La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los Mykhaylychenko, todas las tragedias del siglo XX en una familia atrapada en Kiev

La familia de la fotografía, salvo el ovetense José Ramón Cuesta y el músico de “Yuri y los Cosmonautas”, permanece en la ciudad asediada y bombardeada por Putin, el último avatar de sus vidas de europeos del Este

Los Mykhaylychenko.

Los Mykhaylychenko son una familia de artistas e intelectuales ucranianos. La suma de sus avatares es la historia de la Europa del Este del siglo XX que llega a hoy trepidada por los tanques y machacada por los bombardeos rusos.

Ocho de las once personas de la fotografía están en Kiev, refugiados en habitaciones interiores con paredes maestras en la orilla izquierda del Dniéper, el río que divide la ciudad, donde el metro va en superficie. Los grandes refugios, antiaéreos y antinucleares construidos durante la guerra fría, están en la ciudad subterránea de la otra orilla, donde el metro circula a mucha profundidad.

El retrato de familia de este reportaje está hecho en un estudio fotográfico del centro de Kiev el 27 de junio de 2012, el día en que Yuri Mykhaylychenko (Kiev, 1967), cumplió 45 años. Está inspirado en una foto de sus antepasados, los aristócratas Vorontsov hecha en 1914, el año en que estalló la Primera Guerra Mundial en la calle Arbat, la más famosa de Moscú.

Yuri Mykhaylychenko (9), el tocado con gorra en el vértice superior de la fotografía, es licenciado en Teatro y Cine que ha hecho su carrera en la música. En los noventa giró con “El Chaval de la Peca” con el nombre artístico de “Gitanito de Kiev”. Vive en Badalona y habla con su familia tres veces al día. Cada llamada crece su miedo a recibir la noticia que no quiere escuchar cuando descuelgan.

–Están bien, con tensión. Tienen el espíritu fuerte y fe en la victoria con la ayuda de la Unión Europea y de la OTAN, pero entienden el peligro y sufren la destrucción que hace Putin, un político que nunca ha perdido y no sabe hacerlo. Saben que la vía diplomática es complicada. Allí no son tan optimistas como los expertos de aquí.

La fotografía fue un regalo que ahora destella una luz inimaginada cuando se hizo.

Los Mykhaylychenko. (1) Olena, actriz de teatro y cine. (2) Maxim, actor, director de teatro, profesor de Artes Escénicas. (3) Kiril, trabaja en el sector automovilístico. (4) Albina, pedagoga jubilada. (5) El ovetense José Ramón Cuesta, productor musical. (6) Fiodor, hijo de Maxim y Olena. (7) Gennadiy, músico, compositor, pedagogo, fallecido en 2019. (8) Artiom, informático. (9) Yuri Mykhaylychenko, músico, poeta, actor, vive en Badalona. (10) Svetlana, profesora, pedagoga y psicóloga jubilada. (11) Yana, pedagoga, profesora de coaching. CORTESÍA DE LA FAMILIA DE YURI MYKHAYLYCHENKO

–Vivo en Barcelona desde 1991 y veo a mi familia tres veces al año, aquí o allí. En 2012 escogí las fechas de junio para que coincidieran con mi cumpleaños y la final de la Eurocopa en Ucrania. Me preguntaron qué quería para mi cumpleaños y les pedí hacernos una foto rememorando la vieja atmósfera de la que había heredado de nuestros antepasados. En principio no les parecía algo digno de ser un regalo. Ahora, todos entendemos el valor incalculable de esta foto y de este momento porque, pase lo que pase, allí estaremos todos juntos, para siempre, bajo un cielo despejado de bombas y amenazas.

En Yuri y su familia chocan las fuerzas de este conflicto. Por parte de padre es descendiente de cosacos ucranianos de Zaporiyia, unos agricultores guerreros que Catalina la Grande situó cerca de la frontera para mantener a raya a los georgianos y a los chechenos. Por parte de madre proviene de aristócratas rusos, aunque no de las ramas más cercanas a los zares.

Yuri, español desde 1992, escribe poesía en castellano y en ruso y se siente kievense y un orgulloso ucraniano desde la invasión.

Hijo de músico, grado medio de piano, escuchaba discos de “AC/DC”, “Talking Heads” o “The Rolling Stones”, prohibidos en la URSS, que le llegaban grabados en radiografías. Cuando estudiaba Teatro y Cine en la Universidad de Kiev escribía canciones de reflexión antisoviética que la KGB detectó en un concierto en Checoslovaquia. Calificado de “amoral”, le pidieron que abandonara la Universidad. La profesora Irina Molostova, una intelectual destacada, amenazó con irse detrás de él y se cerró el asunto.

A mediados de los ochenta pusieron un kalashnikov en sus manos de pianista y lo enviaron a Afganistán a combatir en las fuerzas especiales. Lo destinaron a defender un pueblo que los talibanes necesitaban para el narcotráfico. Una mina le hizo saltar por los aires, le hirió de gravedad y le devolvió a casa.

–No hablo de eso. No había psicólogos y el trauma me parecía normal. Veinte años después noté que me había curado de una enfermedad que no sabía que tenía.

