Las juntas de Protección de Menores, denominadas en su primera organización de protección a la infancia, fueron creadas en 1904 por real orden, si bien su reglamento no fue publicado hasta enero de 1908, año en el que se constituyó la Junta de Gijón. Debido a la falta de ingresos, en los primeros años el papel de estas instituciones se limitó a labores de vigilancia y tutela moral, poco efectivas. Fue a partir de 1917, cuando se les concedió el 5% sobre espectáculos públicos, cuando su papel social comenzó a ser realmente efectivo y notorio. En el plano local, la renovación de los cargos directivos efectuados en 1922 fue decisiva en el devenir de esa institución por la aparición de una figura insustituible, el médico puericultor Avelino González, quien se convertiría en uno de los personajes más queridos y respetados del Gijón posterior a la Guerra Civil. Este doctor higienista se convirtió en el corazón de la Junta Local de Protección de Menores, y sus desvelos y realizaciones en favor de los niños y las madres gijonesas aún son recordados. Avelino González fue el inspirador de la popular Rifa Benéfica, creada como instrumento para allegar más fondos para la atención a la infancia, y a él se debe igualmente la creación del Instituto de Puericultura, conocido popularmente como la Gota de Leche, por ser éste uno de los primeros servicios puestos en marcha en el centro, y que consistía en el reparto gratuito de leche (también papillas) para la alimentación de los infantes gijoneses más necesitados. El doctor González también fue el creador de otra institución de feliz recordatorio en Gijón, el Hogar Maternal e Infantil, emplazado a escasa distancia del Instituto de Puericultura, e igualmente integrado en la Junta Local de Protección de Menores.

Según se relata en la memoria de la Junta Local correspondiente al año 1956 que reseñamos, para dispensar la atención adecuada que necesitaban los niños y las madres, el Instituto de Puericultura dirigido por el doctor González, creó distintas secciones que se complementaban entre sí. Se organizó un servicio de laboratorio general a cargo del doctor Evilasio Antolín Peña, un servicio de maternidad del que carecía la ciudad (lo que provocaba que muchos partos sucedieran sin las mínimas garantías higiénico-sanitarias y Gijón tuviera una tasa de mortalidad infantil en el alumbramiento superior al 32% antes de la puesta en marcha del servicio), una sección denominada casa cuna, que hacía las veces de guardería infantil para madres trabajadoras (a los niños se les alimentaban, cuidaba y educaba en el juego), o un servicio de policlínicas, en el que se dispensaban todas las atenciones médicas requeridas por la población infantil, abarcando las especialidades de prenatal, dermatología, tisiología, oftalmología, entre otras. A los niños atendidos en este servicio se les hacía un seguimiento que quedaba asentado en un cuaderno sanitario, después generalizado por el sistema nacional de salud. El adelantado doctor Avelino González también puso en marcha una escuela de puericultura, una de las primeras fundadas en España, en la cual se formaron una legión de matronas, médicos, enfermeras y maestras puericultoras.

Después de veinticinco años de funcionamiento del Instituto de Puericultura, y ante la carencia de algunos servicios que se consideraban indispensables en la atención de madres y niños, el doctor González planteó la necesidad de una nueva obra, alumbrando así el Hogar Maternal e Infantil. El mismo quedó instalado desde 1949 en un edificio de corte racionalista de nueva planta obra del arquitecto Pedro Cabello Maíz. En este centro se instalaron los servicios de higiene y desinfección, comedor de embarazadas y lactantes (servicio creado después de la guerra por la Junta de Protección para atender las necesidades alimenticias de estos colectivos en aquellos tiempos de crisis), las escuelas maternales (donde se atendía a los niños de las mujeres trabajadoras de nueve de la mañana a seis de la tarde), la escuela hogar de madres, pensada para dotar a las mujeres de conocimientos útiles para la «crianza de su prole y convivencia feliz con su marido», el refugio u hogar infantil (su finalidad era terminar con la mendicidad infantil), así como los servicios de pesaje y fichaje escolar.

La memoria finaliza con la exposición y defensa de un proyecto que finalmente nunca pasó del papel, la creación de un moderno parque infantil a emplazar en el terreno que mediaba entre el Instituto de Puericultura y el Hogar Maternal e Infantil, proyectado, al igual que este último centro, por Pedro Cabello.