Entrevista | Francisco González Zapico | Exalcalde socialista de Langreo

"Lo mejor como alcalde de Langreo fue Valnalón; lo peor, el conflicto de Duro"

"Contribuí a crear la Unión de Campesinos de Asturias desde Salas y Grado, y por Sáenz de Miera me llamaron la atención en Madrid"

Francisco González Zapico, en Oviedo, donde vive. | |  LUISMA MURIAS

Francisco González Zapico, en Oviedo, donde vive. | | LUISMA MURIAS / Javier Cuervo

Javier Cuervo

Javier Cuervo

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Francisco González Zapico (Tras el Canto, Ciaño, Langreo, 1945) creció en un ambiente minero, pero su gusto por la naturaleza le llevó a ser ingeniero técnico agrónomo. Cuando empezó a trabajar en el Servicio de Extensión Agraria pasó a vivir en destinos rurales y por la influencia de haber crecido en un mundo de huelgas y reivindicaciones contribuyó a la creación de la Unión de Campesinos Asturianos.

Se da de alta en el PSOE en 1977 con experiencia suficiente como para ser un socialista destacado en el conocimiento rural y así llegó a ser diputado por Asturias entre 1982 y 1989, portavoz de Agricultura y Pesca en el Congreso y vicepresidente de esa comisión de 1986 a 1989.

Esa trayectoria política le trajo de vuelta a las cuencas mineras para sustituir a Aladino Fernández como candidato a la Alcaldía de Langreo. Ejerció el cargo entre 1987 y 1995 y presidió la Asociación Comarcas Mineras (Acom-España).

Regresó a la Administración pública como responsable del Área de Agricultura y Pesca de la Delegación del Gobierno en Asturias, fue fugazmente delegado del Gobierno en Asturias en sustitución de Antonio Trevín y se jubiló en 2012.

Está casado con María Alegría García Cabo y tienen una hija, Paula, que hizo Magisterio en Lengua Inglesa y está casada.

–Nací en 1945 en Tras el Canto (Ciaño), un pueblo de 2.000 vecinos que llegó a tener tres pozos de carbón en lo que va de Ciaño a Mieres por Urbiés. Tuve una hermana, 3 años menor; ya falleció.

–¿En qué trabajaba su padre?

–Gaspar dejó la mina porque no se ganaba nada, había muchos accidentes y silicosis; estuvo en los altos hornos de Duro Felguera y luego fue carretero. Transportaba carbón, compraba vales de carbón y los revendía. Empezó con carro y caballo, siguió con un camión Hispano-Suiza y después con un GMC de subastas del Ejército americano.

–¿Cómo era su padre?

–Como mucha gente en la miseria, mi padre sacaba adelante la familia con 15 horas de esfuerzo físico. Estuvo 5 años movilizado. Lo subieron a un camión en la Cuenca para retirar cadáveres en descomposición en el cuartel de Simancas de Gijón. Estuvo en el cerco de Oviedo y tocaban a una bala de Mauser para 6 personas. En 1937 los nacionales lo mandaron al Ebro, a Lorca y cuando acabó la guerra lo tuvieron casi dos años en cuarteles. Su madre estaba sola en el mundo porque el marido los abandonó. Ella iba con una máquina de coser en la cabeza a casas de ingenieros y fue cocinera de un colegio de frailes.

–¿Y su madre, María Rosa Zapico Valles?

–Quedó pronto sin padre, que murió en la catástrofe del 14 en el pozo de San Luis de la Nueva. Eran cuatro hermanos y el mayor entró a trabajar en la mina con 12 años. Conoció a mi padre porque bajaba al mercado de Sama con 2 o 3 litros de leche. Cuando yo era pequeño, en casa de mi abuela materna, en La Fresnosa, de ganadería y minería, había luz de candil y colchones de hoja de maíz. Mi madre ayudaba a mi padre vendiendo el carbón de la Puente’l Carbón al Altu La Madera. Ni mi padre ni mi madre habían ido a la escuela.

–Hable de su abuela paterna.

