La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Fernández-Miranda Abogado licenciado en Oviedo y con despachos en Gijón y Avilés

"Cuando se desintegró el CDS, el PP me propuso ir en puestos de salida de las listas"

"Al PSOE de Gijón le sentó como un cuerno la sentencia en la que logré que no se diera validez a las multas de los controladores de la ORA"

Javier Fernández-Miranda

Javier Fernández-Miranda Campoamor (Gijón, 18-10-1946), el segundo de seis hijos que tuvieron Evaristo Fernández-Miranda Hevia y María del Carmen Campoamor Elías, lleva 53 de sus 76 años ejerciendo la abogacía, con despachos en Gijón y Avilés. Tuvo un breve paso por la política y ahora está inmerso en el activismo vecinal en la parroquia rural gijonesa de Castiello de Bernueces.

De La Merced al Bibio

"Nací en Gijón, en el piso segundo del número 47 de la calle de La Merced, justo en frente del colegio público Gaspar Melchor de Jovellanos. Con cuatro años la familia nos trasladamos al Bibio, a un chalet llamado Villavalgrande, detrás del colegio de La Asunción, donde vivían dos hermanas de la familia Valgrande, mayores y desesperadas porque el centro de Gijón les quedaba lejos. Mi padre les propuso hacer un trueque. Ellas quedaron encantadas y nosotros más. En El Bibio tuve una infancia extraordinadira. Ahí jugábamos a todo, en la calle. Hacíamos pelotas con trapos para jugar al fútbol en la calle, hacíamos la Hoguera de San Juan cortando la calle tres días antes entre el paredón de La Asunción y nuestra casa. Los vecinos echaban allí los trastos con los que hacíamos la hoguera. Por allí pasaba todos los días el heladero. Dentro de la dureza de los horarios escolares, allí también iban muchos amigos a jugar, sobre todo en vacaciones, entre ellos Pepe y Carlos Cuervo Arango, Javier Ortiz, mis primos Manolo y Carlos Fernández-Miranda, los Ordiozola, los Prieto. Jugábamos al fútbol, hacíamos carreras con bicis. En una ocasión a mi padre le dio por comprar un cerdo, que nos perseguía cariñosamente a todas horas hasta que se dio cuenta de que estaba dejando aquello hecho una cochinada y se mató y lo comimos. Y en la época del Hípico, jugábamos al hípico, con maderas y pértigas pequeñas hacíamos los obstáculos y jugábamos saltándolos y haciendo apuestas. Éramos tres chalés, uno de la familia Llanos Riera, cuyo hermano pequeño, Manolo, jugaba con nosotros y los niños del otro eran primos de Francisco Álvarez Cascos. Cada uno llevaba sus amigos y jugábamos ahí lo poco que nos dejaba el colegio, que en aquella época era durísimo".

Soplando las velas en su tercer cumpleaños.

Castropol

"Veraneábamos en Castropol, donde mi abuelo materno, Francisco Campoamor, había sido alcalde, después de haberse trasladado allí a ejercer como abogado, pero era de Gijón. Yo puedo decir que tengo siete apellidos gijoneses de pura cepa, pero la familia tenemos muchos lazos con Castropol, hasta el punto que mis padres están enterrados allí.

Los Jesuitas

"A los cinco años empecé a estudiar en el Colegio San Vicente de Paúl. Con 9 hice el ingreso en los Jesuítas, donde estudié hasta Preu. Entonces la escuela era muy exigente. Entrábamos a las ocho de la mañana, salíamos a la una y media, volvíamos a las tres y salíamos a las ocho y media. Los sábados por la mañana, incluidos, y los domingos película de guerra. Desde entonces odio las películas bélicas, me niego a verlas. Había misa diaria y rosario diario y también algunos curas muy rígidos, sobre todo para los internos. Yo estuve una época como mediopensionista, no como interno, pero me quedaba a comer en el colegio. La comida era espantosa. Lo que hacíamos era llevar bolsas de plástico y guardarla allí en vez de comerla. Una vez se me puso un cura delante y no tuve esa posibilidad, tuve que comerlo y cogí una vomitona que me puse malísimo, hasta el punto que mis padres me sacaron de mediopensionista, para ir a comer a casa. En quinto de bachiller elegí letras. Éramos un grupo muy reducido y nos llevábamos francamente bien. Aquella fue una etapa más cómoda, porque me liberé de asignaturas que no me gustaban, como las matemáticas, y teníamos dos curas, el padre Santos, que nos daba latín, y el padre Vilariño, que nos daba griego, que eran un encanto. Al final del Preu era tradicional hacer una corrida de vaquillas en el patio interior del colegio de la Inmaculda. Fue divertido y era una ilusión que tenías durante los cursos anteriores.

