crucial para España. Abogado y catedrático de Derecho Constitucional, ha pasado a la historia por la intentona fracasada de crear un partido cristiano-demócrata (el PDP), tras la voladura de UCD, de la que formó parte. En 1987 dejó de intentarlo y se dedicó a una fructífera actividad docente y letrada. Al filo de los 80 años –nació en Madrid en 1942–, ha publicado “La conquista de la Transición”, que presenta este miércoles en el Club Prensa Asturiana, de LA NUEVA ESPAÑA. Su intención no es otra que contar cómo y quién luchó de verdad por traer la democracia, porque considera que circulan ideas cuando menos “curiosas”, como que la democracia la trajeron el Rey Juan Carlos y Adolfo Suárez. En el libro, que aporta mucha documentación inédita, resalta el papel de los demócrata-cristianos para traer las libertades.

–Explique el título de estas memorias.

–Se habla de una conquista de la Transición, porque se hace contra las barreras que tiene construidas el régimen para intentar mantenerse y eternizarse.

–E imagino que esa conquista fue también frente a quienes pretendían la ruptura.

–Que la oposición democrática, que nos movíamos en la clandestinidad, pero estábamos reconocidos por las internacionales democráticas, buscásemos una salida que abocase a una democracia como la europea, pero que evitase el estallido de otra contienda como la Guerra Civil o como algunas de las que sufrió nuestro país durante el siglo XIX, a las democracias europeas les pareció lógico. La conquista de la Transición evitando un estallido entre las dos Españas, a la Europa democrática de la época le parecía una estrategia acertada.

–¿Qué papel desempeñaron los jóvenes demócrata-cristianos en aquel momento?

–Yo ayudé a fundar primero la Unión de Estudiantes Demócratas, cuando dejé de ser el delegado de los estudiantes en la Facultad de Derecho de Madrid. Tenía una relación estrecha con otros líderes estudiantiles que veíamos al FUE demasiado dependiente del Partido Comunista, y no queríamos saber nada del SEU. Consideramos no solo conveniente sino necesaria una tercera fuerza que fue la Unión de Estudiantes Demócratas. Cuando acabamos la carrera, los que habíamos fundado la Unión, que habíamos conectado con Izquierda Demócrata Cristiana, que presidía Manuel Giménez Fernández, nos pareció lógico articular una organización en la que los muy jóvenes tuviéramos unas posibilidades de estar presentes en ese esfuerzo por conquistar la democracia y así nació la Unión de Jóvenes Demócratas Cristianos, vinculada estatutariamente con la Izquierda Demócrata Cristiana.

–¿Qué papel tuvo la Iglesia en el desarrollo de estas iniciativas?

–Todos los obispos estaban designados por Franco, se elaboraban unas ternas por el Gobierno y el Papa tenía que elegir entre tres franquistas, por decirlo brevemente. En esa época contamos con el apoyo de muchos consiliarios de movimientos juveniles, tanto de congregaciones marianas universitarias, como de la JEC, las Juventudes Estudiantiles Católicas. Llega un momento que, entre la gente que se mueve, que está concienciada, que asume iniciativas de oposición al régimen, son mayoría los jóvenes que militan en movimientos de apostolado seglar juvenil. El franquismo considera muy grave lo que estaba pasando y decide que se disuelvan. Contra el criterio de los consiliarios, de algunas compañías, como la de Jesús, el Obispado disuelve esos movimientos. Es una prueba de la enorme preocupación que aquel movimiento juvenil católico antifranquista crea en el régimen, porque era muy amplio. A partir de ese momento nos vamos a desenvolver en agrupaciones ilegales. Teníamos intervenidos los teléfonos, la correspondencia. La Unión de Jóvenes Demócratas Cristianos desempeñó un papel positivo, como otras organizaciones juveniles de otros partidos, como el Socialista, que tenía menos organización que nosotros. Aquello es lo que hace que la Universidad española se convierta en la principal preocupación del régimen, porque ven que las juventudes de las clases medias que se están formando en la Universidad tienen un análisis crítico sobre lo que significa el régimen, su origen, su organización…

–Aporta pruebas.

–Uno de los documentos que anexo es una carta del ministro de la Gobernación de entonces, Garicano Goñi, que le dirige a Franco el 7 de septiembre de 1972, en la que le dice que la situación de España es positiva en general, pero que hay un gran problema, no varios, solo uno, que es el universitario. Toda una prueba, categórica.

–Pero aquí nos descubre algo nuevo, al menos a las nuevas generaciones, porque se ha dicho que la oposición a Franco fue una cosa de la izquierda.

–La izquierda también estuvo en esa oposición.

