Entrevista | Susana Al-Halabí Doctora en psicología, acaba de publicar "Manual de Psicología de la Conducta Suicida"

"El suicidio es una muerte acallada que se vive como un suceso incomprensible"

Susana Al-Halabí

Susana Al-Halabí / FERNANDO RODRIGUEZ

José Luis Salinas

José Luis Salinas

Susana Al-Halabí es doctora en Psicología por la Universidad de Oviedo y experta en la investigación sobre el suicidio. Las cifras de estas muertes van incrementándose de forma paulatina desde elos últimos años hasta convertirse en todo un problema de salud pública y triplicar los fallecimientos por accidentes de tráfico. En esas estadísticas, Asturias aparece en un lugar destacadísimo. En los puestos de cabeza. Al-Halabí es natural del valle de Turón (en el concejo de Mieres) tiene un curriculum impecable y acaba de coordinar el "Manual de Psicología de la Conducta Suicida"

–¿Cómo está la salud mental de los asturianos? Las estadísticas dicen que no tan mal como aparenta.

–Más allá de los datos concretos, creo que estamos surcando un periodo de resaca tras la gran marea que supuso la Covid-19 junto con el impacto social y sanitario que, por desgracia, tuvimos que atravesar. Confío en que el temporal amaine paulatinamente mediante la inversión pública en recursos destinados a mejorar las condiciones de vida y la salud mental de los asturianos. Hemos tomado conciencia de la importancia del bienestar psicológico, del valor de los cuidados mutuos y de la necesidad de invertir en profesionales de la psicología en contextos sociales, sanitarios y educativos… Es un camino sin retorno y requiere inversión pública y decisiones de la Administración.

–Entonces, ¿por qué somos una de las regiones con mayor número de suicidios?

–Los motivos son variados y complejos, pero algunas de las razones tienen que ver con la distribución demográfica, el envejecimiento de la población, la tasa de desempleo, el alto consumo de alcohol y psicofármacos o el aislamiento de algunos núcleos rurales que incrementan la sensación de abandono y soledad… En algunas zonas mineras el fin de la actividad del carbón conformó un declive poblacional y una pérdida de identidad y de perspectivas de futuro donde, además, hay poca tradición para pedir ayuda y expresar problemas personales o pensamientos íntimos. Y no, no tiene nada que ver con el clima. Es uno de tantos mitos. Uno de los pueblos con mayor incidencia de suicidios se encuentra en Jaén, donde el sol es bien generoso.

–¿Qué soluciones hay frente al suicidio y qué tipo de recursos serían necesarios impulsar para una mejor prevención?

–Las soluciones pasan por un enfoque multisectorial e integral. La literatura científica es unánime: las medidas aisladas no tienen impacto para atajar este problema y son necesarias estrategias de prevención a nivel social, comunitario, relacional e individual. Según la OMS los suicidios son prevenibles con intervenciones oportunas, basadas en la evidencia y a menudo de bajo coste. Por eso es importante contar con una estrategia nacional de prevención que reconozca explícitamente el suicidio como problema de salud pública y establezca un marco de actuación con todos los agentes sociales implicados, que identifique brechas en la legislación, que promueva modelos de supervisión clínica, etécera. Mitigar los factores de riesgo para reducir los medios de suicidio y potenciar los factores de protección para fomentar la resiliencia pueden reducir de manera eficaz las tasas de suicidio.

–¿Qué explica en el "Manual de Psicología la Conducta Suicida" que acaba de publicar?

–Este manual está escrito con rigor científico por profesionales de la psicología expertos en este campo de conocimiento. El profesor Eduardo Fonseca-Pedrero y yo, como coordinadores, queríamos aunar la experiencia desde el ámbito académico, investigador, clínico, sanitario, educativo y social para ponerla al servicio de todos aquellos profesionales, estudiantes y población general interesados en este complejo fenómeno. La obra se articula desde una perspectiva contextual, multifactorial, psicológica y, sobre todo, basada en la evidencia. Y si hay algo evidente es el necesario cambio de paradigma en el estudio de este fenómeno. La conducta suicida es un fenómeno complejo cuya delimitación, prevención intervención y posvención requiere un enfoque holístico que comprenda tanto a la persona como a su contexto biográfico, social, político y cultural. Su abordaje no es sencillo, pero en este libro el lector encontrará información que muestra que el esfuerzo merece la pena y su prevención eficaz es posible. Esperamos que los profesionales y los agentes encargados de las políticas sociales, sanitarias y educativas podrán tomar decisiones informadas para prevenir la conducta suicida.

