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El fantasma que persigue a Jovellanos cambia de identidad: ahora es la marquesa de Villafranca

La jefa de conservación de Goya en El Prado atribuye a una nueva mujer la figura pintada bajo el retrato del ilustrado en el Museo de Bellas Artes de Asturias

El fantasma que persigue a Jovellanos cambia de identidad: ahora es la marquesa de Villafranca

El fantasma de una mujer vaga por el Museo de Bellas Artes de Asturias. Espera a que alguien la llame por su nombre verdadero. Con esa incierta presencia de los espectros, la dama misteriosa se esconde en un cuadro. Está oculta tras la donosa figura de un Gaspar Melchor de Jovellanos frisando los cuarenta, retratado por Goya hacia 1782 con el arenal de San Lorenzo al fondo. Hasta hoy creíamos que la misteriosa dama era María Teresa de Vallabriga, cuñada de Carlos III. Pero ahora, la conservadora del Museo del Prado Manuela B. Mena ha reabierto el debate sobre su identidad. Niega rotundamente que pueda ser Vallabriga y apuesta como identidad posible la de una gran aristócrata pintada en otros lienzos por Goya: María Antonia Gonzaga de Caracciolo, marquesa viuda de Villafranca.

La historia de este controvertido fantasma femenino comenzó en 2010, cuando en un trabajo conjunto del Museo de Bellas Artes de Asturias y del Instituto de Patrimonio Cultural Español (IPCE) se radiografió para someterlo a un profundo estudio el primero de los dos retratos que Goya pintó de Jovellanos. Allí apareció la figura de una mujer, con un brazo en jarra. Era la prueba de que Goya recicló el lienzo de un retrato fallido para pintar sobre él al prócer gijonés, a quien tres lustros después volvería a retratar, sentado y melancólico, como ministro de Gracia y Justicia. ¿Quién podía ser aquella mujer oculta detrás de Jovellanos?

Pasaron tres años y Clara González-Fanjul, por entonces jefa del departamento de restauración del Museo de Bellas Artes de Asturias, hoy jubilada, presentó un completo estudio cofirmado por Araceli Gabaldón y Tamara Alba. Al fin se asignaba una identidad al ectoplasma goyesco. La misteriosa dama era María Teresa de Vallabriga, mujer del infante Luis de Borbón, hermano del rey Carlos III, a la que el pintor aragonés retrató también en otras de sus obras, entre ellas un óleo que ahora es propiedad del empresario asturmexicano Pérez Simón. En esa investigación, además de otras comprobaciones cronológicas, se cotejó la imagen de la radiografía con un retrato de Vallabriga que se conserva en la Pinacoteca Antigua de Munich con el cuadro de Goya "La Familia del Infante Don Luis" y con la mencionada obra propiedad de Pérez Simón. Esta comparación, según el equipo de investigadoras, fue "determinante para comprobar la correspondencia entre la factura de sus narices y barbillas prominentes, su boca, sus cejas redondeadas y ojos despiertos con los que, sin embargo, ambas miran de manera profunda y distante".

Ya en 2013, aquella identificación levantó la polémica. En concreto, el profesor de Arte de la Universidad de Oviedo Javier González Santos rechazó rotundamente las tesis de la conservadora del Bellas Artes. Argumentó que el retrato de Jovellanos se pintó en 1782 y que en esa fecha Goya aún no conocía ni a María Teresa de Vallabriga ni a su marido, el infante Luis de Borbón, con el que establecería una amigable relación y pasaría algunos veranos en la casa familiar de Arenas de San Pedro. Este último argumento -el de que Goya no pudo haber pintado a una mujer que aún no había conocido- lo secunda también Manuela B. Mena, jefa de Conservación del área de pintura del siglo XVIII y Goya del Museo del Prado. En el catálogo de la exposición "Goya y la Corte Ilustrada", recién inaugurada en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, Mena -una de las grandes autoridades sobre el pintor aragonés- argumenta que "por sus rasgos" se trata de María Antonia Gonzaga de Caracciolo, marquesa viuda de Villafranca, que estaba al frente de su casa desde que perdió a su marido en 1773. "No sería de extrañar que Goya hubiese recibido de ella un encargo al ser dama procedente de la más elevada aristocracia aragonesa y a la que el artista pudo haber llegado a través de sus contactos en Zaragoza". Mena sostiene que Goya, en aquellos años, sólo pintaba ya "lo más alto". Los Reyes o los más dignos aristócratas. "No había otra opción", sentencia. Desde luego, la marquesa viuda de Villafranca sí entraba en esa categoría, y no así María Teresa de Vallabriga, "que era de la baja nobleza", añade Mena. La conservadora precisa que aunque ella se inclina por la condesa de Villafranca no cabe atribuir con absoluta certeza a Antonia Gonzaga de Caracciolo la identidad del "fantasma" del Bellas Artes. Eso sí, descarta por completo que sea la esposa del infante Luis de Borbón.

En este hervidero de misterios que se revuelven tras el retrato de Jovellanos hay otra incógnita más. ¿Por qué Goya tuvo que reciclar el lienzo y pintar al ilustrado sobre la mujer? Se debió, según Mena, a que la marquesa pudo rechazar el retrato. Era un Goya... pero no le gustó. Cosas que pasan: Godoy también se lo hizo. Y Palafox. ¿Y por qué aquel retrato no era del gusto de la condesa viuda de Villafranca, señora de gran alcurnia, con poder y al cargo de hacienda? Pues es posible que por la postura que adoptaba en el lienzo: una mano apoyada en la cadera, una pose que acaso Goya tomó de otro cuadro que debió ver en Roma, el retrato que Mengs hizo de la marquesa de Llano, hoy en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Aquel "airoso desplante de carácter más popular que aristocrático" -describe Mena- no debió de agradar a la aristócrata. Así que desairó a Goya y quedó convertida para siempre en el fantasma detrás de Jovellanos.

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