El inagotable legado del padre Feijoo, el catedrático de la Universidad de Oviedo que llegó a ser más leído que Cervantes

Urzainqui, San José y Olay presentan la edición crítica del tercer tomo de las "Cartas eruditas y curiosas" del titán de la filosofía ovetense

Por la izquierda, Xaime Martínez, Eduardo  San José, Inmaculada  Urzainqui y Rodrigo Olay en el Instituto Feijoo, en Oviedo. | Miki López

Por la izquierda, Xaime Martínez, Eduardo San José, Inmaculada Urzainqui y Rodrigo Olay en el Instituto Feijoo, en Oviedo. | Miki López / MIKI LOPEZ

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Después de cinco años de trabajo, los profesores de la Universidad de Oviedo Inmaculada Urzainqui, Eduardo San José Vázquez y Rodrigo Olay Valdés presentan su edición crítica del tomo tercero de las "Cartas eruditas y curiosas" de Benito Jerónimo Feijoo. LA NUEVA ESPAÑA los reunió en la sede del Instituto Feijoo, en Oviedo, junto a Xaime Martínez, autor de una tesis sobre Feijoo polemista que leyó el pasado viernes. Durante mucho tiempo fue el autor más leído en español, por delante incluso de Cervantes, y un auténtico fenómeno público. Sepamos por qué.

¿Con qué Feijoo nos vamos a encontrar? Urzainqui lo describe: "Pese a estar a punto de cumplir setenta y cuatro años, llevar más de un cuarto de siglo publicando los diversos tomos de su obra, y haber sufrido muchos ataques e insidias, sale de nuevo al público con el vigor y entusiasmo de siempre para continuar el proyecto de crítica y difusión cultural que había iniciado en 1726. Pero, eso sí, con la satisfacción de saberse leído y seguido por un creciente número de lectores y de contar con el apoyo de notables personalidades de la vida social y cultural y aun del propio monarca, Fernando VI, como prueban su nombramiento a título honorífico de consejero real y la reciente e insólita real orden prohibiendo cualquier obra que pretendiera atacarlo".

San José añade: "Es también el padre Feijoo en su apogeo, cosechando el triunfo sembrado durante años, pero por eso mismo envidiado y cansado de insidias. En estas ‘Cartas eruditas’ rentabiliza el crédito de autor obtenido en el ‘Teatro crítico’, con textos más breves y ágiles, en los que se divierte y también se muestra más impaciente con las objeciones ajenas".

La extensa y elogiosa dedicatoria de Feijoo a Fernando VI explica, según Urzainqui, "su decidida adhesión al programa de paz y progreso económico y social que está desarrollando el rey con su primer equipo de gobierno; principalmente, los ministros José de Carvajal y el marqués de la Ensenada".

Recordemos, aporta San José, que "estamos en el año de 1750 en que el mismo soberano publica una pragmática que prohíbe impugnar a Feijoo, caso insólito. Ha alcanzado una eminencia muy envidiada y busca protección, además de hacerse perdonar un malentendido con el príncipe y futuro rey Carlos. La monarquía no lo necesita menos a él como su protegido. Aun así, su elogio del rey que busca la felicidad pública en lugar de la gloria de las conquistas es sincero". Olay apunta: "La relación de Feijoo con los Borbones siempre fue muy estrecha, hasta el punto de que dedicó su primer poema conocido a Felipe V y otra de sus composiciones a la reina Isabel de Farnesio".

Si viviera hoy, indica Urzainqui, Feijoo "seguro que se inclinaría por quienes más empeño pusieran en mejorar la vida y cultura de los españoles, en promover el desarrollo económico y social, ayudar a los desvalidos, fomentar el trabajo, la tolerancia y el entendimiento entre los pueblos, combatir lacras como la lentitud de la justicia, el patrioterismo o el maltrato animal, y en dignificar a la mujer. Hay que recordar que a él se debe el primer escrito español dirigido a demostrar, con argumentos de razón, la igualdad de talento entre el hombre y la mujer".