–¿Cuáles son las señales de alarma que una persona normal podría detectar en alguien con una crisis de suicidio?

–Estas manifestaciones que llamamos "señales de alarma" no ocurren siempre ni en todas las personas por igual. Es importante tener esto en cuenta para evitar la sensación de culpa de las personas que sienten que "no supieron verlo". No obstante, algunas de esas señales pueden ser comentarios negativos sobre uno mismo o sobre la vida, desesperanza sobre el futuro, despedidas, cerrar asuntos pendientes, regalar objetos muy preciados, cambios repentinos de conducta, preparar un testamento, consumir repentinamente mucho alcohol y otras drogas... A veces podemos encontrarnos con peticiones de ayuda indirectas (por ejemplo, "soy una carga", "si me pasara algo, ¿cuidarías de mi hermano?"). Estos datos ponen de manifiesto la gran ambivalencia o conflicto dilemático que está presente en la conducta suicida. No se trata de desear morir, sino que la muerte se presenta como una alternativa aceptable, que no deseable, ante un dolor o unas circunstancias que son vividas por la persona como intolerables, interminables e insoportables. Afortunadamente, las crisis de suicidio no persisten indefinidamente. Por eso es importante pedir ayuda a alguien cercano y estar acompañados durante ese periodo. O llamar al 024, al 112 o acudir a un centro de salud.

–¿Existe el efecto llamada?

–Tengo dos respuestas a esta pregunta. Po un lado, sí existe este efecto si se informa de manera sensacionalista, legitimando o simplificando las causas, presentando el suicidio como una posible solución a un determinado problema u ofreciendo información o fotografías sobre el lugar y el método. Es más, es muy discutible que un suicidio sea algo noticiable. La segunda respuesta es que no hay efecto llamada si se informa de forma responsable, abordando el tema como un problema de salud pública, incluyendo recurso de ayuda, como el teléfono 024, El Teléfono de la Esperanza (985225540) o la web de la Asocación Papageno (papageno.es), aportando datos con fuentes especializadas, información sobre señales de alerta, consejos para acompañar a una persona con dificultades, testimonios de esperanza desde el respeto y evitando cualquier atisbo de morbosidad o detalles del tipo "rápido", "indoloro", "morir en el acto". Se han publicado revisiones sistemáticas y metaanálisis que establecen causalidad con los suicidios producidos en los días subsecuentes tras informar detalladamente de la muerte por suicidio de una persona famosa. Los adolescentes son especialmente vulnerables a este tipo de efecto. No obstante, los medios de comunicación deben tomar conciencia de su potencial como aliado en la prevención del suicidio.

–Hasta qué punto son preocupantes los datos de suicidio general.

 –Son preocupantes, sin duda. Y lo son tanto por la tragedia que hay detrás de cada pérdida como por la paulatina tendencia al alza que se registra desde hace varios años. No soy partidaria de titulares alarmantes de los que hemos sido testigo en muchas ocasiones, pero sí es necesario hablar de un problema de salud pública que triplica las muertes por accidente de tráfico y que es 85 veces superior a las muertes por violencia de género. Estamos hablando de la primera causa de muerte entre las personas de 15 a 39 años. ¿Somos conscientes del dolor y sufrimiento que lastran estos datos? Son 11 personas las que mueren cada día en nuestro país. Y eso a sabiendas de que las muertes por suicido están infra notificadas y que no incluye otras conductas suicidas como los pensamientos o lo intentos de suicidio, con el elevado coste personal y social que conllevan. Y, sobre todo, hay que hablar de que la prevención es posible.

–¿Sigue habiendo mucho estigma alrededor del suicidio?

