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Ensayo

Arquitectura para la supervivencia

Las severas alteraciones meteorológicas recientes nos obligan a modificar el diseño de los edificios y las ciudades, y la manera de construir está teniendo efectos directos sobre el propio clima

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Miguel Casariego | Decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias

La Arquitectura siempre ha estado estrechamente condicionada por el clima. Pero actualmente ocurre que esa relación funciona en ambas direcciones: por un lado, las severas alteraciones meteorológicas recientes nos obligan a modificar el diseño de los edificios y las ciudades; por el otro, la manera de construir está teniendo efectos directos sobre el propio clima.

Un escenario complejo

Existe un alto grado de certeza en torno a que los mecanismos naturales reguladores del dióxido de carbono (flujo de los océanos, fosilización, actividad de las plantas…) son insuficientes para contrarrestar los altos niveles de emisiones de CO2 asociados a nuestro actual sistema productivo. Por esta razón, la comunidad internacional está arbitrando medidas tendentes a modificar nuestra forma de vida de manera urgente, siendo la principal de ellas la sustitución de los hidrocarburos fósiles por otras fuentes de energía limpias y renovables, como la radiación solar. Si tenemos en cuenta que para satisfacer las necesidades energéticas de la humanidad bastaría con aprovechar una fracción minúscula de la energía que diariamente nos llega del Sol, resulta fácil entender que continuar quemando petróleo, carbón y gas natural es algo tan innecesario como irresponsable.

No obstante, un cambio de hábitos de este calado llevará su tiempo. El "Pacto Verde Europeo" ha fijado el objetivo de neutralidad climática en el año 2050. Dado que una tercera parte de los gases de efecto invernadero que emitimos a la atmósfera corresponde a la construcción y uso de los edificios, ¿cuál es la respuesta que cabe esperar de este sector? ¿De qué manera afectarán los cambios a la Arquitectura? ¿Cómo deben ser nuestros edificios y nuestras ciudades a partir de ahora? Este tipo de cuestiones está orientando la investigación hacia la búsqueda de nuevas formas de diseñar, construir y utilizar los edificios y los espacios públicos con objeto de reducir significativamente el consumo de energía y proteger nuestro hábitat de las consecuencias de la crisis climática.

Dada la magnitud del riesgo, cada actividad productiva debe ser analizada con objeto de optimizar su contribución a la lucha por la supervivencia. En el ámbito de la edificación y el urbanismo, las medidas a adoptar en este sentido pueden agruparse en tres grandes categorías:

1 - Reducir la energía operativa de los edificios.

2 - Reducir la energía incorporada en su construcción.

3 - Actuar en el territorio con criterios de sostenibilidad.

Viviendas de madera en Pervalka (Lituania).

Viviendas de madera en Pervalka (Lituania). / M. Casariego

La energía operativa

Hace tiempo que se han puesto en marcha importantes iniciativas encaminadas a reducir el consumo energético de los edificios. La Unión Europea ha ido incrementando progresivamente las exigencias de calidad y eficiencia a los inmuebles de nueva planta, y desde hace unos años está impulsando programas de ayudas económicas destinados a limitar las necesidades energéticas de los edificios existentes mediante la mejora de sus envolventes y sus instalaciones. En todos los Colegios de Arquitectos de España existen Oficinas de Apoyo a la Rehabilitación (OAR), cuya función es asesorar a los profesionales e informar a los ciudadanos sobre los aspectos técnicos y administrativos de estas ayudas.

Con respecto al diseño arquitectónico, al margen de modas pasajeras y formalizaciones más o menos llamativas, la investigación más comprometida se centra en el objetivo de conseguir que los edificios —además de bellos, funcionales, robustos y accesibles— sean compactos, eficientes, fáciles de mantener y adaptados al clima de cada lugar; aspectos fundamentales que la mejor arquitectura popular siempre ha tenido en cuenta.

La energía incorporada

Menos conocido es el concepto de energía incorporada: aquella que se emplea en las sucesivas etapas de la vida de un edificio (sin incluir la que se consume durante la fase de servicio). Esta variable está vinculada a los sistemas constructivos, y su valor se obtiene mediante el "análisis de ciclo de vida", un método que computa toda la energía empleada en la extracción y el procesamiento de las materias primas, la fabricación y el transporte de los materiales, la ejecución de las obras, el mantenimiento, la deconstrucción y el reciclado; y que también tiene en cuenta la contaminación aérea e hídrica que se produce en cada una de estas etapas. Aplicando este método, muchos materiales de construcción que en el siglo XX se consideraban indiscutibles (hormigón, acero, aluminio…) salen mal parados debido a la elevada energía que requiere su fabricación, y a los impactos medioambientales correspondientes.

Sin embargo, otros materiales naturales como la madera —cuyo empleo retrocedió en España durante el siglo pasado— vuelven a asombrarnos ahora no solo por su extraordinaria belleza, ligereza y versatilidad, sino también por su escasa energía almacenada, su facilidad de reciclaje y su esencial contribución a la fijación del carbono de la atmósfera durante la etapa de crecimiento.