San José lo imagina "lejos del incondicionalismo y del sentimentalismo ideológico. Así que hoy tendría que hacer política desde una zona ajena en lo posible a los partidos políticos, quizá desde la ciencia, la literatura o el periodismo. De lo que sí estoy seguro es de que, como Montaigne, sería güelfo para los gibelinos y gibelino para los güelfos". Y Olay llama a no "perder de vista su famoso discurso ‘Defensa de las mujeres’ donde proclama la igualdad intelectual entre hombres y mujeres, de lo que es pionero en España".

Ser nombrado consejero real no condicionó su pensamiento político. Olay: "Sus ideas no cambian por entrar en el Consejo Real sino que entra en el Consejo Real por sus ideas". Urzainqui asiente: "Prueba elocuente de su independencia de criterio es que en este tomo III dedique una a poner de manifiesto la superioridad moral del zar Pedro I sobre Luis XIV, que era bisabuelo del monarca".

San José cree que él se encontró "protegido y realzado, claro. Quizá también intocable. Fue sin embargo el abrazo del oso. La monarquía, o el sector más progresista del reformismo borbónico, lo empleó como su agente cultural. Con ello quizá se ahorraba un opositor que no se podía permitir tener y al mismo tiempo promovía una Ilustración prudente que atajaba tentaciones revolucionarias".

Feijoo se empeñó en entroncar al rey –el primer Borbón nacido en España– con los mejores monarcas del pasado hispano. Urzainqui lo explica: "Para contribuir a españolizar a la nueva monarquía. Una aspiración legitimadora que comparte con muchos intelectuales y políticos del momento". San José añade que "a partir de cierto momento la nueva dinastía quiso convertir a Feijoo en lo que Virgilio había sido para Augusto. Esto debió de causarle dilemas parecidos, y la literatura española debe aquí aún una novela sobre las relaciones entre la literatura y el poder como la de Hermann Broch. Sé que Jorge Ordaz, que es parte de nuestro equipo feijoniano, prepara algo en este ambiente histórico".

Feijoo responsabilizaba de las calamidades españolas "fundamentalmente a la descaminada política de los Austrias, como subraya en la dedicatoria", según Urzainqui, y San José lo amplía a "los propios españoles, sin duda. Ni a los romanos, ni a franceses o ingleses. Aborrece la evasión de culpas, y se ve ahí que abominaría un futuro autárquico o populista para España. Su estilo no era la queja sino la crítica".

No es el atraso industrial sino el científico y el educativo el que más le preocupaba. La formación en las ciencias útiles, la exigencia y la imitación de países más avanzados son para él el nervio de la modernidad. Y defendía una monarquía con ministros de talento, como corrobora Urzainqui: "Una de las cosas que le parecen más valiosas del reinado es la acción compartida de Fernando VI con ministros excelentes, para él ejemplo y fundamento de lo que debería hacerse en el futuro". Ministros jóvenes, apunta San José, "pertenecientes a una nueva nobleza de méritos, no de linaje, como Ensenada y Carvajal. No por eso despreciaba la honra del linaje, él mismo era mayorazgo de casa noble, pero creía que esa herencia debía ganarse a diario".

Por temperamento y por convicción no ambicionaba cargos. Lo que no quita, matiza Urzainqui, "para que aceptara ser abad de San Vicente cuando fue elegido en tres ocasiones o que sucesivamente fuera opositando, con éxito, a las cátedras de Teología de la Universidad hasta obtener la de Prima, la más alta en el escalafón académico". Rechazó "las cargas que pudo y a los pelmas, eso sí", se suma San José, "pero no debemos confundirlo con la imagen ascética de un fray Luis de León, de la que es algo responsable la espléndida estatua de Gerardo Zaragoza. Desde su retiro ovetense era también un animal político, y no despreció armas ni escudos en la arena pública". Olay recuerda que "rechazó algún cargo en la corte, sin embargo. Guillermo Fernández Ortiz acaba de publicar la documentación relativa a la gestión de Feijoo como abad de San Vicente, y muestra a un gestor prudente". A la introducción de elementos profanos en la música de los templos se refirió, recuerda Urzainqui, "para reprobarlos, en uno de sus primeros discursos. Pero con el tiempo se mostró más conciliador, admitiendo, de acuerdo con el criterio del papa Benedicto XIV la admisión de violines". Aquí mostró su cara más conservadora, señala San José, "sobre todo en el rito; por ejemplo, no le sonaba bien la música profana ni la presencia de nuevos instrumentos en los templos. Se trataba de una cuestión de decoro estético más que de rigor doctrinal: ¡cómo mezclar la gracia de los violines con la gravedad de la eucaristía!"