En los tiempos de la apertura de Gorbachov (Perestroika) llevó su música punk por Europa. En Barcelona encontró el mar y a una mujer y perdió su país, la Unión Soviética, en 1991.

–La Barcelona preolímpica era alegre, abierta y, entonces, realmente cosmopolita. Los catalanes tenemos nostalgia de aquella ciudad y de su nivel de vida.

En ella consiguió su pasaporte español y nació su hijo hace 28 años. Con el nombre artístico de “Gitanito de Kiev” tocó la guitarra, produjo y fue la mano derecha de Marc Parrot en sus años de éxito de “El Chaval de la Peca” , cuando aligeró de vozarrón y de gravedad “Libre”, la canción que Nino Bravo popularizó cuando llegaron los primeros teléfonos supletorios y que en su reviviscencia vendió móviles de Amena.

Yuri lideró el grupo “Yuri y los Cosmonautas”, produce discos, dobla voces de personajes eslavos de James Bond y de Marvel y explota con un socio el café teatro Llantiol en el Raval, donde Eugenio contaba semanalmente sus chistes serios con embriagada sobriedad y donde ahora triunfan los “vermunólogos”, un espectáculo de monologuistas en los mediodías de los fines de semana.

Yuri Mykhaylychenko “recibe” el culín que le ofrece su sobrino Glep en las letras de Nava.

Por la experiencia de guerra entiende el miedo a la muerte de las personas queridas y no se permite según qué escenarios en la cabeza cuando llama a su familia.

–Están juntos y se ven. Mi madre vive sola y mi tía también, pero se reúnen cada dos días, juegan a las cartas, miran las fotos de su vida y se cuentan novedades. Alejandra, la hija de mi hermano, está embarazada. Mi hermano, mi cuñada y el marido de mi sobrina trabajan de voluntarios llevando comida y medicamentos y atendiendo a gente mayor que no puede salir de casa.

Los mayores de la fotografía cargan con una parte cruel de la cruel historia del siglo XX europeo.

Svetlana (10), la madre de Yuri, proviene de los Vorontsov, una extensísima familia aristocrática de Moscú que pasó a vivir en un régimen soviético.

Nació en el campo de concentración austríaco de Mauthausen, donde se conocieron sus padres.

Cuando fueron liberados les consideraban colaboracionistas y una ley de Stalin les prohibió asentarse en las tres grandes ciudades: Moscú, San Petersburgo y Kiev. Un tío abuelo levantó una casa a 40 kilómetros de Kiev para toda la familia y allí llegó con 5 años Svetlana. Su padre fue director del teatro dramático de Rivne y actor en algunos montajes.

Es profesora, pedagoga y psicóloga jubilada. Hace ocho años, cuando cumplió 70, pidió de regalo un viaje a Viena, ciudad de la que no tenía recuerdos.

Su hermana Albina (4), es pedagoga, tiene 73 años y está jubilada. Es la madre de Yana (11), de 49 años, una pedagoga que trabaja de profesora de coaching, y de Artiom (8), de 45, un licenciado en Teatro y Cine que se dedica a la informática. Yana es madre de Kiril (3), que hoy tiene 23 años y trabaja en el sector automovilístico.

Gennadiy (7), el padre de Yuri, murió en abril del 2019 después de años con el corazón enfermo. Era hijo de un veterinario al que una epidemia entre el ganado puso bajo sospecha de sabotaje ante la KGB en los años cincuenta. Antes de que lo encontraran montó en su caballo, galopó la estepa y se pegó un tiro en la cabeza.

El hijo del veterinario viró hacia las artes: fue profesor de Música, director de orquesta y concejal de Cultura en Ucrania.

El accidente de la central nuclear Vladímir Ilich “Lenin” en Chernóbil expandió una fuerte radiación en su vida en 1986. La URSS, que intentó ocultar la que fue la mayor catástrofe nuclear de la historia, le ordenó que llevara compañías de danza, grupos de teatro y músicos para que tocasen por las calles y animasen a los vecinos. Cuando vio la realidad y pensó en los grupos de danza se negó a enviar allí a “niñas que no han parido”.

Su negativa a que actuaran los grupos de músicos jóvenes causó que le expulsaran del Partido Comunista a finales de los años ochenta, pero fue condecorado por su trabajo de liquidador en Chernóbil, con más de cien entradas al recinto, para trabajos de organización. Varias visitas le llevaron sin conocimiento al hospital.

La pareja sobre la alfombra son el hermano de Yuri, Maxim (2) y su mujer Olena (1), dos actores de cine, televisión y de teatro muy famosos en Ucrania.

Maxim tiene 47 y es profesor en la Escuela de Cine de Kiev dentro del Film UA, un conjunto de estudios cinematográficos y de centros de formación en disciplinas auudiovisuales. Su mujer, Olena, de 42 años, fundó hace ocho años la ONG Artpomich (Ayuda de Arte), que aglutina a la élite artística de Kiev en campañas de ayuda concretas a personas enfermas que precisan tratamiento u operaciones caras en el extranjero.

