Hace 25 años, y en estrecha colaboración con el coordinador de la sección de automovilismo de LA NUEVA ESPAÑA, José Bernardo Pino, resumimos en 30 entregas las tres primeras décadas del automovilismo en Asturias (1964-1994), contando el inicio en el I Premio Ciudad de Oviedo (actual Rally Princesa de Asturias), si bien la I Temporada de Automovilismo comenzó un año después, una vez constituida oficialmente la Federación Asturiana.

Con posterioridad a aquellos artículos periodísticos han sido publicadas varios libros sobre el tema (“Historia del Automóvil en Asturias, 1890-1965” (2010), de Fernando de la Hoz; “El automovilismo asturiano en B&N” (2016), de Miguel Cuadrado, y “50 campeonatos de Asturias de automovilismo, 1965-2014” (2017), de Nicolás Canel, en el que cada autor pretende informar cuál o cuáles fueron las primeras pruebas de automovilismo celebradas en Asturias: que si el Rally Picos de Europa de 1957 (prueba más turística que deportiva) en carretera abierta; que si ciertas carreras que se desarrollaron en un circuito cerrado por el muro de Gijón aprovechando las citas de las afamadas pruebas de motociclismo a finales de los años 40; que si los coches participantes que tomaron la salida desde San Sebastián y pasaron por Asturias rumbo a Barcelona en el rally organizado con ocasión de la Exposición Universal en 1929…

Pues bien, de resultas de una investigación sobre otro asunto me topé con la noticia de la que posiblemente haya sido la primera carrera de automovilismo celebrada en el Principado de Asturias (al menos, hasta hoy conocida). Y no fue una de las típicas concentraciones que antaño se celebraban, en las que se mezclaba el turismo con pruebas de habilidad y tramos de regularidad, sino una verdadera carrera de velocidad. Lo que hoy día denominaríamos una subida. Y se celebró en Oviedo el año 1912 (resumo a continuación las distintas noticias publicadas entre el 5 y el 22 de septiembre de dicho año en los diarios que he podido consultar: “El Carbayón”, “El Correo de Asturias”, “El Noroeste” y “El Principado”).

En la segunda década del siglo XX el automóvil comenzó a multiplicar significativamente su presencia en la región. Al iniciarse 1912 rodaban 356 vehículos matriculados por Asturias (para una población de casi 700.000 habitantes; 1 vehículo por casi 2.000 habitantes), a los que se sumarán otros 163 a lo largo de ese año (datos de la DGT; el incremento fue nada menos que del 46%). Para darse una idea, un siglo después la comunidad disponía de 650.000 vehículos (casi 500.000 turismos) para algo más de 1.050.000 de habitantes (1 vehículo por cada 1,6 habitantes).

Aprovechando, pues, el auge de las matriculaciones, y con la justificación de “fomentar el automovilismo en esta región”, el garaje SCAR organizó una “carrera de resistencia en cuesta” a disputar entre la calle Uría y el alto de Buenavista el 19 de septiembre de aquel año. El garaje SCAR (concesionario de dicha marca, S.C.A.R., cuyas siglas corresponden a Société de Construction Automobile de Reims, empresa francesa fundada en 1906 y desaparecida en 1915 al ser literalmente volada su fábrica durante la I Guerra Mundial), estaba situado en el paseo de Santa Clara (desde 1930, Víctor Sáenz, y calle 19 de Julio entre los años 1937 y 2016, que en aplicación de la ley de memoria Histórica fue rebautizada como calle del Progreso). Los dueños del garaje también tuvieron un bar con el mismo nombre, inaugurado aquel año de 1912, en el solar donde décadas después se levantó la sede de la Caja de Ahorros de Asturias, entonces en la plaza del Generalísimo (hoy Escandalera).

En el particular reglamento de la prueba se autorizaba a participar “coches de todas las marcas y de cualquier potencia”, divididos en cinco categorías (hasta 10, 15, 20, 30 y 50 HP; a la primera no se presentó ningún vehículo), aunque matizaba que no se trataba de una competición para coches específicos de carreras, sino una cita “reservada (únicamente) para coches de turismo o de ciudad, de tipo comercial, con carrocerías completas, todos los asientos fijos de que consten estos deberán hallarse ocupados durante el recorrido por personas cuyo peso no sea inferior a 60 kilogramos cada uno, y en caso de que quedasen una o varias plazas o asientos desocupados en los coches, se cargarán en estos tantos sacos de arena de 60 kilogramos de peso como asientos queden libres”.