–Sí, aunque cada vez un poquito menos. Esta entrevista es una muestra de ello. El suicido es una muerte acallada que, en ocasiones, se vive como un suceso incomprensible. "Nadie lo podía esperar" es uno de los comentarios más habituales entre los familiares y allegados de la persona que muere por suicidio. Es un estigma en tanto que supone una característica personal negativa atribuida socialmente. Es común juzgar a la persona como valiente o cobarde… incluso, a veces, se llega a estigmatizar a los que quedan: "¿qué habrá hecho para que (su hijo, padre, hermano, etc.) se haya suicidado?" Este tipo de mensajes sociales infunden un enorme dolor en las personas cercanas. Debemos ser muy cuidadosos. Guardar silencio tampoco ayuda. Este es uno de los mitos más comunes y perjudiciales en torno al suicidio: el de considerar que hablar del suicidio lo fomenta. No es así. Es necesario exponer nuestras ideas y preocupaciones, pedir ayuda si es necesario y permitir a las familias que expresen su dolor, sin susurros ni silencios. No se puede abordar lo que no se puede hablar.–¿Se tiende a buscar etiquetas diagnósticas?–Sí, vivimos en una sociedad muy influenciada por el modelo biomédico que explica el suicidio a través de una etiqueta diagnóstica. Sin embargo, eso constituye un reduccionismo tal que desvirtúa por completo la complejidad del fenómeno. La conducta suicida puede tener lugar en presencia o en ausencia de etiquetas diagnósticas. Las personas "normales" sufrimos, dolemos, nos enfrentamos a crisis vitales, a veces tomamos malas decisiones, reflexionamos sobre nuestra vida, sentimos culpa o vergüenza… Todo ello está implicado en la conducta suicida. A veces ocurren situaciones que coartan nuestros horizontes y nos dejan desolados. Un dato que quizás nos ayude a comprender esto es el siguiente: cuando se aprobó la ley de divorcio en EEUU se redujeron las tasas de suicidio entre las mujeres entre un 8% y un 13% en los distintos estados. Hasta donde yo sé la infelicidad en la pareja no es un diagnóstico de salud mental. Es un buen ejemplo contra la idea de pensar el suicidio como una avería intrapsíquica. Como diría uno de mis maestros, Marino Pérez Álvarez (uno de los grandes referentes de la psicología en España y Asturiano del Mes de enero de LA NUEVA ESPAÑA), hay que poner más cabeza y menos cerebro en este asunto.

–Defiende que las crisis del suicidio son pasajeras, pero también hay tipos de personalidad asociadas a este tipo de pensamientos.

–Son aspectos muy diferentes. Una crisis, por definición, es un periodo brusco, limitado, con un impacto importante en la vida de una persona. Durante ese tiempo, hay momentos en los que la persona puede estar profundamente desasosegada y desesperada y, por tanto, aumentar la planificación y el riesgo de suicido. Pero es importante entender que este llamado "riesgo" es variable y no podemos estimarlo como si fuera una ecuación. De ahí que sea tan importante buscar ayuda informal o profesional. Otro aspecto muy diferente son las reflexiones sobre el suicidio, la muerte, el nihilismo o las crisis existenciales… eso no es una crisis de suicidio. No conozco ningún estudio actual ni riguroso que hable de personalidades asociadas al suicidio, pero pensar sobre ello es el precio que pagamos por ser conscientes de nuestra propia existencia y finitud. Es algo consustancial al ser humano.

–También dice estar preocupada por los casos de acoso escolar. ¿Cómo atajarlo?

–Es un problema grave que debe implicarnos a todos, como adultos y como profesionales. Me preocupa por lo que denota de nuestra sociedad. La literatura científica ha mostrado que el acoso escolar puede ser un factor predictor de conducta suicida. No sería el único, pues el suicidio nunca se debe a una sola causa. Creo que es importante implementar programas de prevención escolar de forma curricular, que supongan un cambio estructural en algunos aspectos del sistema educativo, donde los psicólogos tenemos mucho que decir, particularmente el psicólogo educativo. Los programas de prevención bien elaborados y evaluados son una de las medidas señaladas por la Organización Mundial de la Salud para prevenir la conducta suicida. Nuestro grupo de investigación está trabajando en ello, pero necesitamos recursos. La ciencia necesita tiempo y subvenciones.

–¿Faltan psicólogos en el sistema sanitario y en la administración?

–Sí, sin duda la psicología está particularmente implicada en la prevención y la atención social, sanitaria, clínica y educativa. Es una petición de nuestro colectivo profesional desde hace mucho tiempo. Diría que se ha convertido en una demanda social.

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