¿Podemos imaginar qué soluciones daría Feijoo a la crisis rural actual en Asturias? San José matiza que "son contextos rurales opuestos: aquel generaba excedentes poblacionales para la emigración y este se desertifica. Pero en ambos se abandonan las actividades campesinas, como causa o como consecuencia. Advertía que la prosperidad de las naciones se funda en el campo, que él ya veía abandonado en España. Y no pensaba que fuera a ser redimido desde la ciudad, que lo miraba con superioridad. Diría que el campo necesita campesinos, no ruralitas; y que lo primero sería mejorar las condiciones del sector primario".

Se ganó muchos enemigos por refutar supuestos milagros, afirma Urzainqui, "sobre todo los muchos que apadrinaban el presunto milagro de las flores de San Luis del Monte en Cangas del Narcea, franciscanos principalmente". Sí, admite San José, "y todavía hoy los sigue teniendo en sectores reaccionarios de la Iglesia por esa y otras cuestiones, como las falsas reliquias, los cultos supersticiosos o la simonía. Sorprende encontrarse aún a Feijoo vilipendiado por ser ‘de la cáscara amarga’, un progre casi, un descreído. A la vez, los herederos de la Ilustración más jacobina ven en él a un curón, el lastre de nuestro siglo XVIII tímido e insuficiente. Güelfo para los gibelinos...".

"Era muy inteligente escogiendo adversarios"

Xaime Martínez leyó con resultado brillante el pasado viernes su tesis sobre «Redes de apoyo y resistencia a la temprana Ilustración española. Feijoo, polemista». Vivió un momento de «grandes cambios epistemológicos y políticos, y gran parte de sus choques se deben a eso», apunta Martínez.

–¿Le gustaba meterse en charcos?

–Desde luego. Por una parte, claro, obedecía a algunas de sus tendencias personales: él mismo decía que no había contestado a más de las personas que lo impugnaban para no molestar a sus superiores. En este sentido, era muy vehemente y divertido en sus respuestas. Pero es que, además, meterse en charcos era una manera de generar conocimiento. Como dice el sociólogo Pierre Bourdieu, no es solo que las luchas modifiquen el campo literario, es que hacen que se mueva.

–Resúmame la polémica médico-astrológica.

–Venía ya del siglo anterior y enfrentaba esencialmente a dos tipos de médicos: los que se formaban en la Universidad y que tenían una formación más medieval y los que se formaban en la práctica clínica, más renovadores y con menos carga filosófica. Lo interesante es que uno de los elementos de esa medicina más arcaica que defendían los médicos galénicos (los universitarios) era la utilidad de la astrología para diagnosticar enfermedades y preparar remedios. Se creía que la posición de los astros influía en el tipo de enfermedades que se contraían, y en los efectos de los medicamentos.

–La polémica feminista.

–Realmente, la polémica feminista que se desata a partir de su «Defensa de las mujeres» forma parte de la querelle des femmes, una polémica mucho más extensa que abarca toda Europa y que alcanza hasta la Edad Media. Esencialmente, hay un bando misógino (en el que están Boccaccio, el Arcipreste de Talavera o Nicolas Boileau) y un bando feminista (Christine de Pizan, Lucrezia Marinelli, el mismo Feijoo...) que discuten sobre la capacidad intelectual de las mujeres. A los más modernos, también les interesa que las mujeres pasen a formar parte de la cultura, porque pueden aumentar en mucho el público lector de la Modernidad.

–La polémica musical.

