Entrevista

"La Constitución tiene salud; su solidez nace de que se cuestione"

"Vamos a pasar momentos críticos e incluso muy críticos, pero saldremos de cada uno de ellos con más Europa"

Ricardo Chueca, en una imagen de archivo.

Ricardo Chueca, en una imagen de archivo. / GUSTAVO SANTOS

Ricardo Chueca Rodríguez es catedrático emérito de Derecho Constitucional de la Universidad de La Rioja y está considerado –tal y como figura en su currículum– uno de los principales expertos de España por sus investigaciones y publicaciones en el ámbito del fascismo español y el franquismo, la representación política, la decisión mayoritaria en los estados democráticos o el derecho de disposición al final de la vida propia, entre otros.

Estos asuntos y otros de actualidad los aborda en esta entrevista con LA NUEVA ESPAÑA con motivo de su visita mañana a Asturias para participar en el ciclo "Fundamentos. Modelos constitucionales a debate" que impulsa la Junta General del Principado.

Doctorado en Derecho por la Universidad de Zaragoza en 1980, en Oviedo hablará junto a la profesora de Derecho en la Universidad de Oporto Anabela da Costa Leão sobre "La problemática del voto de los nacionales residentes en el extranjero".

–¿Y cuál es esa problemática?

–Es variada y compleja. Podríamos decir que tenemos problemas en la determinación cierta de los votantes y en la gestión de los sufragios emitidos.

–Aunque sea legal, ¿hasta qué punto es razonable que quien vive fuera y lejos de modo permanente decida sobre las autoridades de un territorio en el que no reside?

–Su pregunta dispara acertadamente a una diana que se asemeja al elefante en el salón que todos ignoramos. Un grupo de especialistas acabamos de finalizar un estudio que nos ha ocupado dos años. Y uno de los resultados más compartidos guarda relación con los cambios en las sociedades actuales y su efecto en este tipo de elector y voto. Sostiene el profesor Aláez que el vínculo nacionalidad-ciudadanía es cada vez más líquido. Un elevado número de españoles que poseen nuestra nacionalidad no han nacido, ni vivido, ni se plantean vivir, en territorio nacional. Pero poseen el derecho de sufragio y, si están en el censo, pueden ejercerlo. Unos no lo harán, pues no se sienten afectados o tropiezan con dificultades, pero hay otro tipo de español que mantiene vínculos simbólicos con España y que quiere ejercer su derecho.

–En Asturias, el voto de la emigración siempre ha tenido gran influencia hasta el punto de decidir escaños.

–En 2011 hubo que privar del derecho para las elecciones locales a este tipo de españoles porque en algunos municipios, especialmente pequeños, veían elegidas sus corporaciones por votantes que no habían nacido, ni vivido, ni iban a vivir, en el municipio. Pero mantienen el derecho para el resto de los procesos electorales.

–¿Es así en otras partes de España?

–Especialmente en Galicia y Asturias, pero no solo, el voto desde el exterior es muy importante cuantitativamente y puede ser decisivo. En otros países limitan el ejercicio transcurridos unos años; o tras no haberlo ejercitado durante un periodo.

–Una reciente ley en España facilita el ejercicio del voto en el extranjero, reduciendo complicaciones. ¿Es positivo?

–Si atendemos a la práctica unanimidad de las Cortes Generales en la reforma del voto exterior recientemente aprobada, solo podríamos estar de acuerdo con ella, pues, como ha sostenido el profesor de la Universidad de Oviedo Miguel Presno, mejora el sistema anterior. Sin embargo, habrá que esperar a varios procesos electorales para comprobar el efecto exacto de la reforma porque, por un lado, es previsible que un elevado porcentaje siga sin mostrar interés por ejercer su derecho a corto plazo; pero, por otro, depende de una sustancial mejora de la gestión de la depuración del censo y del funcionamiento de consulados y secciones consulares.

–Ha estado vinculado a la Universidad en España más de 40 años. ¿Cómo ve la institución?

–Vinculado sería una palabra piadosa, porque entré antes de mis 20 años y todavía no he terminado de irme por mi condición de emérito. Verla desde tan cerca no sé si permite opinar con lucidez. La mejora en cantidad y calidad ha sido espectacular, por más que ello no nos haga bajar la actitud crítica que nos caracteriza. Y seguimos mejorando. Hay que hablar de un gran avance de la universidad española, tan castigada históricamente.

–¿Sin peros?