–Pero de alguna forma se ha obliterado el papel de los demócratas cristianos.

–Luego, en la época de la UCD, pasan a llamarse demócrata-cristianos toda una serie de católicos que habían estado ocupando cargos en el franquismo, igual que otros pasan a adjetivarse de liberales o socialdemócratas, pero que no habían estado dando la cara y esforzándose por conquistar la democracia. La gente asocia ideas y recuerda a gente que se llamaban demócrata-cristianos en la época UCD, que habían estado en el Movimiento Nacional, ocupando puestos en las Cortes, pero los que de verdad veníamos de la Democracia Cristiana, de partidos reconocidos por la Internacional Demócrata Cristiana, que participamos en numerosas reuniones y congresos en Europa, esos sí éramos de verdad demócrata-cristianos.

–¿La conexión era con Italia principalmente?

–Yo tenía en el cargo en mi partido la relación permanente con el partido italiano, iba a Italia con frecuencia, me invitaban, mantenía mucha correspondencia con miembros del partido y del Gobierno italiano. Como la correspondencia estaba intervenida, las cartas las remitía a través de la valija de la Embajada italiana en Madrid, por la que iba mucho. Pero la relación era igualmente muy intensa con la República Federal Alemana, Bélgica, los Países Bajos… En aquel momento, menos en Francia, la democracia cristiana estaba gobernando en todos los países, en algunos en coalición. A su vez, los socialistas estaban reconocidos por la Internacional Socialista, gobernaban en muchos países de Europa, estaban en coaliciones de Gobierno. Y nosotros para muchas iniciativas nos poníamos de acuerdo con ellos para mandar análogo mensaje y peticiones. Eso funcionó muy positivamente y durante muchos años.

–Usted perteneció al Grupo Tácito.

–Entré tarde en el Grupo Tácito y salí pronto. El régimen le monta al obispo de Bilbao, monseñor Añoveros, nada menos que un intento de expulsarle de España, le manda incluso un avión al aeropuerto de Sondica. Varios, y yo especialísimamente, escribimos un artículo en términos de solidaridad criticando lo que estaba padeciendo monseñor, que estaba siendo expulsado sin juicio ni nada por una homilía (sobre el derecho del pueblo vasco a su identidad). Ahí Tácito se divide, una mayoría no está de acuerdo y decido salir de Tácito, que duró unos meses y luego se cerró.

–¿Qué diferencias de criterio había?

–Sobre el franquismo. Nosotros no aceptábamos que el franquismo fuese un régimen legitimable como un Estado de Derecho. No lo era, no era un sistema que tuviese las debidas garantías respecto a los derechos y libertades de los ciudadanos, no era un sistema que estuviese legitimado por votaciones populares de las cuales se dedujera quienes debían estar en las Cortes o en el Gobierno. Era un Estado postotalitario. Y en Tácito había gente que estaba en el Consejo Nacional del Movimiento, y en las Cortes y ocupaba carguitos.

–¿Como Fraga?

–Tenga usted la seguridad de que no estuvo en Tácito. El núcleo de Tácito era un grupo de gente que militaba en una asociación católica, la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y luego nosotros. Con el caso Añoveros, hay un momento en que el cardenal Tarancón amenaza con excomulgar al Consejo de Ministros. Aquel es un momento de confron-tación, de dureza muy importante y Franco no se atreve a echar a Añoveros. Todo por una simple homilía pidiendo cierta autonomía moderada para el País Vasco, que nos parecía una cosa perfectamente razonable que se pidiera.

–No sé si hay un olvido de la generosidad que desplegaron.

–Más que un olvido, diría un desconocimiento. La gente joven en el bachillerato no ha conocido lo que realmente fue el franquismo. Aquí, hasta hace muy poco tiempo, se ha estado diciendo que la democracia nos la trajo el Rey Juan Carlos, lo cual es una cosa verdaderamente curiosa para quienes hemos vivido aquello. Ahora los españoles tienen una visión bastante más realista de quién es don Juan Carlos. También la idea de que la democracia nos la dona Adolfo Suárez, una persona con una trayectoria en el seno del franquismo, con muy poca preparación y conocimiento de lo que eran las democracias occidentales, con muy pocas cualidades para la vida parlamentaria, que se limitaba a leer discursos que pedía que le escribieran otros y con unas limitaciones que le llevan a dimitir sin dar ninguna explicación de por qué dimite, aunque es plenamente consciente de su fracaso. Hay mucha distancia entre lo que la gente más joven ha oído sobre Adolfo Suárez como gran personaje de la democracia y la realidad. Era un señor que venía del Movimiento Nacional, que había sido gobernador civil de Segovia y que alcanza la Presidencia del Gobierno porque es un hombre muy protegido por Torcuato Fernández-Miranda, que lo recomienda al Rey, con el que tenía un gran ascendiente. Un pueblo tiene derecho a su verdad histórica.

