La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mañana de sol con riesgo de sombra

Los cinco condenados del "caso Marea" entraron a la vistilla con la inquietud de si ingresarían en la cárcel asturiana, pero salieron sin pasaporte

Mañana de sol con riesgo de sombra

La mañana era de sol franco pero para los cinco condenados del "caso Marea" podía acabar en sombra. Llegaron con una petición de Podemos para que entraran en Villabona y dos horas y media después salieron con una prohibición de abandonar España y la obligación de informar de sus cambios de domicilio. Aunque la Fiscalía, el Principado y las defensas insistieron en que no había ningún riesgo de fuga, la confianza jurídica tiene muchos matices. El tribunal convino con la fiscal en que eran de confianza pero, sin confiarse, aplicaron la estrofa de la vieja canción de "Los Brincos": "No me fiaba de ti / y te quité el pasaporte".

Hasta que habló la fiscal los condenados del "caso Marea" tenían motivos para estar preocupados y se notó en las caras al llegar al Palacio de Justicia. Alfonso Carlos Sánchez, que fue gerente de la quebrada Almacenes Pumarín, es el más expresivo de todos porque usa todo el cuerpo para comunicarse. Este hombre simpático llevaba una cara seria en lo alto de una camisa de rayas rosa cubierta por una americana de verano gris claro de la que salía un pantalón marino y unos zapatos de gamuza azul. ¿No quería que le pisasen?

La ropa importa. ¿Cómo se viste uno para una vista de la que puede salir encarcelado? El exconsejero José Luis Iglesias Riopedre, de sport, con polo azul, pantalón caqui, cazadora beige y zapatos de lluvia, por lo que pudiera caer. La exdirectora general y empresaria hostelera María Jesús Otero llevaba su uniforme de americana de piel y falda oscura de raya diplomática y esos zapatos planos que, por la forma en que posa en el suelo, parecen de tacón inverso.

La exfuncionaria Marta Renedo vestía un trapín de escote redondo con flecos gris perla, calzas negras de las que ahora llaman leggins y un botín con cuñas camufladas que negaba cualquier riesgo de fuga a pie. Víctor Manuel Muñiz, que alzó y perdió el imperio Igrafo, lucía una chaqueta azul de lino, una camisa azul con rayitas y un pantalón claro y colgaba una costalera pequeña en la que apenas cabría un neceser de viaje.

La ropa importa porque, pese al riesgo de pérdida de la libertad condicional, no llevaron un pequeño equipaje, ni siquiera un neceser, ni vistieron un chándal para el patio o prendas deportivas para darse a la fuga.

Su actitud era expectante, y el gesto, cansado. Hace casi un mes que cargan con unas condenas pesadas estas personas dedicadas a la educación de los asturianos en aulas con profes y pupitres que se amueblaban las casas unos a otros, se pagaban viajes y se vendían entre sí coches utilitarios y maquinaria de prospección geológica.

Marta Renedo, que obtuvo delictivamente 1.600.000 euros y pagó 200.000 de fianza, pestañeaba mucho y asentía de pelu cuando su abogado relataba que vive con su marido y con sus hijos -una en cuarto de Derecho; otro, con un curso de cocina acabado-, con su madre, viuda, y que cuida a su suegra, con demencia de edad. Renedo estuvo ocho meses en prisión, ni es funcionaria ni lo volverá a ser, vive con el sueldo del marido y algún ingreso profesional propio y, según su abogado, ha tomado algún café en terraza con ella y no produce ningún tipo de alarma social. "Ni la conocen, y mira que habrá salido veces en televisión". El defensor calificó la alarma de "política", algo en lo que coincidieron e incidieron con más detalle el resto de las defensas.

María Jesús Otero, que se hizo con un botín de 2,5 millones de euros de los que nada se sabe, tiene sus bienes embargados, está jubilada, pagó una fianza de 200.000 euros, depende de la familia que la avaló y cuida a una hermana de 86 años que sufre el mal de Alzheimer. Recibió acusación y defensa igualmente inexpresiva, con los brazos cruzados al pecho, el bolsón en el regazo y los pies bajo la silla. Sólo cabeceó levemente cuando oyó que la "prisión es innecesaria".

Iglesias Riopedre y su mujer tienen en las cuentas corrientes 2.303 euros. El exconsejero padece enfermedades crónicas y coronarias, según certifican su médico de cabecera y el HUCA. Riopedre no entrará en la cárcel y ésa es la principal razón para justificar que no hay riesgo de fuga. Tiene 78 años y su abogado calcula que no habrá sentencia firme del caso hasta que cumpla 82 años, una edad a la que es muy difícil que nadie ingrese en prisión.

Riopedre es un hombre con nervio, pero en el juicio siempre parece estar en modo bajo consumo. Dijo que acudía a la vista "a 'ver' qué pasa". Es literal. No oye bien y la sala tiene mala acústica, así que su stand by es porque está en isla Sordera. Pero sabe cuándo hablan de él y se lleva la mano a la cara, la uña del meñique a los labios, luego la baja, se rasca el hombro izquierdo y se detiene en la garganta.

Cabecea cuando oye hablar de que a su costa quieren sacar "activos de juego político" y bien lo entiende -aunque fuera de la sala comente que no- porque fue del PCE y del PSOE y estuvo en prisión por antifranquista antes que por prevaricador continuado, entre otros delitos.

Víctor Manuel Muñiz, con la bolsa costalera en posición marsupial, sobre el vientre, los brazos cruzados y ambos pies como toma de tierra, se mesaba la aleta de cabello sobre la oreja y poco más. Es un hombre de voz grave y sangre fría. Su defensa alegó que ya no tiene empresas y atacó que es la primera vez que se encuentra en un caso en el que se recogen firmas de apoyo y se condiciona la firma de una ley anticorrupción, lo que considera de mal gusto, para que su defendido entre en prisión.

Alfonso Carlos Sánchez, que escuchaba con la cabeza ladeada y adelantado el cuerpo demostrando interés cuando le querían quitar la libertad, recibió su defensa a pecho descubierto, con las manos colgando a la espalda. Tiene las empresas quebradas, los bienes intervenidos, una sentencia firme en Gijón y la del "caso Marea" pendiente de recurso y nunca se ha fugado ni tiene nada en el extranjero. El defensor aclara que es de poco viajar: una vez fue a Londres, a ver a un hijo o un concierto". Cuando el letrado invocaba en su defensa al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, él parecía sentirse muy defendido por Estrasburgo, adonde no tiene pensado ir.

El receso antes de que el tribunal decidiera se pareció a ese corte publicitario de siete minutos que colocan las cadenas privadas dos minutos antes del final de la película. No había mucha tensión respecto al desenlace pero? nunca se sabe.

Cuando recibieron la decisión, en pie, todos cabecearon indicando atención y comprensión, como en los juicios de los concursos reality de cantantes y cocineros. Los condenados pueden pasar el fin de semana donde quieran pero el domingo la justicia tampoco les permitirá salir de España.

Compartir el artículo

stats