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El carbón sigue siendo una energía insustituible

Contra lo que se repite, se quema más mineral desde que empezó el siglo XXI y seguirá siendo así al menos en los próximos 50 años

 José Antonio Sáenz de Santa María Benedet es geólogo y fue Presidente del Colegio de Geólogos de Asturias entre 2016 y 2020

Durante muchos años, hemos sido bombardeados por titulares de prensa que denuestan el carbón como una energía muy “sucia” generadora de la mayor parte del CO2 que, junto con otros gases, constituyen los denominados Gases de Efecto Invernadero (G.E.I.) que se consideran responsables únicos del actual ciclo de calentamiento global.

Es cierto que el carbón es el material que más CO2 genera en su combustión, tanto para la producción de electricidad como en otros procesos industriales básicos (siderurgia del hierro y el acero, cemento, cerámica, etcétera). Y también es cierto que es una energía insustituible y seguirá siéndolo durante los próximos 50 años.

Los objetivos climáticos de la Unión Europea han llevado a una reducción muy fuerte del carbón dentro de las economías de los países miembros. La Unión, responsable de la emisión del 9% de los G.E.I., está intentando desterrar el carbón de nuestras economías mientras que China (35% de emisiones G.E.I.) y los Estados Unidos (25% de emisiones G.E.I.) continúan con su producción, su comercio y su consumo.

En un país como España que, en los últimos tiempos y por decisión gubernamental, ha cerrado la mayor parte de sus centrales térmicas (solo quedan tres) y todas sus minas de carbón con especial incidencia en el empleo de grandes zonas del noroeste español, puede sonar raro hablar de la pujanza global del carbón. Sin embargo, solo hay que acudir a los datos estadísticos de organismos de prestigio para conocer la situación mundial real.

Según la Agencia Internacional de la Energía (IEA), la producción y consumo de carbón en el mundo no ha hecho más que aumentar desde que se inició el siglo XXI. En 2000 se produjeron y consumieron 3.600 millones de toneladas de carbón (Mton) mientras que en 2020 fueron 6.800 Mton. El carbón ha duplicado sus cifras en 20 años.

Las reservas globales probadas de carbón son hoy 1,07 billones de toneladas. Estas reservas, a pesar de la explotación, han permanecido estables en los últimos 20 años tanto por el mejor conocimiento geológico de las diferentes cuencas carboníferas como por el incremento de los precios internacionales del carbón.

A principios de siglo el precio rondaba los 50 dólares por tonelada mientras que en 2021 se mueve alrededor de los 150 dólares. El incremento de precios pone en el mercado reservas explotables con un mayor coste producción. Con los niveles de extracción actuales existen reservas de carbón para unos 150 años.

Los mayores productores de carbón son China (3.200 Mton/año), Indonesia (610 Mton/año), Estados Unidos (580 Mton/año), Australia (530 Mton/año), India (520 Mton/año), Rusia (375 Mton/año) y Sudáfrica (250 Mton/año). Es muy llamativo el caso de China que, en los últimos 20 años, ha triplicado su producción de carbón desde 1.000 Mton de 2001 hasta los 3.200 Mton actuales.

Entre los consumidores, China utiliza 3.500 Mton/año seguida de India con 800 Mton/año, USA (490 Mton/año), Japón (210 Mton/año) y Rusia (150 Mton/año). El conjunto de los países europeos, en 2020, consumieron 490 Mton. No somos tan “verdes” como pensamos. De acuerdo con los datos y como ya se ha dicho, el carbón es una de sus principales fuentes globales de energía y, con el gas y el petróleo, seguirá siendo una energía de referencia en los próximos 50 años.

Puede que estos datos le hayan sorprendido, pero están al alcance de todos. Solo hay que seguir la prensa especializada o entrar en las páginas adecuadas de la red. Incluso en la prensa generalista salen noticias que hablan de la importancia del carbón. Así, hace unos meses, China anunció que pondría en funcionamiento 100 centrales térmicas de carbón hasta el año 2030 (una nueva por mes). También hace poco, el primer ministro de Australia se negó a restringir sus exportaciones de carbón con el lógico argumento de que, si Australia no exportaba carbón, otras naciones lo harían.