–¿Y qué personajes habría que poner en valor? ¿Quizá un Ruiz-Giménez, usted mismo?

–Yo no quiero elevarme a los altares. Yo creo que hay que poner en valor a un número muy importante de personas que durante el franquismo se arriesgan a organizarse sabiendo que era cometer un delito, que pertenecer al partido era cometer un delito, que hacer propaganda escrita, cartas, comunicaciones era cometer otro delito, que reunirse más de veinte como nos reuníamos frecuentemente porque era necesario para tomar decisiones, dar pasos adelante, era también un delito. Estábamos inmersos permanentemente en el Código Penal, con el mayor desinterés. Lo que queríamos era traer la democracia, no ocupar cargos, ser ministros, nos ganábamos la vida con nuestras profesiones, no éramos políticos profesionales… No eran riesgos teóricos, porque había todos los años miles de procesos en el Tribunal de Orden Público…

–Usted estuvo de hecho confinado…

–En el estado de excepción de 1969. Primero me mandan a un pueblito, luego a otro pueblito, y como todos los estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid, con el apoyo de todos los profesores, sin ninguna reserva, se declararon en huelga colectiva, pues el Consejo de Ministros, con la preocupación de uno de ellos, Silva, que le dice a López Rodó: “Esto se nos termina, esto se nos hunde”, tiene que aceptar que hay que abrir la Universidad y devolver al único profesor que está confinado. Quiere decir que contamos con el apoyo social para hacer una oposición cívica y civilizada, no una oposición violenta, una oposición constructiva para conquistar la democracia. Esta idea de que la oposición éramos cuatro gatos y que no contábamos con ningún respaldo social es enteramente incorrecta.

–¿Por qué no ha habido un Partido Cristiano Demócrata en España potente, como el de Italia o el de Alemania?

–Yo explico en el libro la fuerza que tenía la democracia cristiana en España mientras vivía Manuel Giménez Fernández. Traigo a colación diversas encuestas que realizaban diversos institutos de estudios de opinión privados en los que siempre salía la democracia cristiana como la fuerza más respaldada por los encuestados, pero también narro lo que supone el fallecimiento, en 1968, de Manuel Giménez Fernández. Era un líder con gran capacidad, nunca será suficientemente elogiado. Se pone el partido en manos de Joaquín Ruiz-Giménez, que, con todos los respetos para don Joaquín, demostró que aquello no era lo suyo, y fue cometiendo errores, contribuyó al enterramiento de la democracia cristiana en España.

–¿Ha cogido alguien el testigo de aquello?

–No. Hay un proceso de secularización en Europa importante, y si usted pregunta en Italia qué fue de la DC que gobernó durante cerca de cuarenta años, le dirán que se acabó. No tienen las figuras relevantes de aquella época, un grupo de catedráticos, como Aldo Moro o Amintore Fanfani, que, cuando acabó el régimen fascista mussoliniano, al que se habían opuesto, crean un partido con una gente muy cualificada y preparada. Luego se convirtió en un partido de profesionales, de gente que se mete en política para vivir de la política.

–¿Hubiese tenido otra trayectoria la democracia española de haber tenido más peso la Democracia Cristiana?

–Eso es entrar en conjeturas. El problema de UCD es que no era un partido centrista, había centristas, incluso de centroizquierda, en número minoritario, la mayoría de la gente de UCD venía del movimiento nacional, que está muy cerca de la extrema derecha, con esa savia no se puede montar un partido centrista genuino. En España no hubo genuinamente un partido centrista. Quienes hemos conocido bien a Adolfo Suárez sabemos que centrista no era. Los líderes centristas que venían a ver a Adolfo Suárez se quedaban impresionados del simplismo que demostraba.

–Era más bien un relaciones públicas, ¿no?

–En ese sentido sí, era un tipo muy simpático, muy amable y quedaba muy bien cuando te daba unas palabras, te daba unas palmaditas en la espalda encantadoras, pero no tenía la formación precisa para diseñar la configuración de una democracia política y social en España.

–¿Hay un juicio justo ahora sobre la Transición?

–La Transición es un fenómeno muy complejo, pon facetas positivas y otras no tanto. Sin embargo, conseguimos transitar a una democracia a la europea. Que podríamos tener una democracia de más calidad, yo creo que sí, pero en otros países de Europa también podrían tenerla mejor. Pero esto es una auténtica democracia.

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