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Barrer para casa
Eva Barreno | Catedrática emérita de Botánica

“Muniellos está abandonado desde hace mucho tiempo, se me cae el alma a los pies”

“Es un santuario para el estudio de la biodiversidad, debería ser declarado patrimonio de la humanidad”

Eva Barreno. LUISMA MURIAS

Eva Barreno Rodríguez es doctora en Biología, catedrática emérita de Botánica y directora de investigación sobre “Diversidad vegetal y ecofisiología vegetal” del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva de la Universidad de Valencia. Dirigió el estudio más exhaustivo acerca de la flora liquenológica del bosque de Muniellos y ha pronunciado esta semana en la sede del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), en Oviedo, dos conferencias sobre este asunto. Militante del PSOE, es madrileña de nacimiento y “asturiana empedernida”, asegura. Su familia materna es de la cuenca del Nalón. Veraneó durante muchos años en La Isla (Colunga).

–En la escuela nos contaron que los líquenes surgen de la asociación simbiótica entre un hongo y un alga. ¿Es así de sencillo?

–No. Son sistemas muy complejos, microecosistemas. Y holobiantes, unidades ecológicas formadas por la asociación de un hongo principal, que es el que le da la forma porque lo inducen los fotosintetizadores, y consumidores, productores primarios, levaduras y recicladores, ya que hay bacterias de todo tipo. Hemos llegado a detectar en un liquen muy común más de trescientas especies de bacterias. Muchas de estas tienen además una capacidad que nos dejó sorprendidos: más del 80 por ciento fijan nitrógeno. Muchas son también recicladoras de la materia orgánica muerta, e incluso de compuestos del tipo del petróleo. Los líquenes tienen de todo, son ecosistemas en miniatura, fenotipos simbiogenéticos, formas que se originan como procesos de integración de simbiontes.

–O sea, que un liquen está formado por hongos, algas, bacterias y levaduras.

–Sí. Y también, que no se me olvide, hay otros hongos muy importantes y a veces muy numerosos que no son los formadores del talo, que son los hongos liquenícolas y oportunistas. Algunos de ellos también son simbiontes. Con lo cual es un maremágnum.

–Aparte de todo esto, ¿qué tienen los líquenes que no tengan otros organismos? O, dicho de otro modo, ¿qué fue lo que le atrajo de los líquenes?

–Aunque yo vivía en Madrid durante el curso, en cuanto acababan las clases mi madre nos traía a la montaña de Asturias. Mi abuelo me enseñó algo que, según su visión tradicional, estaba “machacando los ciruelos”. Eran líquenes. No machacaban los árboles, sino que se alimentaban de su savia. Después, cuando mi gran maestro Salvador Rivas Martínez nos llevó a Cercedilla, lo primero que vimos fueron unas biomasas de líquenes impresionantes. Me llamaron la atención porque mi abuelo era lo que me había enseñado. Hasta entonces no me había vuelto a fijar. Le pregunté a Salvador qué era aquello, y me dijo que eran líquenes, que eran interesantísimos, pero que no podía darme mucha información porque de eso no sabía. Los cogí, los guardé en una caja, y al año siguiente conocí a una profesora ayudante, Ana María Crespo de las Casas, que venía del País Vasco pero que era una canaria empedernida –como yo soy asturiana empedernida–, y fue la que me enseñó que los líquenes eran maravillosos. Ahí empezó todo.

–¿Es cierto que los líquenes son excelentes “secuestradores” de carbono? ¿Qué papel juegan en la lucha contra el cambio climático?

–Uf, hay ahí mucho populismo. Secuestran carbono en el sentido de que realizan la fotosíntesis y de que fijan a los organismos, pero luego lo devuelven de nuevo a los ciclos de los hábitats. Lo más importante que tienen es el aporte de nitrógeno que realizan a los ecosistemas. Muchas bacterias fijan el nitrógeno atmosférico y eso es lo que permite a los líquenes ser autosuficientes; se automantienen.

–¿Por eso proliferan mejor en suelos en los que no hay nitrógeno?

–Claro, porque no lo necesitan. Los líquenes más sensibles a cualquier alteración ambiental, lo que significa entrada del ser humano y por lo tanto entrada de nitrógeno en el sistema, son los que tienen al mismo tiempo algas verdes y unas estructuras especializadas que se llaman cefalodios, que llevan cianobacterias, que también fijan el nitrógeno atmosférico y realizan la fotosíntesis. Son los líquenes que alcanzan los mayores tamaños y además los que están prácticamente desaparecidos en Europa y superestupendos en el bosque de Muniellos.

–¿Qué nos cuentan los líquenes sobre el estado ambiental de los espacios en los que habitan?

