Entrevista | Mario Menéndez Catedrático de Prehistoria de la UNED

"No somos conscientes de que gran parte de nuestras reacciones son todavía paleolíticas"

Mario Menéndez, en la sede de la uned de asturias, en Gijón.

Mario Menéndez, en la sede de la uned de asturias, en Gijón. / P. N.

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

El catedrático de Prehistoria de la UNED Mario Menéndez (Belmonte de Miranda, 1954) está a punto de publicar junto con Ángel Rivera, licenciado en Medicina y doctor en Prehistoria, el primer manual en castellano sobre arqueología cognitiva, una disciplina relativamente reciente, que comenzó a desarrollarse en los años 80 del pasado siglo en el Reino Unido y Estados Unidos. Con un enfoque interdisciplinario, la arqueología cognitiva trata de inferir cómo era el pensamiento de los hombres primitivos a partir de los distintos restos materiales hallados. Mario Menéndez, que durante doce años dirigió el centro asociado de la UNED en Asturias, participó esta semana en Gijón en un ciclo organizado en recuerdo de Gema Adán, arqueóloga ovetense fallecida en julio del año pasado. El título de la conferencia fue "La arqueología cognitiva: interpretando el pensamiento simbólico humano".

–¿Cuándo y cómo comenzó el pensamiento simbólico?

–El simbolismo no es un absoluto, tiene muchos grados. Simbolizar es atribuir abstracciones a las cosas. Por ejemplo, cuando hace unos 500.000 arrojaron un bifaz en la Sima de los Huesos de Atapuerca –que puede que sea el más antiguo hasta la fecha (la piedra ha sido bautizada como "Excálibur")–, donde hay enterrados al menos 28 individuos y probablemente bastantes más, seguramente lo hicieron por alguna abstracción, que puede ser de autoridad, que puede ser de amor, de lo que sea, pero por una abstracción. Y eso ya es un símbolo. Pero, claro, es un símbolo al nivel que corresponde al lenguaje de aquellos individuos (de la especie "Homo heidelbergensis"). Porque, como decía el filósofo Wittgenstein, nuestro mundo llega hasta donde alcanza nuestro lenguaje. Y probablemente aquellos individuos de Atapuerca tenían un lenguaje de tipo fonológico muy escaso. Entonces el simbolismo que tenían también era muy escaso, muy elemental.

–¿Y los neandertales?

–Los neandertales ya tuvieron un lenguaje más de tipo argumentativo, y probablemente algunos heidelbergensis, pero no lo sabemos. Su simbolismo ya era un poco más elaborado, eran capaces de llegar un poco más allá y discutir aspectos de utilidad de la caza o de organización social. Finalmente, solo los humanos modernos llegamos al lenguaje metafórico, donde podemos expresar cosas que no vemos, podemos hablar de cosas que no existen en la realidad, de constructos mentales. Es imposible tener religión si no se tiene una capacidad de lenguaje metafórico. ¿Tú cómo explicas y cómo concibes, si no, la idea de seres espirituales que no existen en la realidad, solo en los sueños? No es posible.

–¿Y qué permitió esa invención de la metáfora?

–Cuando se inventan la metáfora y las palabras, eso da pie a que imaginemos a partir de ellas cosas nuevas, incluso buscar la belleza y la afectividad en el lenguaje. Seguramente los chamanes de la Prehistoria buscaban con sus teatralidades vender ese simbolismo y ese viaje al mundo de los sueños o al mundo de la conciencia alterada por drogas. Buscaban también impresionar a su auditorio porque tienen una mayor capacidad de convencimiento y buscaban frases sonoras, bellas, onomatopéyicas…. En fin, ya un lenguaje. Como hacemos en la actualidad.

–Ha cambiado mucho la imagen que tenemos hoy de los neandertales. "Ser un neandertal era, y es, casi un insulto".

–Sí, era una palabra un poco peyorativa. Pero no es el caso. Los neandertales crearon su mundo, un mundo muy rico seguramente en algunos aspectos. Aunque no lo podemos conocer en profundidad, tenemos mucha información sobre ello. Por ejemplo, tenemos más enterramientos neandertales durante el Paleolítico que de humanos modernos. Sabemos mejor cómo entierran a sus muertos los neandertales que cómo enterrábamos nosotros a los nuestros. Porque el rito que tenían los antepasados de los humanos modernos dejó poco restos. En algunos aspectos sabemos más de ellos que de nosotros.

–¿Cuál era la diferencia sustancial entre la forma de ver el mundo de los neandertales y la de los humanos modernos?

