o más mensajes de distracción. El depredador está dispuesto a saltar sobre la presa cuando ésta queda abandonada. Sólo necesita que se debilite un poco más. La fiera es paciente..., aunque tenga hambre. Sólo hace dos días que la víctima, presunta por supuesto, ha reconocido que en su casa hay crisis. Por fin, pero barruntamos que ya es tarde porque el agua ya ha entrado y ha embarrado todo el jardín. Pocas cosas podrán salvarse y hasta el propio jardinero corre peligro.

Hemos visto estos últimos días alegorías de la situación del partido conservador. Cómo las ratas abandonan el barco bien apertrechadas: uno se sube al barco de Telefónica y el otro se tira con un buen flotador. Seguro que no le hará falta nadar mucho, yo diría que no nadará nada, porque algún submarino le espera bajo las procelosas aguas de la política. Se han ido el primero y el segundo de a bordo y han dejado solo al capitán. ¿No se tirará también éste cuando vea que el resto de la marinería abandona? Máxime si tenemos en cuenta el hecho de que la tripulación está a punto de amotinarse, si es que ya no lo está. ¿Quiénes serán los próximos en saltar? ¿Les pescarán otros barcos o tenían la balsa preparada? Sin duda nadie se ahogará, salvo el almirante si es que espera a hundirse con el buque, ya vacío. Y la comodora espera el siniestro frotándose las manos y con los dientes afilados. Hace dos días he visto en prensa una foto de ambos en un abrazo para la galería, él la cogía con ambas manos por los hombros; ella guardaba sus manos fuera del objetivo, y Duke me dijo: «Seguro que le tiene cogido por los mismos». Se lo había anunciado hace quince días (mensajes de distracción), y en tan breve tiempo no son tan sólo escaramuzas lo que hay dentro de las filas populares sino que la guerra es abierta. Y me atrevo a pronosticar que será cruenta. Apuesten por unas primarias, aunque sean encubiertas. Eso nunca ha ocurrido en el Pepé.

Pero las crisis no se acaban ahí. El ministro Solbes decía ayer algo así como que «la desaceleración está acelerándose», bueno, tampoco me crean a pies juntillas, yo he entendido que la cosa va a peor (en una semana y después de la comparecencia de Zetapé en la tele) y que, a estas alturas, no garantizan que la previsión de inflación de mantenga en el 3 por ciento a final de año. ¿Tendremos que fiarles los cuatrocientos euros que nos han prometido?

Y a todo esto, ¿qué es lo que dicen en Génova? Pues nada de nada, oiga. Ni están, ni se les espera. Desaparecidos en alta mar y con el GPS sin pilas. Me atrevo a asegurar que hasta después de pasado su congreso seguirán en idéntico paradero. ¿Dónde están los acuerdos sobre los grandes temas? ¿Dónde la oposición? Mientras tanto los de Ferraz están felices y dichosos en su casita de caramelo.

Soy consciente de que estas cosas que escribo, leídas entre líneas, pueden suscitar alarmas en una y otra dirección, y aún sin ser leídas de esa forma. Mucho me gustaría hablar de las estrellas, del campo, de las delicias de la vida..., pero créanme: hoy no puedo hablar de otro tema. Quizá tampoco el próximo sábado, aunque intentaré hacerlo. Mi abuela decía que «cuando hay que coger al gochu pol rau nun vale mirái pa les oreyes». Siempre he alabado los sabios consejos de nuestros mayores.

Y con lo que está lloviendo, en poniente y en levante, no dejamos de acordarnos del recientemente desaparecido Leopoldo Calvo Sotelo, paradigma del hombre prudente y sensato, dialogante y carente de ambición; con unos principios sociales, fueran los que hayan sido, superiores siempre a los suyos personales y a sus propios intereses, caracteres de los que hoy día, por desgracia, estamos tan necesitados. Pero no se preocupen, ¿crisis?, ¿qué crisis? ¿Sube el petróleo? Como piensa Duke: «Voy a seguir echando mil pesetes de gasolina».