–Vivió con nosotros hasta mis 9 años. Tenía 63 y me parecía una anciana, de negro y pañuelo. Me cuidaba y llevaba a cosas religiosas. Era diabética y cardiópata.

–¿Pasó necesidades?

–No. No tuve Reyes, como la mayoría de mis conocidos.

–¿Tenían ideología?

–En la zona todos eran obreros socialistas o comunistas. Un hermanastro de mi madre estuvo en el Ejército republicano y en la guerrilla.

–¿A qué escuela fue?

–A una de Duro Felguera con una maestra de 70 años y 30 neños y neñes en un edificio destartalado, sin cristales, al otro lado de río Samuño, que pasábamos por un puente de dos troncos y tablas. No aprendí nada.

–¿Qué rapacín era usted?

–Me gustaba la naturaleza. A los 6 años cogí una dolorosísima pleuritis con neumonía después de un día a la hierba. Mi padre no tenía Seguridad Social. Un médico de Langreo, "El Zamorano", represaliado por atender a "fugaos", le dijo a mi padre que un conserje de la Montera traficaba con penicilina de estraperlo de Francia y le compró una dosis fuerte para salvarme.

–¿Cuánto estuvo en cama?

–Cuatro meses. Si hacía sol me sacaban al patio junto a una vecina de 18 años, mal de la columna, que pasó 6 meses en una cama de escayola y me contaba cuentos.

–¿Cómo consiguió estudiar?

–La maestra, que influía mucho, le dijo a mi madre que hiciera Bachiller. Solo estudiamos 3. La dirección era la mina o los talleres de Duro. No estaba preparado para el ingreso y mi madre habló con dos hermanas muy jóvenes, que vinieron de Madrid a poner farmacia, para que me ayudaran con dictados y cuentas. Me daban clase gratis en la trastienda.

–¿Qué tal en el colegio?

–Llegué en pantalón corto remendado, con alpargatas argentinas y hablando asturiano de casa. Los del centro de Sama se reían de nuestro "vinir" y "dicir". Los que venían de las escuelas nacionales y de los salesianos sabían mucho más. Me adapté, pero me costaba concentrarme. En casa no había dónde estudiar. Había una bombilla con un cable y la vida se hacía en la cocina. No tenía baño ni retrete.

–¿Su asignatura preferida?

–El profesor de Literatura, Belarmino el de la librería Belter, me incitó a leer, algo que no había hecho nunca. Tenía a disposición los libros de la colección Araluce y empecé a leer novelas de Zane Grey, Agatha Christie y "Un mundo feliz".

–Qué hacía en Sama?

–Trastadas al guarda del parque, que era cojo, e ir al cine Ideal a ver películas del Oeste y, en seguida, a hacer manitas con chicas. En las Cuencas íbamos por delante en eso, se lo aseguro.

–¿Sabía qué le gustaba?

–Los animales, pescar truchas en el río, En sexto de Bachiller pensé que sería ingeniero técnico agrónomo porque quería trabajar lo antes posible y ganar dinero. Aunque ayudaba a mi padre desde los 12 cargando y descargando con pala de carbón del 9 salía con cero pesetas.

–¿Qué opinaron en casa?

–Mi padre pensaba que yo iba a seguir de camionero, pero pensaron que si yo quería seguir y ellos podían, estudiaría. De los 66 de Bachiller quedamos 12. En la reválida de sexto nos pusieron un cuadro para que dijéramos cuál era. Respondí: "Jesucristo vestido de mercader". Era el autorretrato de Durero. No habíamos dado nada de arte. Fue muy importante el Preuniversitario: se inauguró el instituto y pasamos de todos los colegios del Nalón.

–¿Qué tal estudiante era?

–De aprobar "raspiando". Repetí sexto. En Preu había 12 chicas y 30 chicos. Hicimos la primera huelga de un instituto.

–¿Por qué causa?

–Un chico que se sentaba detrás del grupo de las chavalas se quitaba la camisa y les decía salvajadas. Una se hartó y protestó a la directora, Isabel Huerta. Investigaron y lo expulsaron. Nombramos una comisión para que lo readmitieran y que perdiese el curso. Bajó el castigo a 3 meses y logramos que no entrara nadie a clase. Aprendí a negociar y en tres semanas lo readmitieron.

