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Guía para no martirizarse con los datos en Asturias y caer en el "sadeimasoquismo"

La región cuenta con suficientes cifras económicas, sociales y hasta demográficas positivas como para dejar de agobiarse por las malas estadísticas más cercanas y distorsionadas

MONTAJE

MONTAJE

José Luis Salinas

José Luis Salinas

Las estadísticas en Asturias son como una moneda en la que siempre sale cruz.

La cruz significa agobiarse con que, a no muy tardar, la región entera bajará del millón de habitantes; es azorarse con las últimas cifras del paro, que últimamente no dan para muchas alegrías, y es angustiarse con que en muchas estadísticas y estudios, el Principado, por tamaño, por estructura económica y social, suele salir mal parado en comparación con otros territorios mucho más homogéneos.

Esa cruz que siempre reluce más en los análisis estadísticos, económicos y sociales es el "sadeimasoquismo", el centrarse en lo malo e ignorar lo bueno, que lo hay en abundancia. La primera parte de este término de nueva cuña, Sadei, hace referencia a la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales que, como dice el economista Jesús Arango, es una de las mejores bases de datos estadísticos que hay en España, junto a la del País Vasco. Es una fuente de información estadística inagotable con la que, si uno va corto de miras –según advierten los expertos– solo encontrará disgustos estadísticos. Pero con las largas puestas verá más alegrías. La segunda parte del término no necesita mucha presentación y hace alusión a esa autoflagelación propia del carácter asturiano con esas estadísticas de andar por casa.

La cara de los datos es la contraposición a la cruz. Es que Asturias tuvo entre 2017 y 2021 un saldo migratorio positivo –entendido como la diferencia entre los que vienen desde otras regiones o el extranjero al Principado, y los que se van fuera– lo que derriba el mito de que la región no es un lugar atractivo para vivir. Es que el Principado ganó cotizantes a la Seguridad Social en estos últimos tres años. Es que los datos de exportaciones batieron sus récords históricos el año pasado y cada vez hay más compañías que venden en el extranjero productos "made in Asturias". Son ya 3.000 por las 900 que había hace dos décadas. Es que el turismo –liderado por Oviedo– va también a toda velocidad. Viento en popa.

Jesús Arango resume el "sadeimasoquismo" como que "vivimos del mal diagnóstico, de darle vueltas siempre a los mismos tópicos, de disculpas para no avanzar". Arango trabajó en el propio Sadei, al que echa flores, para dar después el salto a la política. Primero la regional como consejero de Agricultura y luego a la nacional como secretario general de Estructuras Agrarias. "Tengo un amigo que es de Madrid que siempre me dice que los asturianos estamos todo el día hablando de nuestros temas, de las polémicas de siempre", asegura. Vamos, de que siempre sale cruz. Por los "temas de siempre" se refiere a las infraestructuras que se eternizan, a la obsesiva discusión sobre la velocidad del AVE o a la transición energética. Es decir, al carbón.

En realidad, el símil de la cara y la cruz –en una adaptación un tanto libre– viene del premio Nóbel de Economía Paul Krugman. Según el americano hay tres tipos de análisis económicos, aquellos que ponen el foco en los datos a tiempo real fijándose en si el paro sube o baja, por eso se le llama como los "del sube baja"; los del aeropuerto, que predicen catástrofes económicas constantemente o, todo lo contrario, pronostican todo un "boom" (los que menos), y, por último, están los que hacen un análisis más serio y detallado de las cifras. Asturias está a dos caballos, entre los del sube y baja constante y la apocalipsis aérea. Y eso que, apunta Jesús Arango, la región tiene en el Sadei la mejor base de datos de España, que permite un análisis profundo y sosegado de la actividad económica y social y que, rascando un poco la superficie, permite ver más caras que cruces.