Según estudios recientes, la energía necesaria para fabricar los materiales con los que se construye cada metro cuadrado de edificación convencional equivale a la combustión de 150 litros de gasolina, lo que da una idea de la considerable "huella de carbono" que ello representa. Es evidente que, si queremos reducir la energía incorporada en los edificios, debemos intervenir en ellos de un modo diferente.

Desde este punto de vista, la conservación del patrimonio arquitectónico se ilumina ahora bajo una luz nueva: no solo se trata de proteger nuestro legado cultural, sino también de poner en valor la energía almacenada en sus elementos constructivos y evitar el dispendio de su demolición y posterior reconstrucción. De este modo, los antiguos edificios en desuso (o infrautilizados) deben ser evaluados en función de su capacidad para adaptarse a nuevas funciones, y en su caso ser rehabilitados mediante intervenciones cuidadosas que respeten su carácter y aprovechen —en la medida de lo posible— sus estructuras y sus envolventes.

Otro de los avances del sector de la edificación debe encaminarse hacia la construcción industrializada, que se caracteriza por la producción en taller de componentes que posteriormente son transportados y ensamblados en su ubicación definitiva. Este sistema, que está siendo objeto de una profunda actualización, permite incrementar la calidad de los edificios, acortar los plazos de ejecución de las obras y reducir significativamente la cantidad de residuos generados en ellas. Y lo que es aún más importante: mejorar las condiciones de trabajo de los operarios logrando que su actividad sea más segura, atractiva y asequible para cualquier tipo de personas.

La implantación gradual de la industrialización modificará los criterios de elección de los materiales −al propiciar su uso en aquellas unidades de obra donde son más eficientes− y consolidará el empleo de los recursos de proximidad, estrategia que reduce los transportes y su negativo efecto sobre los ecosistemas.

Vivienda popular en Lugo

Vivienda popular en Lugo / M. Casariego

Entorno sostenible

España es uno de los países más amenazados por el aumento de la temperatura y la disminución de los recursos hídricos, y esta circunstancia debe inducirnos a estudiar el territorio para optimizar la captación y el aprovechamiento del agua de lluvia, y a adoptar medidas tales como revisar los cauces por donde discurren las riadas, facilitar la recarga de los acuíferos y racionalizar la gestión del riego.

Asimismo, debemos perfeccionar las técnicas de protección frente a los efectos destructivos de las tormentas, los vendavales y la elevación del nivel del mar, y actualizar el perímetro de las áreas inundables para impedir en ellas la edificación vulnerable. Algo que también resulta prioritario es revisar las estrategias de la lucha contra los incendios, no solo reforzando los medios de extinción sino —principalmente— adecuando la gestión de los bosques para garantizar su futuro.

En lo que se refiere a nuestras poblaciones, debemos incrementar decididamente el arbolado, el ajardinamiento y las técnicas de aprovechamiento agrícola de los espacios públicos y privados. Ya existen pocas dudas acerca de la conveniencia de restringir el transporte motorizado individual. Las urbes más cálidas necesitan zonas de sombra, fuentes, piscinas, toldos, cubiertas frías y refugios climáticos. Es preciso planificar las ciudades teniendo en cuenta el flujo de los vientos para conseguir la máxima renovación del aire, y emplear materiales y sistemas técnicos que permitan controlar y aprovechar la energía solar en función de las características climáticas de cada lugar. Otra prioridad es la de permear el suelo, y reconsiderar el trazado de los viales urbanos y periurbanos con objeto de captar, reconducir y almacenar el agua de la lluvia, evitando de ese modo los perjuicios de las escorrentías torrenciales y el colapso de los sistemas municipales de depuración.

El contexto asturiano

Cada ubicación geográfica tiene sus particularidades. Por el momento, nuestra región se mantiene a salvo del estrés térmico e hídrico que sufren otras regiones del país. Pero su abundante masa forestal (más del 50% del territorio) ha evidenciado una alarmante vulnerabilidad frente los incendios, lo cual tiene que ver con el uso que hacemos de los bosques y con decisiones políticas, técnicas y económicas que deben ser analizadas y modificadas en consecuencia.

El sector de la edificación tiene en Asturias un amplio margen de maniobra. Además de adecuar nuestras poblaciones y nuestros edificios a las exigencias impuestas por las nuevas condiciones climatológicas, el análisis de las características específicas de nuestra región permitirá comprender que es posible armonizar los objetivos de proteger y rentabilizar los bosques con la creación de nuevos puestos de trabajo, la fijación de la población en el medio rural y el empleo de materiales de construcción más sostenibles.

En coherencia con este compromiso, el Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias ha incorporado una nueva categoría dedicada a la Sostenibilidad en los "Premios Asturias de Arquitectura" de este año, cuyo acto de entrega se celebrará el próximo día 6 de octubre en Avilés.

Más adelante (el 23 de noviembre) tendrá lugar una jornada técnica abierta a la sociedad que llevará por título "Introducción al uso de la madera en la edificación", en la que se analizarán las principales especies arbóreas autóctonas, sus características físicas y mecánicas, y los nuevos formatos de madera que se elaboran industrialmente. Asimismo, a través de varias conferencias y presentaciones de casos prácticos, se mostrarán las múltiples posibilidades de aplicación de este maravilloso y abundante material que, siendo el más antiguo, es también el más actual.

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