–Cuando hablamos de neandertales, los metemos todos en el mismo paquete. Eso no es justo. Los neandertales vivieron durante 300.000 años y los primeros neandertales no son como los últimos. También ellos, a lo largo de su vida como especie tuvieron un desarrollo cognitivo. Y en los últimos neandertales, a partir de hace 70.000 o 60.000 años, ya se ven atisbos de simbolismo consciente. Cosa que no ocurre con los primeros. En cualquier caso, en 2021, un equipo internacional que estudió los genomas de los chimpancés actuales, de los neandertales y el genoma de los humanos modernos llegó a la conclusión de que hay aspectos, como es la reactividad emocional, que prácticamente es la misma en los neandertales y en los chimpancés. Hay otros aspectos, como es el autocontrol o la autoconciencia. Ahí los neandertales están a medio camino entre los chimpancés y los humanos modernos. Y finalmente hay unos 270 genes que se encargan de la creatividad, del comportamiento prosocial o de la longevidad saludable que son exclusivos de los humanos anatómicamente modernos. Ahí realmente es donde podría estar la diferencia entre los neandertales y nosotros.

–Nosotros, los sapiens, dimos un salto cualitativo.

–Un salto cualitativo en cuanto a la creación del nicho cognitivo. Es decir, del ambiente en el que se vive y donde se genera la cultura, que es acumulativa. Cada generación va dando un pasito más y eso se va acumulando y permite que se expresen determinadas manifestaciones que, de otra manera, no podrían expresarse. Por ejemplo, el simbolismo es una capacidad emergente que existe ya de serie, digamos, en el proceso evolutivo. Pero no se manifiesta sin necesarias circunstancias culturales para que se expresen. Que la madera flota lo veían todos los humanos, pero tener el desarrollo cognitivo para construir una balsa y navegar no se hizo hasta hace 50.000 años, cuando se colonizó Australia.

–Hay una continua interacción entre genes y ambiente.

–Absolutamente. Desde hace años conocemos que hay unos genes que no codifican proteínas. Pero no se sabía para qué servían. Parecía que eran una especie de basura evolutiva. Pero son genes reguladores. No codifican proteínas y no actúan sobre parte del cerebro, pero como están en contacto con el medio ambiente en algunos casos estimulan a otros genes para que sean más activos, o los apagan o los silencian. Según esté el medio ambiente, los genes estructurales trabajan más o trabajan menos. Sin cambiar nuestro ADN, hacen que funcione en un sentido u otro, según interese. Y ahí está la importancia de la cultura, es decir, del nicho cognitivo en el que nos criamos y nos desarrollamos los humanos.

–Es fascinante que se puedan heredar comportamientos emocionales.

–La arqueología hasta ahora nunca tuvo en cuenta las emociones. Y son un aspecto fundamentalísimo de nuestra conducta. Las emociones son el estímulo para la acción. Toda acción lleva consigo una emoción. Entonces, cuando sabemos lo que hacían, sabemos qué emociones tenían, adivinamos un poco qué es lo que sentían los prehistóricos. Y, además, no solo es importante porque conocemos mejor el pasado, también es importante porque nosotros somos la herencia de todos esos cambios que se han producido durante más de dos millones de años que duró la Prehistoria. El 99% de la historia de la humanidad es Prehistoria. Y nosotros nos configuramos en ese ambiente, en ese nicho prehistórico. Muchas de las cosas que hacemos hoy todavía no ha dado tiempo a variarlas porque han pasado solo unos miles de años desde que acabó la Prehistoria, diez mil años escasamente. Somos el resultado de aquella configuración paleolítica. No somos conscientes de que nuestras reacciones respecto a las acciones y a los sentimientos son, en un porcentaje altísimo todavía, reacciones paleolíticas.

–Pero creemos que hemos dejado atrás al hombre de las cavernas.

–Cuando analizamos las relaciones de sexo, de dominancia, de territorialidad, reacciones a muchos comportamientos sociales que son claramente culturales, todos eso lo arrastramos desde la Prehistoria porque eran comportamientos adaptativos entonces. Muchos de esos comportamientos ya no son adaptativos hoy, pero todavía no ha dado tiempo a variarlos. Por eso tenemos a veces algunas reacciones que nos sorprenden.

–¿Podría detallar alguna?

–Hay muchas, algunas muy debatidas y algunas muy polémicas. Le voy a decir una que seguramente va a ser polémica. La sumisión femenina ha sido un elemento histórico presente en todas las culturas y en todas las civilizaciones. Solo el mundo moderno ahora está consiguiendo orillarla. Está consiguiendo apartarla, aunque no lo haya conseguido todavía y cuesta mucho trabajo. Y eso, muy probablemente, según los antropólogos, procede de la patrilocalidad. Es decir, de que eran las mujeres las que iban al grupo de los maridos, de los hombres, como se mostró por ejemplo ya en los neandertales de la Cueva del Sidrón, donde los hombres del grupo encontrado en ese yacimiento son todos familia y las mujeres vienen todas de fuera. La mujer tenía que comportarse de una manera convincente y, si no se comportaban de una manera convincente, la que venía de fuera seguramente lo pasaría mal. O, como mínimo, no tenía descendencia. Con lo cual esa rebeldía, digamos, quedaba ahí parada (en términos evolutivos). Ese comportamiento se convirtió en un patrón que se transmitía de generación en generación y ha llegado hasta la actualidad.