La imagen que tienen los asturianos de sí mismos va, poco a poco, cambiando el blanco y negro por el color. La comparación de los colores la usa Rodolfo Gutiérrez, catedrático de Sociología en la Universidad de Oviedo. La foto de Asturias no es una imagen estanca "está compuesta por muchas piezas". Lo que se ha resaltado es que existe una imagen que parece dominante que es negativa en la que "predomina el declive y la nostalgia por el pasado; de una región que mira mucho hacia sí misma y poco hacia el exterior". El término "parece" de la frase anterior no está tomado de forma azarosa. En realidad, la imagen de la región es mucho más caleidoscópica, llena de matices fruto de décadas de transformación y de la construcción de un espacio propio.

Antes de fijarse en la imagen en color conviene echar un vistazo rápido a la foto en blanco y negro. Rodolfo Gutiérrez hace de guía en este vistazo. La Transición española tuvo un enorme impacto sobre Asturias, "se le atragantó a Asturias, a la región le fue mejor en la sociedad industrial que en la postindustrial y desde 1982 ha tenido una población decreciente y un bajo dinamismo económico", sostiene el sociólogo. En aquella transformación económica que tuvo que transitar la región se le dio una gran importancia a lo público frente a lo privado. "Se puso el foco en atender a la población y protegerla y en cambio se miró poco hacia la creación de riqueza. Es decir, se puso el énfasis en cómo repartir el pastel en lugar de en cómo aumentarlo", asegura.

Eso ha cambiado. Aquella foto se ha quedado muy antigua y ha sido sustituida por una de colores mucho más vivos. "Esa imagen declinante ahora es menos realista por muchas razones, la Asturias actual es mucho mejor que cualquier Asturias del pasado", resalta Gutiérrez. Más vale un ejemplo. Los servicios públicos se han distribuido en el Principado de una manera muy eficiente, mucho mejor que la de comunidades vecinas, "no tanto por la magnitud, sino por la forma en la que se han repartido", sostiene el sociólogo.

Con esa imagen hay un problema, que los verdaderos protagonistas del cambio, los que luchan por una Asturias más dinámica, salen al fondo. Tapados. En primer término, están los actores públicos, políticos, sindicatos y empresarios. Gutiérrez apunta que "en el espacio publicado de la región los actores públicos responden más al pasado y están formados por una especie de vieja clerecía. Y, sin embargo, lo que es la nueva burguesía, las nuevas clases medias, los científicos, los mandos directivos o los creadores culturales aparecen mucho menos en ese espacio publicado". Con lo que esa imagen más colorida, más alegre y de una Asturias más dinámica y más atenta a las oportunidades queda relegada al ámbito más privado. Muchas veces, y esta es una opinión compartida por los expertos, los que vienen de fuera –por lo general directivos de empresas que se asientan en la región– tienen una mejor imagen de Asturias que la que tienen los propios asturianos. "Están más abiertos a esa imagen de una tierra de oportunidades y con buena calidad de vida, hay iniciativas como Compromiso Asturias XXI o New North que también están en ese escenario más positivo", asegura Gutiérrez.

Dentro de Asturias hay muchas Asturias diferentes. Unas más dinámicas. Otras más ancladas en aquella fotografía en blanco y negro. José Luis Marrón Jaquete, economista y que, entre otros muchos cargos, trabajó en el Sadei, está convencido de que la industria –de la que se ha transmitido una imagen de declive– va a tener una segunda vida gracias a la innovación y el desarrollo, al I+D. El pico y pala se ha cambiado ahora en Asturias por la inteligencia artificial, por pantallas y ordenadores.