Hasta aquí la situación del carbón a escala mundial que se ha complicado con las nuevas circunstancias geopolíticas provocadas por la guerra de Rusia contra Ucrania. El intento que realizan los países de la Unión Europea para ser menos dependientes del gas y del petróleo rusos conduce a un problema gigantesco de abastecimiento de energía que amenaza con bloquear, durante el próximo invierno, las calefacciones domésticas, los procesos industriales y, en general, las economías europeas.

En este contexto los países europeos han ido tomando medidas de sustitución. En Alemania se ha puesto en funcionamiento una central térmica de carbón de 1.000 MW de potencia y se han aumentado drásticamente las importaciones de carbón. Como en España, las cuencas carboníferas alemanas (Rhur y Sarre) sufrieron en el pasado procesos de cierre.

Austria se prepara para reabrir la central de carbón de Mellach cerrada desde 2020. La IEA. ha pedido que los países mantengan operativas las centrales de carbón durante un período indefinido mientras dure la guerra. Holanda, por su parte, está reabriendo el campo de gas de Groningen que se había cerrado por problemas relacionados con el medio ambiente.

Estos cambios implican un fuerte incremento de la demanda de carbón mundial que ha hecho que los precios del mineral se hayan disparado llegando, en algunos momentos recientes, a alcanzar los 350 dólares la tonelada. Estos precios permiten suponer que la producción global de carbón aumentará considerablemente en los próximos años.

En España los problemas no son tan acuciantes pues tenemos la mejor y más extensa red gasista de la Unión Europea con 7 regasificadoras en nuestras costas que nos permiten recibir hasta 90.000 millones de metros cúbicos de gas por año (90 Bcm) y un gaseoducto proveniente de Argelia que nos suministra otros 20 Bcm por año. No obstante, por decisiones políticas, nuestras relaciones con Argelia no atraviesan su mejor momento y nuestro país ha renunciado radicalmente a la utilización del carbón en nuestro sistema energético. Solo se importa el necesario carbón siderúrgico.

Renunciar al carbón térmico para la producción de energía eléctrica nos convierte, nuevamente, en los quijotes de Europa pues el resto de los países empiezan a arrancar sus centrales de carbón de acuerdo con las recomendaciones de la IEA. En nuestro país, por contra, se están desmantelando las centrales térmicas. Es un caso clarísimo de estupidez estratégica dadas las circunstancias geopolíticas internacionales actuales.

En mi opinión deberían conservarse estas plantas productoras de energía eléctrica, con cuyo cierre, entre otras cosas, ha aumentado mucho el precio del Megawatio-hora (MWh) que ahora es fijado en el mercado por el gas natural que, como es sabido, ha sufrido un fuerte encarecimiento.

Para terminar, me gustaría señalar que la Cuenca Carbonífera Central de Asturias y el carbón español en general, fueron cerrados cuando el precio internacional era de 50 dólares la tonelada y se producía carbón nacional a unos 200. Hoy el precio ronda esos niveles y llega ocasionalmente a los 300 dólares la tonelada. Con estos precios deberíamos plantearnos la reapertura de algunas de nuestras minas que podrían ser competitivas y, sobre todo, estratégicas. Para esto, haría falta un cambio en la mentalidad política de nuestros dirigentes que han renunciado al carbón por consideraciones estrictamente ideológicas y no técnicas.

Un último apunte acerca de las emisiones de CO2 y otros G.E.I. De acuerdo con los datos de la IEA, las emisiones globales de CO2 aumentaron un 4 % en 2021, ya que la demanda de carbón, petróleo y gas se recuperó con la economía. El aumento ha sido de 1.200 Mt (millones de toneladas) CO2. En el año 2000, el mundo emitió 25 Gigatoneladas de CO2 (25 Gton) a la atmósfera y, desde entonces, nunca se ha producido una disminución de emisiones. Así, en 2020, se emitieron 37 Gton y se espera llegar a 55 Gton en 2050.

Las medidas de lucha contra las emisiones de CO2 consignadas en los acuerdos internacionales no están teniendo ningún resultado práctico. Esto es debido, fundamentalmente, a dos factores incontrolables: el aumento de la población (se estiman 9.000 millones en 2050) y el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) mundial, especialmente en los países en vías de desarrollo. El aumento acelerado de economías como India y China implica un incremento muy importante del consumo de energía.

Este es el futuro y, en él, el carbón juega un papel fundamental proporcionando energía tanto en la producción de electricidad como en los procesos industriales básicos sobre los que se asienta el desarrollo económico y social de la Humanidad.

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