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El asesino de Lorena Dacuña dice que su víctima le reprochó que saliera con otra mujer

La mochila de Sánchez Merino contenía un juego de llaves, un mechero, un sacacorchos, un bolígrafo y una cartera con varios documentos y fotos

Las pertenencias que llevaba José Manuel Sánchez Merino en su cartera.

El contacto entre Lorena Dacuña y su asesino confeso, José Manuel Sánchez Merino, seguía siendo fluido a pesar de haber puesto fin a su relación sentimental de ocho años en noviembre. El camarero gijonés de 49 años seguía yendo a ducharse a veces a la casa de su ex en la calle Callao cuando salía de trabajar de una sidrería de la calle Luis Braille, a escasos metros. La limpiadora de 41 años le había dejado dinero para alquilar la habitación a la que se mudó después de echarle de su vivienda al ver que le había cortado la ropa interior y un vestido con unas tijeras tras llegar borracho. La convivencia se fue deteriorando y los celos agrietaron la relación entre ambos, especialmente ante las sospechas mutuas de que hubiesen rehecho sus vidas con terceras personas.

Esas dudas, tal y como consta en la investigación policial, a las que ha tenido acceso LA NUEVA ESPAÑA, explotaron en una discusión telefónica poco antes del crimen, tal y como declaró el cocinero de la sidrería en la que trabajaba Sánchez Merino. Fue el 29 de enero -el crimen se cometió la madrugada del domingo 2 de febrero-. El motivo, según relató el asesino confeso, fue que Dacuña vio que él había puesto a una mujer como foto de perfil en Whatsapp. Algo que han negado las amigas de la víctima a este periódico. Según él, le reprochó que mantuviese relaciones con otra mientras seguía duchándose en su casa.

Sánchez Merino, de hecho, le explicó a su compañero de trabajo que esa noche, sábado 1 de febrero, había quedado con esa mujer tras salir de trabajar en la sidrería, pero ella anuló la cita a última hora. Fue entonces cuando él le propuso a su compañero que le acercase hasta Fomento porque "tenía que cobrar un dinero que le había dejado a otra persona". En realidad, tal y como declaró, se fue hasta la calle de Marqués de San Esteban a comprar cocaína y beber cerveza y ginebra.

José Manuel Sánchez Merino ofrecía distintas caras en función de con quién estuviese. Sus primeras tres mujeres, las que presentaron cargos contra él por malos tratos entre 2011 y 2013, le definían como una persona "violenta y agresiva"; sus compañeros de trabajo en la sidrería de la calle Luis Braille, en cambio, dicen que "era un buen profesional"; y en el entorno de Lorena Dacuña le veían como un hombre "muy controlado y celoso", según consta en las declaraciones de los testigos. ¿Cómo es realmente este hombre de 49 años que cumple prisión preventiva por este crimen machista? Sus pertenencias revelan que era seguidor de Francisco Franco, devoto de la Virgen de Covadonga y próximo a la Legión.

Sánchez Merino había ido a abrir la sidrería en la que trabajaba en La Calzada el sábado por la mañana, a las once. Volvió a casa después del primer turno de comidas y regresó al establecimiento para las cenas. Luego, el cocinero del local le acercó en coche hasta su piso de la calle San Luis, como hacía otras veces. Fue este hombre quien permitió a los agentes focalizar la investigación para encontrar al sospechoso junto al parque de Zarracina apenas 48 horas después del hallazgo del cadáver de Dacuña en la calle Callao. Este cocinero le había dejado en la esquina de la avenida de Pablo Iglesias con San Luis. "Nunca observé ningún comportamiento violento", testificó ante los agentes.

En la misma línea se mostró su jefe y dueño de la sidrería, que apuntó que se trataba "de un buen profesional". No obstante, sí matizó que días antes, el 30 de enero (horas después de la discusión telefónica con Dacuña que escuchó el cocinero), Sánchez Merino se mostró "anormalmente agresivo" y discutió con un cliente, lo que motivó que tuviera que intervenir la Policía Nacional. Tanto el jefe como el cocinero conocían a Dacuña de las veces que acudía a verle, y también a la mujer con la que estaba comenzando a verse. Una abogada, les dijo.

Más detalles sobre su personalidad la apuntaron las amigas, cuñada y hermano de la víctima. Supieron que la fallecida había iniciado una relación sentimental con Sánchez Merino antes que éste entrase en prisión en 2013 y que durante bastante tiempo acudía a verle a los vis a vis a la cárcel. Luego, tal y como les explicó, los celos y las discusiones provocaron la ruptura. También confirmaron que tras concluir la relación en noviembre siguieron compartiendo el piso de la calle Callao hasta que él encontró algo, hasta el episodio de la ropa interior. Le preguntaron si iba a denunciarle, pero ella respondió que "de momento" no lo haría. "Sólo si vuelve a pasar", añadió. Pese a la ruptura, el hombre seguía intercambiando mensajes con Francisco José Dacuña, el hermano de la fallecida, al que aseguraba que "echaba mucho de menos" a Lorena y a su sobrina y que contara con él "para lo que fuera". Otro de los apuntes que deslizó durante su declaración fue que Sánchez Merino consumía cocaína y que cambiaba mucho de trabajo, donde era poco formal.

Ese perfil dio lugar la búsqueda del sospechoso, que llegó a buen puerto el miércoles 5 de febrero. Fue en su casa de la calle San Luis, donde Sánchez Merino se escondió tras cometer el crimen y de donde solo había salido para tomar una cerveza en el bar de abajo. En el registro de su habitación, que él mismo autorizó, encontraron una bolsa de basura en la que había 19 botes de cerveza -dijo que había estado bebiendo, fumando y viendo la tele hasta que le detuvieran- y la ropa que vestía el día que mató a Lorena Dacuña. Una camisa blanca de manga corta y otra sin mangas que tenían manchas de sangre. También encontraron su teléfono móvil, quemado, del que nada se puso sacar. Él mismo lo destruyó para evitar que le localizasen por la señal, después de tirar la tarjeta cuando huyó del piso de Callao tras el crimen.

Más pertenencias suyas aparecieron en la mochila negra -él la definió como una riñonera- que el acompañante portugués de Lorena Dacuña se llevó del piso cuando estaba en estado de shock. Ese bulto, que encontró un trabajador de Emulsa entre un coche y un contenedor de la calle Daniel Cerra sobre las 8.00-8.30 horas del domingo, contenía una cartera, un juego de llaves, un sacacorchos, un mechero, un bolígrafo BIC y un monedero con la etiqueta de la sidrería donde él trabajaba. En la cartera había varios carnés a su nombre -desde el DNI hasta la tarjeta ciudadana-, tarjetas de visita de la sidrería, tres fotografías -presumiblemente de sus hijos-, cuatro notas manuscritas, una tarjeta del Real Oviedo, la cuenta de un restaurante y "un documento fantasía" de Francisco Franco Bahamonde. También llevaba una carta manuscrita por una mujer en la que se justifica una ruptura sentimental. Podría ser de la propia Dacuña. Y había una medalla de la Virgen de Covadonga y un Cristo de la Legión.

José Manuel Sánchez Merino, una vez detenido, confesó el crimen ante la Policía Nacional. Luego, se acogió a su derecho a no declarar ante la magistrada del Juzgado de Violencia de Género número 1 de Gijón, la misma que le envió a prisión por un delito de asesinato. En la cárcel se encuentra desde el 7 de febrero y en ella permanecerá hasta el juicio, que será por la modalidad de tribunal de jurado popular.

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