–¿Algún ejemplo más?

–Hay otros muchos. La ira, el miedo… Nosotros sentimos miedo y asco ante determinados animales, determinadas comidas, determinados olores porque ese asco nos protegía de los patógenos que en la Prehistoria no se podían curar. Las mujeres, que tenían embarazos prolongados, que tenían que dar a luz y tenían más problemas con las infecciones, tienen más miedo y más desarrollado que los hombres el sentido del asco y del olfato para defenderse, porque eso era necesario durante el Paleolítico.

–Los cambios tecnológicos se fueron sedimentando y modificando muy lentamente en el comportamiento humano a lo largo de miles de años. Pero hoy el avance tecnológico está aceleradísimo. ¿Cree que se está transformando ya nuestra forma de ser humanos?

–Absolutamente. La evolución ha seguido determinados parámetros hasta la actualidad y seguramente ahora seguirá otros que nos son desconocidos, pero que probablemente no tienen nada que ver con lo anterior. Un ejemplo es la inteligencia artificial. Estamos creando algo que no sabemos exactamente qué es, ni a dónde nos va a llevar, pero que puede cambiar el modelo evolutivo sustancialmente. Desde que tuvimos un último antepasado común con el chimpancé hace 6 millones de años, nosotros hemos ido lentamente evolucionando hasta que hace 2,5 millones de años apareció el género homo y la evolución después ha sido rapidísima, rapidísima. Sobre todo, en los últimos tiempos. Estamos llegando a unas cotas de rapidez evolutiva que no sabemos a dónde nos van a llevar. Sin duda a un mundo absolutamente diferente de este que conocíamos hasta hoy y, además, muy rápidamente.

–Y quizás a un tipo de animal humano diferente.

–Bueno, puede haber interfaces, puede haber ciborgs, puede haber esa forma, digamos, artificial de incrementar la cognición humana. Es una vía que vemos como peligrosa porque se nos escapa de las manos, pero entra dentro de lo posible, naturalmente, claro que sí.

–¿A qué necesidad responde el nacimiento del arte en la especie humana?

–Tengo la hipótesis de que el arte nace como relato para explicar el mundo que acaba siendo religioso. Primero es el mundo de los espíritus, en esa especie de religión natural que es una veneración de la naturaleza; de las cosas incomprendidas, inexplicadas de la naturaleza. El arte forma parte del relato que trata de comprender y explicar eso a los demás. Y a través del arte acaba naciendo la religión, que es la construcción simbólica más elaborada que los humanos hayan hecho nunca.

–Al principio fue el arte y después Dios.

–Sí, primero fue el arte y después, a través del arte, a través de la literatura oral, a través de la música, la religión. Todo eso está presente ya en el Auriñacense. Pero en el Auriñacense todavía no hay, digamos, religión. Para que exista la religión tiene que haber necesariamente un corpus doctrinal. Una religión tiene su doctrina, de lo contrario no es una religión. Entonces, lo que existe son comportamientos protorreligiosos o prerreligiosos, o como queramos llamarlos, pero no una verdadera religión. Para que exista una religión hay que elaborar eso y tiene que haber un acuerdo. Y para que exista un acuerdo, tiene que haber un relato. Y la religión forma parte de ese relato para convencer a los pueblos, a los grupos, a las bandas paleolíticas, de que existe ese otro mundo y que ese otro mundo influye en el nuestro y que hay que dominarlo y que la forma de manejarlo adecuadamente es esa, que es lo que hacen todas las religiones.

–Usted habla de tres temas primigenios en el nacimiento del arte. ¿Podría detallarlos?

–Uno son los que se llaman los teriántropos, "terios" en griego significa animal, animal salvaje y "antropos", hombres. Los teriántropos son mitad animal, mitad humano. Son figuras y pinturas que son como chamanes disfrazados. O así se han interpretado. Son mediadores entre el mundo de los espíritus y el mundo cotidiano. Por otro lado, están las figuras sexuales, sobre todo femeninas. Algunas incluso muy provocadoras, con los caracteres sexuales muy exagerados, excesivamente exagerados. Eso manda un mensaje muy claro. Y en tercer lugar, las figuras de los animales. En principio, sobre todo los animales más peligrosos.

–¿Y cuál es el mensaje claro que mandan las imágenes sexuales?

–Es doble. Sin duda, en todos los animales, por lo menos en todos los mamíferos y casi todos los grupos de animales, el sexo es una pulsión enormemente importante. Y en los humanos también. Eso, por un lado. Por otro lado, el sexo es en sí mismo una pulsión que en el caso de los humanos se ha culturizado. Es decir, se ha elaborado. Al igual que la necesidad de alimentarse, es una pulsión muy potente que se ha culturizado. Nosotros también tratamos de disfrutar con la comida, y también tratamos de disfrutar con el sexo y le damos esa dimensión.

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