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Noruega proclama a un ovetense mejor lanzador mundial de pala de dientes

Un turista ovetense que se encontraba visitando a su hija regresa con la "Pala de oro", gracias a su puntería en el "Mundial" de tiro de pala

Tito Noriega, en una calle de Bryne, con la "Pala de oro" que le acredita como campeón mundial y el cubo lleno de patatas que recibió de premio. LNE

El diario noruego "Jærbladet" cuenta la historia del ovetense Alfonso Noriega como una hazaña en la que fue venciendo "a un agricultor tras otro" hasta hacerse con la "Pala de oro". El trofeo le reconoce como campeón del mundo de "lanzamiento de pala", el primero llegado desde fuera de tierras noruegas y, seguramente, el primero que gana "sin haberlo hecho antes". Este empleado de banca ovetense explica que, como casi todas las grandes historias, la suya comenzó una noche, cuando su yerno, el noruego Klaus Vogstad, le avisó de que le apuntaría al Campeonato de tiro de pala, que tendría lugar al día siguiente en la pequeña localidad de Bryne. Por hacer la gracia.

El pueblo, a unos kilómetros de Stavanger, la ciudad en la que reside la hija de Noriega, se encontraba, el pasado sábado, engalanado y rezumaba ambiente festivo cuando Noriega llegó junto a su familia. "Lo que allí había eran unas fiestas de pueblo, no eran San Mateo, cuenta el ovetense, como buscando una referencia cercana, aunque como San Mateo "no hay nada".

Allí, en el centro de la fiesta, había "una señora leyendo nombres de paisanos de una pizarra"; un montaje dedicado al "campeonato del mundo" de lanzamiento de pala. Una herramienta similar a nuestra pala de dientes, pero de cinco puntas.

Si en Asturias tenemos el lanzamiento de fesoria como uno de los deportes tradicionales, a los noruegos, algo más sofisticados, lo que les va es el lanzamiento de pala de dientes, deporte folclórico en el que no solo prima la fuerza, también es importante la pericia del lanzador. Así, el competidor debe, no solo alcanzar la zona de puntuación, sino "encestarla" en una caja de madera rellena de tierra. Ni siquiera el flamante campeón del mundo lo tiene muy claro "creo que hay que dejarla con unos grados de inclinación", cuenta el dueño de la pala de oro. Tener talento no está reñido con saberse la teoría.

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Cuando cantaron su nombre, su yerno y su hija le empujaron hacia la zona de lanzamiento. Y ya solo con su primera tirada le valió para hacerse con el trofeo. Vítores y aplausos de los asistentes ante un tiro "perfecto", la pala de dientes quedó clavada en la zona de la máxima puntuación, en el centro del cajón de tierra.

Su victoria levantó cierta polémica, especialmente entre los ganadores de las pasadas ediciones, que vieron cómo un primerizo -y además foráneo- les arrebataba el premio en su propia casa. Una pala de dientes dorada, a tamaño real, un aparatoso recuerdo con la que ahora, el asturiano, no sabe "qué hacer". Pero el "Festival de la Patata de Bryne", que sería el nombre de la fiesta si la fiesta fuera en España, tenía una dimensión mayor de la que Alfonso Noriega pudiera imaginar.

Además de regalarle un caldero repleto de patatas (y la pala dorada que no sabe dónde meter), a Noriega el campeonato le ha convertido en una celebridad local. "Yo no sabía que esto era importante", pero hasta en la reserva del hotel en el que fue a comer tras su hazaña le apuntaron como "El Campeón". Pues no solo los medios locales se habían hecho de eco de su victoria, había corrido como la pólvora por todo el pueblo. Y no era para menos, al parecer se trata de una tradición muy arraigada. Un mural enorme en una de las fachadas de la calle mostraba a un hombre "sujetando una pala de dientes". Algo, como dice él, similar a lo que se hace aquí con el "Parees Fest".

Ahora, lo que le queda es entrenar para la edición del año que viene, algo que no piensa perderse si su hija sigue "viviendo allí". El bancario, jubilado, cuenta que él es de los que "va andando a Fuso cada mañana". Así que tiene que encontrar un lugar "donde ponerse a ello". Una intención que temen en el país noruego, como cuentan en la crónica del diario local "Jærbladet".

Como no podía ser de otra forma, tras españolizar el concurso solo faltaba españolizar el premio. Las patatas con las que le obsequió la organización terminaron convertidas en una tortilla con la que celebrar el oro. Y así hasta el año que viene, que vuelva a medirse con los agricultores locales. Pero esta vez con experiencia para repetir la gesta.

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