–Lo cuentan prácticamente todo. Como son sistemas tan complejos, las más pequeñas alteraciones los alteran mucho. Pese a la excelente capacidad que tienen de colonizar los medios más extremos, donde otros organismos no pueden, la paradoja es que son los que primeros sucumben a las alteraciones ambientales. Por eso son excelentes bioindicadores, los más tempranos y finos: cuando los líquenes ya están mal es cuando empiezan a “enterarse” las plantas vasculares, por ejemplo.

–Entonces los líquenes pueden ayudar en la gestión de espacios naturales.

–Claro, eso es muy importante. El problema está en que en el resto de Europa y en Estados Unidos se lo han tomado absolutamente en serio y están utilizando los líquenes, justamente, para ese papel, para indicar las alteraciones ambientales; pero en España no. Aquí, a pesar de que la normativa europea impone que en todos los estudios de impacto ambiental hay que utilizar líquenes, no se hace. No me gusta decirlo, pero siempre vamos por detrás. Es verdad que tendemos a achacárselo a los políticos, pero resulta que la sociedad no lo demanda. No hay conciencia en España sobre conservación, es muy baja. Y si no hay demanda social los políticos no se emplean a fondo.

–¿Algo más que añadir sobre líquenes?

–Que en los últimos veinte años el cambio en las técnicas de estudio que hemos podido aplicar es enorme. Con la secuenciación masiva, la secuenciación de Sanger, los nuevos sistemas de ultramicroscopía conflocal, el crioscanning… hemos avanzado de una manera impresionante. Pero en lo que más se ha avanzado dentro de todos los elementos de la simbiosis liquénica es con las microalgas verdes. Además, ahora mismo están “en el top”, porque tienen muchas aplicaciones biotecnológicas. De hecho, hemos conseguido un contrato en mi grupo para una predoctora en Bioquímica que trabaja al 50 por ciento con la Agencia Espacial Europea. Las microalgas son muy interesantes, muy especiales. Son productores primarios. Producen los azúcares básicos para que los hongos puedan crecer. Tienen aplicaciones para la alimentación, para la cosmética… prácticamente para todo. Por ejemplo, estamos mirando a ver si se experimenta con algunas sustancias liquénicas que filtran la radiación ultravioleta para elaborar cremas solares.

–¿Cómo conoció Muniellos y por qué le interesa tanto?

–Conocí Muniellos a través de “Viti”, Víctor Vázquez, que cuando era estudiante se presentó en Madrid y vio que estábamos trabajando en líquenes. Hizo su tesina sobre líquenes de Asturias y a partir de ahí tuvimos relación. En el año 1980 se organizó una expedición por Asturias, uno de los sitios donde paramos fue en Muniellos y quedamos alucinados porque no habíamos visto un sitio así nunca. Y yo conocía, por ejemplo, la Selva Negra. Cuando Víctor Vázquez, que tenía conciencia absoluta de que Muniellos era algo grandioso, fue nombrado director general de Recursos Naturales, luchó para que fuera declarado Reserva de la Biosfera y potenció los estudios de biodiversidad. Un día me llamó y dio la casualidad de que en ese momento estaba sentado frente a mí Sergio Pérez Ortega, que se había formado en la Universidad de Oviedo y a quien desde pequeño también le habían gustado los líquenes. Viti me dijo que había conseguido financiación para estudiar los líquenes de Muniellos. Se nos llenaron los ojos de chiribitas. De ahí los estudios y el libro “Líquenes en la Reserva Natural Integral de Muniellos, Asturias”.

–¿Deberían retomarse las investigaciones sobre la biodiversidad de Muniellos que se iniciaron en 2000 y se suspendieron cuatro años después?

–Absolutamente. Muniellos es un monumento para el estudio de la biodiversidad. Es un ejemplo único, no hay nada igual y con lo pequeñito que es… La diversidad de líquenes en un espacio predice la biodiversidad general, de todos los organismos, incluidos los animales más grandes, los osos. En Asturias lo tenemos todo, urogallos, osos… es una maravilla.

–¿No están mejor conservados que Muniellos, por ejemplo, los bosques de Escandinavia?

–No, porque están más utilizados. Entresacan, talan… En Muniellos desde hace más de cincuenta años que no se tala, no se saca madera y no se revuelven los talos. Lo que necesita ahora Muniellos es ser reevaluado, por ejemplo, para constatar que empieza a haber alteraciones debido al cambio climático. No es solo que las cuatro especies de líquenes más sensibles puedan estar en un mismo árbol, que eso ya es único en el mundo, sino que, además, en Muniellos tienen unos tamaños impresionantes. Que eso no se esté potenciando es una pena, porque es una de las riquezas patrimoniales de Asturias.

–Un santuario ambiental.