Tienen tres hijos. En la fotografía solo sale el pequeño, Fiodor, (6) sentado en el regazo del ovetense José Ramón Cuesta (5). Hoy Fiodor tiene 14 años. No están en la imagen sus hermanos Alejandra, de 26, embarazada, y Glep, de 22 años, un actor emergente, poeta y cantante que participó en el “Factor X” de Ucrania.

Los Mykhaylychenko han decidido quedar en Kiev, donde sus biografías accidentadas por la historia de Europa alcanzaron una vida normal hasta hace tres semanas cuando los tanques rusos cruzaron la frontera y los aviones empezaron a sobrevolar su territorio. Están a tres horas y media de avión y al otro lado del teléfono.

José Ramón Cuesta, en Oviedo, esta semana. LUISMA MURIAS

El ovetense de la familia ucraniana

José Ramón Cuesta (Oviedo, 1966) está sentado en el centro de la fotografía rodeado de su familia ucraniana.

–Yuri y yo nos llamamos “hermano”. El año pasado se conocieron nuestras madres en Sanlúcar de Barrameda. Nuestros padres no pudieron conocerse. Su familia es la mía y estas semanas estoy muy preocupado.

José Ramón vive de la música. Creció en una casa con discos, hizo Empresariales en pleno Xixón Sound y organizó el pequeño festival Centollo Rock, primero de Asturias. En LA NUEVA ESPAÑA vio un anuncio para trabajar en Warner en Asturias y Santander, se presentó y lo cogieron. Ahí empezaron sus años en las multinacionales discográficas, que siguieron en EMI y Universal Music haciendo promoción, importación y posicionamiento de artistas en mercados nacionales e internacionales. En Universal como jefe de importación pasaron por sus manos los primeros trabajos de Amy Winehouse y de Lady Gaga y los más electrónicos de Franco Battiato. Rodó y voló mucho, creó su propia empresa de espectáculos, vive entre Oviedo y Madrid, toca el saxo y es un fotógrafo urbano que captura humanidad y humor y un risueño maestro de las relaciones personales.

Cuando trabajaba en Warner tenía mucha relación con Marc Parrot, “El Chaval de la Peca”, y en uno de sus bolos conoció a Yuri, “Gitanillo de Kiev”.

–Enganchamos inmediatamente y desde entonces somos inseparables.

Trajo a Yuri al Festival de la Sidra de Nava y en una edición en la que coincidió con el cineasta Tom Fernández (“La torre de Suso”, “Para qué sirve un oso”). Yuri se inscribió en el concurso de escanciadores, pero en el momento de concursar la sidra se le subió a la cabeza y la botella no pudo subir más arriba. En un festival de Nava cantó “Kalinka” con el debido permiso de la autoridad.

Su cuñada Olena resultó ser escanciadora por ciencia infusa: le dieron una botella de sidra, un vaso y echó un culín de libro. Fue la primera ucraniana que concursó y ganó un premio. Su hijo Glep también vino.

Yuri Mykhaylychenko descubrió Asturias de gira con “El Chaval de la Peca”.

–Fui asturiano hace un par de vidas. Al pasar el cartel de Principado de Asturias sentí como si volviera a casa. Hace 20 años que voy al Festival de la Sidra de Nava. Me gusta la sidra, el ritual, los cánticos, las gaitas y tengo amigos allí.

El año de la fotografía de los Mykhaylychenko fue la primera vista de José Ramón a Kiev. Por un problema en los vuelos llegó un día antes que Yuri. En el aeropuerto le estaba esperando Gennadiy con una pequeña maleta de cuero de la que sacó dos tazas de café y una botella de vodka. Los días acabaron con otra copa, la que logró la selección española en el partido de la final de la Eurocopa de 2012 con Yuri y José Ramón vestidos con la camiseta de la selección y cubiertos por sendas monteras toreras.

–Hace cuatro años estuve con Yuri en Moscú porque sacó un disco titulado “Memorias de un emigrante” de chançon rusa. Dio dos conciertos en una sala mítica que había sido cárcel. Es un poeta conocido, con dos libros publicados y un tercero que ahora no sé si saldrá. Fue durante la Navidad rusa. Pasamos la Nochevieja con una tía suya y vimos el discurso de Fin de Año de Putin, que fue muy humano y se refirió a los enfermeros que trabajaban ese día.

Hasta la pandemia José Ramón iba a Barcelona cada mes. Yuri grabó las canciones de Antonio, el hermano de José Ramón, con Vaudí para el “Sinatra y Jobim Project”, un espectáculo que se estrenó este San Mateo en la Universidad de Oviedo y lleva tres llenos en Madrid en los últimos seis meses. Antonio, que es camarero en La Corredoria, creció obsesionado con Frank Sinatra mientras José Ramón picoteaba el rock que llegaba a sus manos. Antonio clava a Frank Sinatra y, unido al músico brasileño Vaudí, homenajean el elepé de 1967 “Francis Albert Sinatra & Antônio Carlos Jobim” en un espectáculo de jazz y bossa nova.

Compartir el artículo

stats