–Es la polémica en la que Feijoo tuvo una posición más conservadora, probablemente a causa de su condición de religioso. Se discutía si era adecuado que la nueva música que estaba entrando en España desde Italia a comienzos del XVIII se interpretase en las iglesias, durante el culto. Feijoo y otros consideraban que era una música demasiado sensual, mundana, y que sus violines podían distraer de la oración. Feijoo prefería el canto gregoriano (que, casualmente, era patrimonio de su orden religiosa, la benedictina). Lo interesante es que sus posiciones tuvieron mucha importancia en la iglesia, ya que se convirtieron en la doctrina oficial del Papa Benedicto XIV a mediados del siglo.

–¿Por qué alimentaba tantas polémicas?

–En parte era algo programático: una manera de hacer ciencia en el XVIII. Su proyecto, en buena medida, estaba muy vinculado al reformismo borbónico y a la orden benedictina. Por otra, creo que fue una especie de tormenta perfecta: un hombre del viejo mundo, con todos los cargos y honores, que utilizaba su capital para hacer una revolución.

–¿Los principales enemigos de Feijoo?

–Los dos más conocidos son Salvador José Mañer, un periodista intelectual que impugnó varios errores de la obra de Feijoo y que le costó más de un disgusto, y Francisco Soto Marne, un cronista de la orden franciscana y escritor barroco de sermones al que llamaban Floriloco y cuyas críticas hicieron que el rey acabase prohibiendo discutir con Feijoo. También Torres Villarroel, el astrólogo y pícaro, fue un gran enemigo de Feijoo.

–¿Hubo polémicas asturianas?

–Sí, desde luego. Feijoo intervino en varios asuntos que tenían una faceta claramente asturiana, aunque pudiesen ampliarse fuera. Por ejemplo, discutió con dos médicos conservadores ovetenses, los Dorado, que eran padre e hijo (el nombre de uno de ellos es el que está escrito en la fachada de San Isidoro). Feijoo también impugnó el milagro de las florecillas de San Luis del Monte, una ermita en Pousada de Rengos, en Cangas del Narcea, que le supuso que se difundiesen poemas satíricos contra él en Asturias y que fue la causa de que se enemistase con la orden franciscana.

–¿Ser un intelectual periférico influyó en algunas percepciones sobre sus gustos?

–Desde luego. En la polémica musical, sus críticos decían que tenía mal gusto porque no podía ir a Madrid a escuchar música, pero lo cierto es que siempre estuvo muy actualizado. La posición periférica le dio una independencia sin la cual es difícil comprender su obra.

–¿Cuáles eran los reproches más frecuentes?

–Que no sabía de nada pero escribía de todo y que excedía lo que se espera de un monje.

–¿Tanta influencia tenían sus polémicas?

–Por una parte fue best-seller total, así que tuvo mucha influencia y contribuyó a modificar notablemente la realidad de la época. Por la otra, en estas discusiones cristalizaron muchos de los discursos que estaban en pugna en este momento.

–¿Entraba al trapo de todas las guerras literarias o escogía mucho sus batallas?

–Era muy inteligente escogiendo a sus adversarios y los temas en los que quería meterse. Por ejemplo, siempre rechazó las polémicas religiosas, que podían ser las más peligrosas en ese momento.

–¿Las polémicas tenían eco más allá de los círculos literarios?

–Sí, en el círculo del poder y en diversas instituciones. Sus ideas sobre música o sobre el lulismo, por ejemplo, supusieron que se modificase la manera en la que se componía para la misa y que se cerrasen varias universidades lulistas.

–¿Cuáles fueron sus principales armas para los duelos polémicos?

–Dependían de la imitación irónica, que Feijoo manejó con mucho acierto. Pero además, manejaba también técnicas más antiguas, como la cita de autoridades y la argumentación escolástica, y lo hacía todo ello con un estilo que buscaba establecer lo natural.

–¿Meterse con Feijoo daba prestigio en los círculos literarios?

–Sí, era un recurso para que personas más o menos desconocidas pudiesen ascender en el mundillo.

–¿Perdió alguna polémica?

–Pasaba un poco como en los debates políticos, que todos salen diciendo que han ganado. Tal vez pueda decirse que perdió la polémica musical, en el sentido de que a lo largo de sus obras posteriores se dedicó a desdecirse (ligeramente) de sus ideas más conservadoras iniciales. 

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