Hace unos días leo en estas mismas páginas que el Gobierno de Estonia ha instaurado un impuesto para gravar las ventosidades emitidas por el ganado vacuno de ese país báltico. Se dice que la vaca es el único animal que sólo ventosea al defecar, porque nosotros los humanos y el resto de las especies animales (que también se tiran pedos) lo hacen, en ocasiones, con independencia de que estén o no estén en la labor depositiva. Los mandamases estonios han decidido hacer esto porque el gas metano emitido por los rumiantes contamina la atmósfera. ¡A que mola! Y Duke se pregunta si los barandas de Tallín, su capital, habrán nombrado funcionarios al efecto para controlar los hechos impositivos de cada res. Si es así, y no lo dudo, los funcionarios del pedo deberán cobrar un plus de peligrosidad al tener que trabajar en condiciones tan insalubres y desagradables. Como diría el sin par Obélix: «Están locos estos estonios».

En nuestro país aún no hemos llegado a eso (aunque todo se andará), pese a que últimamente en las filas del partido de la oposición se escuchan unas pedorretas dignas de pagar impuesto. Lo hemos dicho en esta columna la semana pasada y aunque Duke no quería abundar en el mismo tema, también anunciábamos la posibilidad de que tuviéramos que hacerlo nuevamente hoy, y así lo hacemos. Hace dos semanas se ha ido Eduardo Zaplana, la pasada Ángel Acebes y ésta, en la que estamos, María San Gil, presidenta del Pepé vasco, ha montado tal revolución que ha dejado pequeñas las deserciones de los primeros, consiguiendo con ello que al final vayan destapándose las filias y fobias de todos los componentes del partido conservador. Y lo de la San Gil no ha sido una huida como las de los anteriores, sino, tan sólo, que ha decidido desmarcarse de la ponencia que, bajo su responsabilidad, se estaba ultimando de cara al próximo congreso popular del mes de junio. El texto de la ponencia parece que no concuerda con las pretensiones del presidente Rajoy de acercar posturas con los nacionalistas vascos y catalanes y pese a que éste ha intentado por activa y pasiva convencer a la ponente, ésta se ha mantenido en sus trece y ha dado el portazo, o más bien se ha tirado un enorme pedo ante los requerimientos del Jefe. De esta forma Rajoy está que no cabe en sí mismo, no sabe dónde meterse y ha pedido a sus correligionarios que no hablen, pero sus correligionarios, aunque no lo hagan, algunos no pueden callarse (caso de la Aguirre), no dejan de tirarse ventosidades ostentóreas, como diría Jesús Gil (q.e.p.d.), y así unos se arriman al Presi y otros a la Presi y la mayoría pide un debate sobre las ideas, que no sobre las personas. ¿Que subyacerá en esto? Anunciaba la semana pasada escaramuzas y pequeñas batallas, y a escasos cuarenta días de la cita congresual en las altas esferas del partido de la oposición se respira metano, tanto que si Zetapé fuera el máximo mandatario estonio les metía un puro de no te menees por contaminar la vida pública de esta forma, porque es que el tufo ya ha salido de Génova y llega a todos los rincones de la geografía española.

Mientras tanto, las eléctricas quieren subirnos las tarifas un 11 por ciento, primero querían hacerlo en un 20, y nadie de la oposición ha gurgutado, ni puesto el grito en el cielo. Parece que sólo están concentrados en olerse sus propios pedos y ver quién tira el más sonoro. Si esto está ocurriendo en las altas esferas de Génova, qué es lo que no sucederá en las medias y las bajas del resto del país. ¿Qué pasará en las direcciones regionales y locales del partido? ¿Se lo imaginan? ¿Y qué pasará por las cabezas de los señores y señoras compromisarios que habrán de representar a los afiliados populares en el congreso de junio? Sin duda, estarán recibiendo llamadas y consignas de las partes que se hayan escindido, o estén escindiéndose, en su afán por hacer campaña para su causa.

Piensa Duke, y digo yo, ¿por qué no lavan sus trapos sucios en casa?, en su congreso. Será Rajoy el último en tirarse el «Gran Pedo». Afirmo. La semana que viene una blanca y amable, se lo prometo. O no...