El día de su boda, junto a su mujer Luis Fernanda Bances Álvarez.

De corbata a la facultad

"La época de la que guardo un recuerdo imborrable es la universitaria, que empecé con 16 años, porque en la Universidad se iniciaba el curso el día del Pilar y yo cumplo el día 18. En aquella época a la facultad había que ir siempre de chaqueta y corbata los alumnos y los profesores, a los que tratábamos de usted. Cómo cambió la cosa, ¿eh? En la facultad de derecho tuvimos algún buen profesor y muchos malos. Los buenos eran Aurelio Menéndez, Córdoba Roda que era de penal, José Aparici que era de romano y Alejandro Vallina, de civil. Y para de contar. Los otros, en fin, un auténtico desastre, entre ellos el que fue rector de la Universidad de Oviedo, Teodoro López Cuesta, de economía y derecho fiscal que en vez de hablar de impuestos hablaba del precio de las las lechugas y por eso fiscalistas en Oviedo no salió nadie. Dejamos de ir a sus clases y al final de curso nos dijo ‘el que no tenga recomendación, no aprueba’, porque lo que pretendía era que mi tío Torcuato le escribiera una carta, pero yo no le pedí recomendación y me suspendió. Fui a su despacho y le dije que no entendía por qué me había suspendido, habiendo hecho el mismo examen que los demás. Me preguntó por qué no había pedido recomendación. Le dije que no me parecía procedente. Me respondió ‘para que veas que los Fernández-Miranda estais en mi mejor tal, estás aprobado’. La única asignatura que suspendí en la carrera fue el derecho civil de cuarto. Había estudiado poco y además el día del examen me entró la pájara y me quedé en blanco. Cuando me levanté al inicio del examen, Alejandro Vallina, que sabía que era un buen estudiante, me dijo ‘siéntate, que te voy a aprobar’, pero mi dignidad no me lo permitió. Me pasé el verano estudiando".

El primero por la izquierda en la celebración de un Ciclogorio.

En la tuna del San Gregorio

"Mientras estudié la carrera, estaba en el Colegio Mayor San Gregorio, donde disfruté mucho. Teníamos pique con los del Valdesalas, que teníamos al lado. Había una tuna muy buena en el Valdesalas y en el San Gregorio hacía unos años que no la había, aunque conservaban los trajes. Estando en tercero de carrera propuse crear una tuna, aunque yo no sabía tocar ningún instrumento. Un compañero me sugirió tocar un triangulín y así fue. Íbamos a los colegios mayores de chicas; Las Catalinas, Las Avelinas y Las Pelayas. Las chicas nos recibían estupendamente, tocando desde fuera. En Las Pelayas, la abadesa era una tía abuela mía y mi hermana mayor estaba en ese colegio mayor. Por eso a nosotros nos dejaban entrar a tocar dentro, mientras que cuando iba la tuna del Valdesalas se tenía que quedar fuera. Otro evento importante en el San Gregorio era el Ciclogorio, que hacíamos el día de San Gregorio, el 12 de marzo. Era un paseo por Oviedo en bicicleta, desde el colegio mayor hasta La Escandalera, disfrazados, con una fiesta después. En 1967 conocí a mí mujer. Luisa Fernanda Bances Álvarez, y nos hicimos novios el 14 de mayo de 1968".

Alférez

"Tras acabar cuarto, hice el primer año de milicia universitaria en Montelareina, en Zamora. Teníamos un compañero que era Sergio Marqués, que era un prusiano. Los demás, preferíamos que nos mandara el capitán a Sergio Marqués al que el capitán, como sabía que tenía mucho interés y desfilaba muy bien, lo ponía a mandar a la compañía: nos volvía locos. Si con el capitán hacíamos instrucción cinco minutos, con él, veinte. En la milicia engordé 12 kilos y al salir de alférez, en agosto de 1968 fui a hacer las prácticas al CIR del Ferral de Bernesga, en León. Compartí habitación en una pensión de Burgonuevo con José María Mori y Porfirio Álvarez Caso. En un CIR era tremendo el mando que tenía un alférez, que era junto al teniente el que trabajaba, porque los capitanes no daban golpe".

Sentado en el centro en una comida junto a sus primos en 2003 en el restaurante El Cruce.