El bravo Cantábrico baña en sus orillas astilleros en el Occidente que miran sin timidez hacia los mercados internacionales y compiten de tú a tú con los gigantes europeos. "En los armadores ha habido toda una revolución tecnológica", asegura Marrón Jaquete. Lo mismo está ocurriendo en otras industrias pesadas de Gijón y Avilés, donde la I+D es a punta de lanza para incorporar, aguas abajo, nuevas formas de trabajar y de fabricar. "Tenemos una serie de empresas que no podemos decir que hayan nacido en un garaje que están muy engarzadas en la tradición del metal, que son las que van a incorporar todas estas innovaciones y que tienen una gran vocación exportadora", asegura el economista. Las grandes tiran de las pequeñas. El comercio exterior, aupado por la apertura del tejido productivo regional al exterior durante los años de la Gran Recesión –debido al hundimiento de la demanda nacional– ha ido rompiendo techos durante los últimos años. Y el club exportador asturiano cuenta cada vez con más y más socios. Hace veinte años solo había 900 empresas asturianas que miraban hacia fuera de las fronteras nacionales para vender sus productos de manera, más o menos, habitual. Ahora son 3.000, fruto de la necesidad y de las campañas de promoción exterior. En Avilés, además, a las faldas de Arcelor han crecido y se han desarrollado otro tipo de compañías ligadas con el negocio eólico que va tomando vuelo.

En esa apertura hacia los mercados exteriores tiene mucho que ver la mejora de las infraestructuras que comienzan a arrancar. El AVE ya planea sus alas sobre la región y Marrón Jaquete asegura que "estamos en una fase de apertura de nuevas conexiones internacionales por avión como no hemos tenido nunca". No todo es positivo. "Falta una mayor conexión de los puertos asturianos con los gallegos", asegura Marrón Jaquete.

Esa mejora de las infraestructuras va tirando por los datos turísticos, que se están convirtiendo en un importante pilar de la economía asturiana. Tanto que el número de viajeros que el año pasado pernoctaron en hoteles asturianos alcanzó su segundo máximo histórico; cerquísima del récord de antes de la pandemia. El aeropuerto, por ejemplo, registró su número más alto de viajeros desde 2008. Otra cara.

Aunque en las estadísticas luce más la cruz porque, según Marrón Jaquete, "vende más lo malo, estamos en una sociedad que parece que está muy alterada, que se mueve por los sentimientos y las sensaciones, las redes sociales no reflejan la realidad objetiva".

Una de las principales cruces de Asturias es la demografía. Este año la región bajará del millón de habitantes. Llevaba años por encima de esa cifra gracias al desarrollo industrial. Décadas. "Siempre hemos sido pocos, el 2,4% de la población nacional, pero para ser pocos somos una región con un enorme volumen de personas notables, que han destacado", señala Marrón Jaquete. El que recoge el guante es Rodolfo Gutiérrez aludiendo a una cruz que, como una sombra, ha perseguido a la región durante mucho tiempo, el del éxodo juvenil. "Es algo muy repetido, que los jóvenes se van", asegura el sociólogo. El problema, o no tan problema, es que el Principado es una región muy intensa en la formación de jóvenes, con una Universidad puntera que es una fábrica de graduados, ingenieros o doctores. Y, claro, no hay empleo para tantos. Es imposible absorber esa mano de obra. A Gutiérrez le enerva que se ponga el foco en que los que se van a trabajar fuera son los mejores de su promoción. "En casi todos los territorios donde se forman muchos jóvenes, estos se mueven y aquí es algo que se exagera un poco. Se exagera la idea de que aquí se quedan los peores, no es así. También los franceses y los alemanes se mueven por el mundo", apunta el sociólogo. De hecho, asegura que hay una hornada de directivos en la región de personas jóvenes de entre 30 y 40 años que están entre los mejores de su promoción y que se han anclado en la región a vivir, por sus mejores condiciones de vida en comparación con las comunidades vecinas.

Para reafirmarlo conviene echar un vistazo a algunos datos. En 2021 –el posterior a la pandemia– Asturias logró un hito en el capítulo demográfico. La región consiguió atraer durante esos dos años, seguramente gracias al teletrabajo, a 2.329 vecinos de Madrid; mientras que fueron 2.023 los asturianos que pusieron rumbo hacia la capital española.

La conclusión es que hay datos de sobra para que la región no sea una "sadeimasoquista", para torturarse con los datos, con los malos augurios. No hay tantas razones para martirizarse con la montaña estadística.

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