–Esa es la palabra. Sí. Es único en el mundo. En Estados Unidos, donde he trabajado y he estudiado mucho, los parques nacionales son maravillosos, y los tienen muy cuidados y muy bien conservados. Tienen unos territorios vírgenes enormes. Pero como están generando tantos contaminantes que impactan a cientos de kilómetros, muchas de esas zonas ya no son tan vírgenes. Muniellos, sí.

–¿Qué significa la reserva natural integral de Muniellos en el contexto mundial de la conservación de la biodiversidad?

–Es un number one. Un número uno. La pérdida de conocimiento y de riqueza patrimonial de Asturias al no seguir estudiando Muniellos es enorme, más aun con las nuevas técnicas de las que disponemos ahora. Solo con pensar en las microalgas y las cianobacterias que están sin describir y que seguro que están en Muniellos… Porque allí seguro que encontraríamos lo que ya no existe en otros sitios.

–¿Falta que los asturianos lo aprecien un poco más?

–Dentro de todo, y comparado con otras comunidades autónomas, los asturianos bastante habéis hecho. Ahora bien, en España hay dos sitios donde de verdad la sociedad, desde siempre, ha presionado en favor de la conservación ambiental. Uno es Cataluña, y el otro, quizá el mejor ejemplo, Canarias. Estudiando hace años los pinares canarios, nos alojábamos en un aparthotel y recuerdo a una señora de la limpieza, que firmaba con la huella digital, con la que hablábamos y a la que pedíamos disculpas porque manchábamos todo con las muestras. Pues un día se me acerca y me pregunta qué hacemos con los pinos de su tierra. Le expliqué que era para ver el impacto de los contaminantes que llegaban de otras zonas y se me quedó mirando muy fijamente y me dijo: “Solo le pido una cosa, que salve nuestros bosques de Canarias”. Todavía se me ponen los pelos de punta. Allí sí hay demanda social.

–En el año 2004 usted reclamó en un artículo de opinión publicado en LA NUEVA ESPAÑA que Muniellos fuera declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. ¿Sigue mereciendo esa distinción?

–Claro que sí, sin duda.

–¿Le hizo caso el Gobierno del Principado?

–Ninguno. Desde hace mucho tiempo han abandonado Muniellos. He vuelto a la periferia de la reserva y se me cayó el alma a los pies. Y he leído que están tratando de abrir más la mano para ampliar el cupo diario de visitantes por la alta demanda.

–¿Deberían permitirse más visitantes?

–Lo mejor que se ha hecho en Muniellos es limitar las visitas humanas a veinte al día y haberlo mantenido. Esa es la mejor estrategia de conservación que se ha hecho. De hecho es el único bosque donde no hay líquenes nitrófilos (los que viven en suelos ricos en nitrógeno). Solo los hay a la entrada de la reserva, porque allí es hasta donde llega la humanidad. Por eso es un santuario. La mejor síntesis es: el ciclo de nitrógeno está equilibrado, no hay acumulación. Y por eso debe ser Patrimonio de la Humanidad. Mantener el cupo de veinte personas al día es fundamental.

–¿No hay otros bosques sin presencia de nitrógeno en el suelo?

–Ahora mismo es dificilísimo encontrarlos.

–¿Queda mucho por investigar en Muniellos?

–Muchísimo. Con las nuevas técnicas en Muniellos los resultados serían impresionantes. Está todo por descubrir con las nuevas tecnologías.

–¿Cuántas especies de líquenes se han identificado hasta ahora en Muniellos?

–Pues 512. Eso significa que Muniellos es patrimonio de la humanidad, porque 512 especies en un territorio de tan pocas hectáreas (la reserva tiene 5.970) significa que la diversidad biológica es altísima. En Muniellos hay ríos con unas aguas tan puras que ya no se conocen prácticamente en ninguna otra parte, sin acumulación de sustancias nitrogenadas. Incluso Sergio Pérez Ortega descubrió en las aguas de Muniellos unos líquenes que se pensaba que habían desaparecido o que se los habían inventado los antiguos. ¿Qué significa? Pues que ya casi no hay ni siquiera arroyos de montaña sin acumulación de nitrógeno. Eso es el emblema de Muniellos: de esas 512 especies, las nitrófilas no llegan ni siquiera al 12 por ciento. Y las que hay están concentradas en Las Tablizas y en las proximidades de los pueblos de La Viliella y Valdebois.

–¿Puede haber en Muniellos más especies sin identificar?

–Sí. Hicimos varios análisis estadísticos y nos salía que la media de especies que debería haber son 640, pero uno de los análisis, el que más se utiliza, elevaba el número hasta 732. Eso es la maravilla de las maravillas, y no solo para la flora española, sino para la europea. Lo que hicimos nosotros en su día fue una pincelada. Habría que seguir investigando.

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