–¿Dónde iba a estudiar ingeniero técnico agrícola?

–En la pública de Navarra como mis dos amigos, lo que lo hizo más asequible. Llegamos, después de tomar 4 trenes, a las 7 y media de la mañana. Viendo el escaparate de la tienda de deportes de Zariquiegui, un árbitro nacional, nos dijo una voz: "Pelicía; decumentación". Era Silvino, de Ciaño, que había ido a trabajar a las minas de potasas. Nos facilitó cómo ir a la escuela, en Villaba, y comimos con él. Vivíamos los tres en el mismo cuarto de pensión.

–¿Le gustó la carrera?

–Sí, sin brillantez, pero tenía esa vocación. Pamplona era todo conventos. Un domingo contamos en el periódico que se decían 257 misas. No había una boîte; solo una cafetería y un bar de alterne. En marzo ennovié con una sobrina de la patrona de la pensión y me trataron con mucha generosidad.

–¿Hubo política en la carrera?

–Vi las huelgas del 62 y cómo se disolvían los grupos de más de dos personas. En Navarra hicimos movilizaciones cuando nombraron a Manuel Fraga ministro de Información y Turismo, quemamos el "ABC" y tiramos piedras a la Policía. No se veía entonces a ETA como una banda terrorista, sino como un movimiento antifascista y mucha gente no lo veía mal. A un compañero de clase le cayeron 12 años de cárcel en el proceso de Burgos.

–¿Y la mili?

–Hice milicias universitarias en el Pirineo catalán, a 50 grados, en barracones-escuela de hormigón. El segundo verano disparé con todo lo que tenía el Ejército español en una escuela de aplicación y tiro de Hoyo del Manzanares. Los 4 últimos meses me destinaron a Araca (Vitoria). Hacía un frío... En un salto en marcha del camión se me hinchó una rodilla y me llevaron al alférez médico: reuma. Me hicieron administrador del hogar del soldado.

–¿Qué fue de la novia?

–El día de mi último examen tuvimos una discusión casual tremenda. Al salir del examen un amigo que tenía un 2 CV me ofreció ir a Asturias. Hice la maleta en la pensión y marché.

–¿Empezó a trabajar pronto?

–A los tres meses entré a trabajar en un laboratorio de farmacología en Madrid. Querían un futuro delegado en Asturias y en tres meses estaba aquí, ganando 10.000 pesetas al mes. Al poco, vi otro anuncio en el que convocaban plaza para un delegado en Asturias de Gallina Blanca Purina. Estuve de febrero a julio. Me mataba trabajando para abrir mercado. Compré un 600, iba a granjas de cerdos y gallina, asesoraba a cambio de compras y luego la empresa no servía al cliente.

–Lo dejó y...

–Pasé julio y agosto de puta madre: con perres, enseñando las llaves del coche a ver si ligaba... era capitán general. Y se presentó mi antigua novia de Pamplona.

–¿Drama?

–No. La atendí los 15 días que estuvo, pero yo había cambiado muchísimo y quería esa vida de juerga que iba del Corpus Christi de Ciaño, en junio, a Los Mártires de Tiraña, en noviembre, y por el día a las playas de Rodiles y Gijón. En agosto un amigo me habló de un trabajo en la Jefatura Agronómica para hacer un estudio sobre la producción de manzana de sidra. Anduve todas las pumaradas. Luego salieron oposiciones del servicio de Extensión Agraria. No quería ser funcionario.

–¿Por qué?

–Me parecía parasitar, prefería el mercado. Un compañero compró el temario, pagué la mitad y casi no estudié. En la tarde anterior al último examen fui a ver a una novieta y un Dauphine se metió por mi carril, lo esquivé, pero llevé un golpe y me examiné con un derrame en los ojos.

–Aprobó.