Además, estaba “terminantemente prohibido que los coches que tomen parte en este concurso lleven anuncios ni reclamos de ninguna clase”.

Finalmente, serían descalificados aquellos vehículos que tardasen más de 5 minutos en completar el recorrido.

A los ganadores de cada categoría entregaría el alcalde, Manuel Díaz, una medalla de oro con la figura de San Cristóbal y al más veloz de todos los participantes, una placa alusiva de plata.

La carrera se disputó entre la calle Uría, esquina con Toreno (“frente al café Cuevas”), y el alto de Buenavista, colocando la meta a la altura de Casa Zabaleta (hoy complejo de La Gruta).

La distancia, pues, fue de 2,1 kilómetros (metro arriba/abajo), convenientemente reparada para la ocasión unos días antes por una pléyade de peones camineros bajo la supervisión del ingeniero jefe de Obras Públicas.

A la prueba se inscribieron 14 vehículos y 13 fueron autorizados a participar, estando representadas las marcas S.C.A.R., Gobrón, Mercedes, Hispano Suiza, F.N., Panhard Levassor, Charron, Ford, Renault y Rolland-Pilain.

Sin embargo, el día de la competición sólo se presentaron 9 coches (4 de Oviedo, 2 de Madrid y 1 de Llanes, Gijón y Bilbao).

El jueves 19 de septiembre de 1912, a pesar de la pertinaz lluvia y lo desapacible del día, las aceras del centro de Oviedo se llenaron de público para contemplar el paso de los participantes en la prueba.

A las cuatro y media de la tarde se dio la salida al primer participante en la primera carrera automovilística celebrada en Asturias.

Tal honor recayó en el ovetense Manuel Rosal, conduciendo un S.C.A.R. torpedo de 15 c.v. que desgraciadamente se encontró con otro coche que descendía de Silla del Rey, “viéndose obligado el choffeur a quitar gas, cortando por lo tanto velocidad y perdiendo fuerza”. Ese fue el único incidente registrado, pues el resto de la competición resultó todo un éxito, al decir de las crónicas periodísticas.

La carrera se decidió por apenas 1 segundo, distancia que separó al ganador absoluto (y de la cuarta categoría, la más potente), el bilbaíno Arturo Taramona (Panhard Levassor laudaulet, de 25-30 HP, de 4 plazas), que frenó el cronómetro en 2 minutos y 3 segundos (a una estimable media de 62 km/h), del llanisco Eduardo García (Hispano Suiza torpedo sport, de 15-20 HP, de 2 plazas), primero en tercera categoría, que tardó 2 m. 04 s. en alcanzar el Alto de Buenavista, a una media de 61,7 km/h.

Como anécdota, decir que el último clasificado ascendió a una media de 37,8 km/h.

LA CIFRAClasificaciones

El resultado de la competición fue el siguiente (se añade el número de las matrículas de los coches asturianos, cotejados en el listado publicado por el Real Automóvil Club de Asturias en 1913):

Cuarta categoría:

1º) Panhard Levassor landaulet, 25-30 HP, de Arturo Taramona (Bilbao). Tiempo: 2 m. 03 s.

2º) Gobrón doble faetón, de 30-40 HP, de Rafael Planas (Oviedo). Tiempo: 3 m. 33 s.

Tercera categoría:

1º) Hispano Suiza torpedo sport, de 15-20 HP (matrícula O-161), de Eduardo García (Llanes). Tiempo: 2 m. 04 s.

2º) F. N. torpedo turismo, de 15-20 HP, de Germán Iravedra (Madrid). Tiempo: 2 m. 14 s.

3º) Mercedes torpedo turismo, de 10-20 HP, de Gabriel Enríquez (Madrid). Tiempo: 2 m. 22 s.

4º) Ford doble faetón, de 15-20 HP (matrícula O-122), de Carlos Gutiérrez (Oviedo). Tiempo: 2 m. 52 s.

5ª) Charron torpedo turismo, de 15-20 HP (matrícula O-137), de Camilo Gerard (Gijón). Tiempo: 2 m. 53 s.

Segunda categoría:

1º) S.C.A.R. torpedo sport, de 12-15 HP (matrícula O-356), conducido por José Pérez Lozano (Oviedo). Tiempo: 2 minutos, 38 segundos.

2º) S.C.A.R. torpedo turismo, de 12-15 HP, de Manuel Rosal Masgúa (Oviedo). Tiempo: 2 m. 41 s.