Los inicios como abogado

"Terminé la mili en diciembre. En enero de 1969 empiezo a preparar oposiciones a judicatura con el fiscal de la Audiencia de Oviedo, Odón Colmenero. Estudié mucho, pero aquello no me llenaba y en mayo decidí dejarlo. En septiembre empecé a trabajar de pasante en el bufete de Ángel Suardíaz, que era un gran civilista. Y al poco empiezo también con Fernando Celemín, que era un gran laboralista, con el que acabé colaborando en su despacho. En el Colegio de Abogados de Gijón me matriculé en junio de 1970 y en el de Oviedo en septiembre. Mi primer despacho en Gijón lo puse en casa de mis padres, en la calle Capua, 29 y al mismo tiempo, en junio del 70 empecé a trabajar en Rubiera Predisa, como abogado de todo el grupo de empresas Rubiera, pero sin horario, con lo que podía compatibilizar la empresa con el ejercicio libre de la profesión. Cuando me casé, pasé el despacho a la calle Luciano Castañón, donde vivía con mi mujer".

Matrimonio

"Con un sueldo fijo al empezar a trabajar en Rubiera, dije a mi mujer ‘nos casamos’, ante el horror de su padre, que nos decía ‘sois muy jóvenes’. Yo le decía a mi suegro, ‘Dámaso, los jóvenes ahora nos queremos casar pronto’. Nos casamos el 4 de junio de 1970 en la iglesia de Los Carmelitas en Oviedo, que era la parroquia que le correspondía a mi mujer, que vivía en la calle Campomanes. Teníamos un cura amigo, el padre Luis Antonio, que nos casó. Fue una ceremonia muy agradable, un día de agosto a las seis de la tarde que caían los pájaros, con un calor tremendo. Luego lo celebramos en La Jirafa. De viaje de novios fuimos a Torremolinos, Toledo, Ávila y Segovia".

Despacho en Avilés

"Jesús Álvarez, amigo con el que hice toda la carrera y fue compañero de mili, me propuso compartir despacho en Avilés, en la calle Rivero 2, que había sido de su abuelo, con un tercer compañero, Alfonso Álvarez Buylla y los tres empezamos esa andadura que nos fue francamente bien. Nos centramos en laboral y civil. Era la época de los contratos en blanco, en los que empresas de subcontratas le daban al trabajador un formulario, que lo firmaba sin poner fecha de finalización y un buen día le decían ‘terminaste el contrato’ y la empresa ponía la fecha. De esos juicios llevé a montones, y los gané todos, porque era un fraude. En aquella época en Avilés no éramos más de seis o siete abogados. Tuvimos muchos clientes particulares. Mientras que en el despacho de Gijón llevaba empresas. Unas mañanas iba a Avilés y las tardes en Gijón y otros días, viceversa. Durante varios años fui abogado de la Seguridad Social en Asturias. También llevé a Cristalería Española, el Banco Herrero y la Banca Masaveu. Recuerdo una huelga en Cristalería Española, donde los sindicatos eran durísimos y fueron a protestar junto a la Iglesia de Sabugo, que era en frente de mi despacho, porque de la calle de Rivero nos habíamos pasado a la calle de La Merced, en el centro de Avilés, que es donde estamos ahora. Yo llevaba a la empresa y para que no me vieran, salía por el garaje. El segundo día, cuando llegué al despacho, me di cuenta de que la placa me la habían llevado".

Castiello

"En 1980 la familia nos trasladamos a vivir a Castiello. Ya habían nacido mis hijas Ana y María y luego nació Marta. Íbamos con mucha frecuencia al merendero Cortina, donde conocimos a vecinos y un buen día me propusieron fundar la asociación de vecinos. Acepté el reto y con otras 15 o 20 personas de Castiello fundamos la asociación en 1981, de la que fui presidente una década, porque no quería serlo nadie, hasta que un día logré encontrar a uno que aceptara el cargo. Al principio no teníamos sede y las reuniones de la directiva la celebrábamos en mi casa, hasta que Don Boni, el cura de la iglesia de San Pedro, nos cedió una zona que no usaba en la Quinta de San Eutiquio, que dejamos cuando necesitaron ese espacio al aumentar la actividad. No hace mucho por fin se consiguió otro local digno para la asociación, al lado de la iglesia de Castiello".

Presidente del CDS en Gijón

"En los años 90 me afilié al CDS. Siempre me consideré liberal y centrista. En 1992 fui elegido presidente del CDS de Gijón, en una época en la que el partido ya no lo lideraba Adolfo Suárez, sino Rafael Calvo Ortega, que había sido Ministro de Trabajo y para mí es el político más honesto y más directo que conocí. Fui número tres en la candidatura a las elecciones generales y candidato a unas europeas en las que no salimos. Los bancos no nos daban dinero para hacer campaña. La desaparición del centro fue un error del PP, que necesitaba partidos bisagra como el CDS, para no tener forzosamente que sacar la mayoría absoluta. Ahora, o la sacan, o votan con Vox".