–Pero, desde otro punto de vista, no damos con el modelo de gobierno adecuado. Es lógico, se trata de una institución secular que ha sufrido mucho durante el siglo XX. Aquí también nos hace falta paciencia.

–¿Entiende los escraches en la Universidad, que debería ser ejemplar en el respeto a la libertad de ideas, de pensamiento?

–La Universidad es un espacio de libertad, pero también de transgresión, sobre todo en el joven alumnado. No sé si de escraches, que es palabra argentina asociada a prácticas populistas aunque no participativas en sentido propio. La protesta, más o menos aparatosa o llamativa, sí es genuinamente universitaria. Pero el tipo de participación activa en la gestión de la Universidad actual es residual, lógicamente. En general, los universitarios actuales se comportan más como demandantes de servicios que como activos participantes en la vida universitaria institucional, y les alabo el gusto.

–¿Y fuera de la generalidad?

–Una minoría no menos admirable opta por una participación activa y no suele ser frecuente que la participación electoral supere el 10%. Pero no sabría decir si esto es bueno o malo.

–¿Se apoya suficientemente la investigación en España?

–Sí y no. La investigación sigue teniendo un componente amateur, especialmente en la Universidad. La cantidad de factores y circunstancias que dificultan la actividad de investigación exige una determinación personal enérgica. Sin embargo, crecemos. Solo deseo que los nuevos investigadores sean más exigentes que nosotros.

–¿Qué falta?

–Tenemos gestores administrativos, pero no gestores de investigación. Así que los investigadores somos gestores universales. Un investigador es un sujeto enterrado no bajo libros, probetas o aparatos tecnológicos, sino bajo un centón de papeles que, por supuesto, rellena mal por lo que los gestores administrativos le amenazan y castigan. Más paciencia también aquí.

–Tiene una publicación sobre el derecho de decisión final sobre la vida propia.

–Del "final de la vida" y del derecho de cada persona a disponer y a pedir, en ciertos casos, ayuda para ello comencé a trabajar hace algo más de 20 años. Acabo de terminar un trabajo precisamente sobre la aplicación de la ley.

–La ley de la eutanasia en España entró en vigor no exenta de polémica y continúa.

–Llama la atención esa polémica frente a su pacífica aceptación en la sociedad. La ley se está aplicando con las dificultades, por cierto mínimas, razonablemente esperables. Lo más difícil está siendo, lógicamente, normalizar la prestación en los sistemas de salud, pues es notoria su excepcionalidad. Quizá tenga algún defecto fácilmente reparable. Esperaremos a ver lo que dice el Tribunal Constitucional en relación con algún aspecto concreto, que me parece técnicamente mejorable y, una vez evaluada su aplicación durante unos cinco años, considerar la revisión o adaptación. En general, está funcionando entre bien y muy bien.

–Experto en fascismo y franquismo, ¿todo se mezcla hoy?

–El término franquismo tiene otros perfiles. Se refiere a un período nefasto, desde luego, pero en el que una parte de la sociedad española se encontraba a gusto. Muchos de ellos, ya en democracia, descubrieron que en esta se estaba todavía más a gusto. El franquismo pervive no como aspiración o modelo político, sino como algo de lo que todos querríamos desembarazarnos, pero sin tener ninguna culpa. Nos quedan un par de generaciones todavía.

–¿El término fascista, facha, está vacío, banalizado, de tanto manosearlo y usarlo mal?

–Decía Wittgenstein que determinadas palabras padecían fatiga de uso y recomendaba prohibir su utilización hasta que se recuperaran. El término fascismo y derivados se usa hoy como insulto o reproche más que como acusación. Como suele ocurrir en un insulto, el que insulta no sabe lo que dice.

–Rusia contra las democracias occidentales. ¿Han respondido estas con fortaleza al envite o se demuestran las debilidades del sistema?

–Rusia no está contra las democracias occidentales. No debemos olvidar que Stalin pactó con Hitler y después marchó hasta Berlín con sus tropas en 1945. No es, claro, un problema ideológico. Nunca lo fue. Ahora tampoco. Putin habría hecho ahora lo mismo si reviviera el imperio austrohúngaro y percibiera la misma amenaza que ha percibido. Otra cosa es que se haya equivocado. Para Putin, los zares o los líderes soviéticos, Europa es un "istmo geográfico" de Rusia. Lo nuevo es que Europa se encamina a una unidad política, es decir, un único sujeto internacional y, para colmo de males y por un error de cálculo, Putin está acelerando todos esos procesos y coordinando la logística militar que apunta al germen de un ejército europeo en el modo que fuere.