–Y pasé 5 meses interno en una escuela de formación en San Fernando de Henares, donde observaban cómo actuabas según un modelo estadounidense que copió el Gobierno de Franco. Hice prácticas en la oficina de Extensión Agraria de Vivero. Una compañera espléndida me inculcó que había que desarrollar el campo y que estabas al servicio de la gente. Era muy galleguista y nos reuníamos de noche en San Miguel de Reinante con compañeros y hablábamos de política.

Conocía poco a Villa, pero para sustituir a Aladino Fernández no quería ni a Avelino Pérez ni a Belarmino Noval, al que gané por poco en una votación interna

–¿Cuándo se casó?

–En 1974 con María Alegría García Cabo, de mi pueblo. Trabajaba y vivía en Luanco, pero iba a Langreo, que en los lunes de mercado en Sama se convertía en el centro de toda la Cuenca en plenitud, con muchas cafeterías y pandillas. Alegría iba con una amiga y empezamos a hablar. Trabajaba en la administración de la empresa de sus tíos. En dos años nos casamos.

–¿Cuándo empezó a definirse políticamente?

–Cuando encontré trabajo y me reencontré con amigos que pensaban militar en el PSOE que se reorganizaba en Langreo. Entonces los que organizaban las huelgas eran comunistas. Me di de alta en 1977.

–¿Su siguiente destino?

–Salas. Yo vivía allí y mi mujer en Langreo cuando nació nuestra hija Paula. Alrededor de mi trabajo organicé y dirigí un grupo de teatro en bable con jóvenes de Mallecina. Representábamos a Eladio Verde. Con el dinero que ganamos fuimos 15 días a Palma.

–¿Y políticamente?

–Conocí a Carlos Alberto, secretario de organización de UGT regional, e intentamos rehacer el partido en el concejo. Venía de una zona donde los sindicatos eran esenciales y contribuí a que naciera la Unión de Campesinos Asturianos (UCA) con gente de entre 20 y 40 años. A Franco le quedaba poca cuerda. Ese movimiento nacía a la vez en Tineo y en Valdés y nos reuníamos con Manolo el de Carcedo, Jeromo el de Hevia, Honorio Díaz... Preparamos un manifiesto, que firmaron más de cien personas. Las cámaras sindicales agrarias no nos dejaban hacer reuniones y el cabildo de la Unión de Labradores me declaró non grato.

–¿Tuvo consecuencias?

–Jesús Sáenz de Miera llamó a Fraga, que era ministro del Interior, nos mandaron a la Guardia Civil y decían que estábamos organizando el Partido Comunista, que era la obsesión del régimen. Me llamaron la atención en Madrid. La Iglesia apoyó dejándonos sacristías.

–Siguiente paso.

–Grado. El PC tenía implantación a través de la Asociación de Amigos de la Naturaleza (ANA). Carlos Alberto salió secretario de organización en el congreso de Perlora y nos pusimos a reorganizar el partido en Grado sobre la base formada por la tradición y los mineros del caolín. Los mineros no sintonizaban con lo campesino. Siempre defendí que los socialistas tenían que acercarse al mundo rural, pero eran los tiempos en que si eras del PSOE te afiliaban a UGT y yo decía que eso no era válido para el campo. Y la socialista Federación de Trabajadores de la Tierra era de jornaleros y aquí la mayoría de los campesinos eran autónomos y propietarios. Había mucha división de opiniones y Suso Sanjurjo, secretario general de la FSA, no se atrevió a definirse, pero si queríamos ganar en 1983 en la autonomía había que conseguir alcaldes campesinos. En 1981, en un congreso en Gijón, me propusieron entrar en la ejecutiva de la FSA de secretario de agricultura. La Federación de Trabajadores de la Tierra consideró como base de representación a UCA.

–Usted fue diputado nacional.

–Me propusieron ir de sexto y no quería porque estaba a gusto en mi trabajo, pero entonces se obedecía al partido. Alfonso Guerra cambió la lista aprobada porque quería profesionales, pero me mantuvo. Era imposible que saliera y acepté. Pero era 1982 y salí. Creo que Pedro de Silva influyó mucho en que fuera portavoz de Agricultura.

–¿Qué tal le fue?