Sin cambiar de chaqueta

"En las elecciones municipales, anteriores, el CDS había tenido nada menos que 8 concejales en Gijón. Cuando me nombraron presidente, pensé que se podía recuperar el ánimo entre los afiliados, pero se notaba que se iba desintegrando, que la gente quería ir al PSOE o al PP. No hubo manera._Cuando el CDS hizo una disolución de hecho en España, que no de derecho porque no podía al tener deudas, a mí me ofrecieron pasar al Partido Popular en puestos de salida en las listas, pero el cambio de chaqueta no me gusta. Les planteé esperar unos meses. A mí me gustaba la política, pero en política cuando enfrías, enfrías. Pasó el tiempo y luego ya no tenía ganas y me centré en el ejercicio profesional, que nunca había abandonado. Años después también me llamaron para que me afiliara al URAS y dije que no, porque no me parecía que aquello tuviera visión de futuro".

La batalla de la ORA

"Un éxito que tuvimos en mi etapa en el CDS tuvo que ver con la ORA, que desde el primer momento la vi como un afán recaudatorio. Estudié el tema y dije que los controladores no tenían capacidad para imponer sanciones y tuve una sentencia de la Audiencia de Oviedo diciendo que las sanciones impuestas por los recaudadores no tenían validez jurídica. Eso sentó como un cuerno al PSOE, cuando la concejala del área era María José Ramos. A mí me gustaba la política, pero te encuentras con un muro, porque sin dinero no se puede hacer nada. En el CDS había buena gente. Entre ellos los hermanos Santos, que luego se metieron en el PP de Gijón que lideraba Pilar Fernández Pardo, que para mí fue la única persona válida del PP aquí en todos estos años. Hasta que fueron a por ella".

La familia antes que el golf

"Heredé de mis padres el afán de la familia. Cuando mi padre falleció, durante varios años, el día que él falleció nos reuníamos mi madre, los hermanos, los hermanos política y los nietos por mantener el espíritu familiar. A mí me encanta tener reuniones familiares. Fui socio unos años del Club de Golf de Castiello en la década de los 2000, pero aparte de que no se me daba demasiado bien el golf, requería muchas horas, como mínimo cuatro, cuando yo tenía que trabajar muchas veces los fines de semana para preparar juicios que tenía los lunes, y además por el horario no podíamos comer en familia, porque mis hijas se negaban a jugar al golf. Mi hija María le dijo a la madre ‘me puedes obligar a estudiar matemáticas, pero no a jugar al golf porque no me gusta’ y tenía razón. Entonces, como nadie de la familia quería ir al golf, nos dimos de baja. También fuimos socios de Peña Ubiña en Valgrande Pajares, para ir a esquiar. Compramos un apartamento y lo pasamos de maravilla, pero lo acabamos vendiendo y lo dejamos en una época en la que no se sabía hasta el mismo fin de semana si iba o no a haber nieve".

El cierre de la empresa

"En Rubiera Predisa estuve trabajando 40 años hasta que desapareció por la crisis económica. Me jubilé en Rubiera, por los años de cotización, aprovechando que era compatible y lo sigue siendo el ejercicio libre de la profesión cuando no estás afiliado al régimen de autónomos, estando afiliado a la Mutualidad General de la Abogacía. En los últimos años de Rubiera tuvimos unas dificultades económicas tremendas y tuvimos muchas reuniones con todas las fuerzas vivas, sobre todo con los gobiernos de Paz Fernández Felgueroso y de Carmen Moriyón, pero no se consiguió nada hasta que se el 50% de los accionistas vendieron su participación a unas personas de Madrid y el otro 50% quedaron con la fábrica con objeto de poder luchar y continuar con la misma, pero fue imposible, porque los costes eran muy altos, había mucha competencia y había disminuido la construcción enormemente, en plena crisis en 2010 o 2012".

Insignia de oro

"Seguí trabajando en Gijón y Avilés con más calma y alejado de toda actividad al margen de la profesión. Sigo trabajando como abogado, aunque a muy poco ritmo. Con 76 años y 53 de profesión tengo unos clientes particulares tradicionales, que son fieles y también llevo el Hospital de la Cruz Roja de Gijón. En 2020 el Colegio de Abogados me concedió la insignia de oro por los 50 años en ejercicio. Fui el único, porque en los años 70 no se afiliaba nadie al Colegio; cuando me matriculé, mis compañeros de juicios tenían 10 o 15 años más que yo".

Plataforma

"A raíz de los robos que se están produciendo en Castiello, me afilié a la plataforma que hace un año se constituyó al margen de la asociación para intentar concienciar a los poderes públicos de que hay que solucionar este tema. Somos 153 participantes".

Compartir el artículo

stats