–¿Qué prevé?

–Vamos a pasar momentos críticos e incluso muy críticos, pero saldremos de cada uno de ellos con más Europa, y seguramente en una forma política de nueva planta en el largo plazo. Lo más intrigante ahora para nosotros es ver qué van a hacer los ingleses con su calvario del Brexit: seguro que lo harán bien, pero ni siquiera ellos saben cómo. Quizás esto sea más importante…

–¿Hay crisis democrática, de derechos y libertades, en Europa?

–La historia prueba que el progreso no es desde luego una línea continuamente ascendente y sin quebrantos. Hay crisis en Europa en varias direcciones, y más todavía en Estados Unidos ahora mismo. Habrá que afrontarlas y gestionarlas, aunque, a diferencia de otras ocasiones, en Europa disponemos de instituciones que posibilitan tratamientos de cada una de ellas convenientemente individualizadas. Soy razonablemente optimista, pero no porque vaya a ser fácil.

–Se le considera experto en bioconstitucionalismo, ¿qué es?

–Es un asunto con el que nos hemos topado los constitucionalistas casi sin darnos cuenta. En un primer momento, pensábamos que lo que hemos dado en llamar "nuevos escenarios" podrían ser tratados con las técnicas y recursos de que disponíamos o creando otros. Ahora estamos empezando a ver que quizá no baste. Ese campo de novedosos retos es en realidad lo que llamamos bioconstitucionalismo, un territorio todavía sin fronteras definidas.

–¿Y cuál es su contenido?

–Los avances espectaculares de la neurología en clave genética, las nuevas tecnologías diagnósticas de base genómica, la capacidad de "crear" vida y pronto órganos, los efectos de los fármacos de diseño, el cuerpo humano tal y como lo veníamos conociendo, el concepto integral de sostenibilidad que implica al humano individual, la idea de persona utilizada en la ciencia jurídica hasta ahora, y un largo etcétera. Todos ellos, y otros, cuestionan una parte importante del derecho creado durante siglos.

–¿Qué más está en cuestión?

–Más allá del bioconstitucionalismo aunque a veces relacionado, asistimos a la dilución de algunos derechos fundamentales a manos de nuevas tecnologías o herramientas informáticas, como ocurre con el secreto de las comunicaciones, la inviolabilidad del domicilio o determinados aspectos de la inteligencia artificial. Le anticipo que se van ustedes a hartar de hablar de algoritmos. Son, definitivamente, retos descomunales para la ordenación jurídica de la convivencia en las sociedades actuales.

–¿Goza de salud y vigencia la Constitución española? Últimamente se la cuestiona mucho desde determinados ámbitos o partidos políticos.

–La salud de una Constitución se basa en su aceptación como norma legítima y menos, aunque también, en las diversas formas de entender sus disposiciones. Así planteado creo que su estado es bueno. En una parte su solidez nace de lo que usted indica: su puesta en cuestión permanente tanto por los actores como por la opinión pública. Cualquiera sabe que esta constitución ha soportado envites de entidad. Ninguna de nuestras anteriores constituciones históricas hubiera podido soportar nada parecido. Y creo que cabría hablar de una suerte de sorpresa colectiva por su capacidad de gestión de las crisis, que no nace sino del deseo de los propios españoles, paradójicamente sorprendidos por ello.

–¿Necesita mejoras?

–Es notorio que algunos aspectos requerirían mejoras técnicas o reconsideraciones, pero la propia dificultad del procedimiento disuade de iniciativas arriesgadas, políticamente costosas y quizá destinadas al fracaso.

–Siempre ronda la necesidad de reformarla en algunas cuestiones, pero nadie se atreve a abrir el melón, o si se hace es para cosas menores, como el último acuerdo PP/PSOE, los grandes partidos, para eliminar el término disminuido.

–No deja de ser significativa esta reforma. Hay acuerdo sobre ella y a nadie parece soliviantar ni suscitar rechazo. Tampoco ningún actor político condiciona su reforma a la imposición de otras modificaciones. Por otro lado, esta reforma puede verse como una declaración formal de compromiso de la sociedad española con algunos de nuestros congéneres. A reformar la Constitución también se aprende y estamos en ello, aunque a veces parezcamos alumnos algo torpones.

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