–No tenía experiencia y sentía mucho respeto porque debatía con un portavoz agresivo y muy experimentado de Alianza Popular. En mi segunda legislatura me nombraron vicepresidente de la comisión de Agricultura.

–Alcalde de Langreo.

–Me lo propuso la comisión ejecutiva de la FSA.

–No sin Fernández Villa.

–Lo conocía poco.

–¿Había pensado en ser alcalde alguna vez?

–No, pero la marcha de Aladino Fernández desató una guerra en el Ayuntamiento y en el SOMA y se lanzaron Avelino Pérez y Belarmino García Noval. Al SOMA, FSA y la agrupación que controlaba el SOMA no les gustaba ninguno.

–Usted era langreano de fin de semana.

–Pero en 1986 había hecho algo que no hicieron los demás: abrir una oficina parlamentaria y tenía cola de gente. Gané por poco a un Belarmino líder y valiente en una votación interna.

–Como alcalde, de 1987 a 1995, ¿qué es lo mejor que recuerda?

–Valnalón. Llegué a un Langreo que parecía una ciudad bombardeada porque había cerrado Duro en 1981 y las empresas al socaire que habían hecho la ciudad. En La Felguera me hablaban de que cuando sonaba el pitu del turullu entraban a trabajar 3.000 personas. Además, el Gobierno del PSOE estaba en minoría y con los escándalos de Roldán y Mariano Rubio. Nuestra oposición era el PC.

–¿Qué pudo hacer?

–Era muy amigo de Manuel Chaves, ministro de Trabajo, a su vez, muy amigo de Carlos Solchaga. Le dije: «O encontramos alguna solución o el PSOE desaparece en las Cuencas». Paz Fernández Felgueroso era consejera de Industria y había decidido pagar a Pericles para que se hiciera cargo de la ruina de Duro. Chaves me mandó al director general de empleo, pasamos un día viéndolo todo y me hizo una propuesta.

–¿Cuál?

–Os entrego todo lo que destino al paro en Langreo si hacéis una empresa que recibiría del Principado el dinero para el coste de los materiales y el Ayuntamiento pagaría a los trabajadores la diferencia salarial entre el paro y el convenio del sector que sean. Allí trabajaron más de 500 parados durante casi 10 años. En Valnalón, después de 7 u 8 años, se instalaron industrias, un centro de formación espectacular, un centro de empresas de asesoramiento y apoyo, y se recuperaron más de 2.000 trabajadores sin el pitu del turullu.

–¿Lo peor de sus años?

–El conflicto de Duro Felguera fue lo peor después de la Guerra Civil: el enfrentamiento de Feliz Mazón y Manuel Sánchez Terán, que rompió los sindicatos y se declaró el asamblearismo. Fue una lucha de guerrillas que ascendieron a la región, se quemaron sucursales bancarias, se cortaron carreteras, 8 trabajadores en huelga de hambre se encerraron en el Ayuntamiento durante 66 días, uno le pegó una patada en el coño a una concejala, a mí me cogieron por el cuello y me amenazaron de muerte. Los apoyé, me reuní... nada les bastaba.

–Fue delegado del Gobierno.

–En los últimos meses de 2011, cuando dimitió Trevín, en el gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero. Cuando acabó, el siguiente delegado, Gabino de Lorenzo, me dijo «quédate de delegado en Agricultura y Pesca», donde estaba antes, «el tiempo que quieras». Me jubilé en 2012.

–¿Y_qué tal?

–A los 15 días, la Cooperativa de Agricultores y Ganaderos de Gijón me pidió que fuera consejero. Luego me nombraron presidente de Asturbiotech, que produce embriones in vitro. Fui candidato y soy vicepresidente de IGP Ternera Asturiana. Tengo una plantación de arándanos y manzanos.

–Fue un padre presente

–Poco. Antepuse el trabajo y las responsabilidades a la familia.

–¿Qué tal cree que le trató la vida hasta ahora?

–Relativamente bien. Desarrollé mi capacidad en el ejercicio de mi vocación. En política, tuve momentos buenos y algunos muy malos. Hice mi labor sin escatimar. Estoy agradecido a amigos que he dejado en todos los sitios donde trabajé.

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