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Scorsese defiende el cine en las salas aunque el dinero lo ponga la televisión

El cineasta evoca ante la prensa su infancia en las calles donde convivían luces y sombras y confía en que se reescriba el guión de la política migratoria

Premios Princesa de Asturias: "Con la política migratoria de Trump yo no estaría aquí", dice Martin Scorsese

Premios Princesa de Asturias: "Con la política migratoria de Trump yo no estaría aquí", dice Martin Scorsese

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Premios Princesa de Asturias: "Con la política migratoria de Trump yo no estaría aquí", dice Martin Scorsese Tino Pertierra

Martin Scorsese, creador gigante de ademanes espídicos, sonrisa fluida, facciones elásticas y verbo amartillado, liquidó la brevísima rueda de prensa (un tráiler, en realidad) con un vertiginoso travelling circular que mostró, en primeros planos fugaces, rescoldos de su infancia a orillas del arroyo neoyorquino, análisis de sangre cinematográfica (negra cual transfusiones de películas como "La ley del silencio"), dudas sobre el futuro de su oficio (¿Netflix es uno de los nuestros?), picotazos a la alambrada migratoria trumpiana y, cómo no, por qué ha viajado tantas veces con De Niro al volante interpretativo. Esquivó algunas preguntas de difícil acceso y se explayó en lo que más le apasiona: cineasta feroz, sí, pero además cinéfilo voraz. Normal que defienda lo extraordinario a defender las hechuras clásicas del cine que se mueve a sus anchas en una gran pantalla junto en compañía de extraños aunque entiende, qué remedio, que la gente joven (como una de sus hijas) prefiera quedarse en casa pidiendo vía app la comida rápida y que plataformas como Netflix o Amazon den la pasta a los creadores que, como él, se encuentran con las puertas cerradas de los grandes estudios aunque les lleves un proyecto con De Niro y Al Pacino ("The Irishman", pagada por Netflix) y te llames Scorsese y hayas dirigido "Toro salvaje".

Jimmy Conway (Robert de Niro) nos dio en "Uno de los nuestros" una lección sobre dos cosas muy importantes: "No traicionar a un amigo y no irse nunca de la lengua". No tiene pinta míster Martin de ser un traidor y, desde luego, no se va de la lengua para hacerse el listillo: reconoce que el lenguaje de internet no es lo suyo y funde en negro sobre el futuro del a veces séptimo arte con más de cien años de vida y sueños. Quién sabe. Pero confía en que haya público que prefiera comer en restaurantes y elija entrar en una sala oscura para saborear esa liturgia de "experiencia teatral". Quien pateó siendo niño "Malas calles" sí defendió con ardor que, aunque el dinero procesa de plataformas televisivas, las películas se estrenen antes en salas. Las películas, que no las series, que él ve más como novelas de extensiones e intenciones distintas. Desde luego, por buenas que sean, no son cine.

"El cine del que yo vengo o el que intento mantener, restaurar y respetar necesita ser visto con público". Y citó películas recientes como "Dunkerque", "The first man" o "Moonlight": piden a gritos el rito de la sala colectiva. O añadamos su reciente "Silencio". La imagen en movimiento: qué va a ser de ella. "A lo mejor el cine era eso, lo que se hacía durante sus cien años de vida, y ahora entramos en una nueva fase que puede ser un 'agujero negro' durante quince años a causa de la tecnología".

Mientras el cuerpo aguante, Scorsese no se baja del ring. Su nueva película invoca sus viejas historias de bandas de gángsters, y además lo hace con De Niro, su actor fetiche con el que hay una relación de "telepatía" y confianza total. "Es probablemente la persona que mejor sabe cómo crecí, como viví, la subcultura en la que he vivido y que entiende todo de una manera especial. Es una gran inspiración para mí". Y es que ambos comparten memorias comunes en el barrio "empedrado" de Queens en su New York, New York. Érase una vida en América donde la calle era escuela de vida, pero no te equivoques: allí no todo era crimen y furia. El niño Martin creció en una familia de inmigrantes italianos en la que no faltaba el cariño. No solo había mafiosos y violencia: su familia de inmigrantes italianos era rica en cariño y recibió la positiva influencia de una iglesia católica que era "demasiado exigente" para superar la primera fase del seminario. Se perdió un sacerdote, se ganó un artista. Un cura joven le sirvió de mentor y el cine le abrió ventanas a mundos distintos a los que veía en la calle.

Así que no, no pasaba las tardes con la mafia: "Éramos niños jugando en calles donde había gente peligrosa". Y allí nace la esencia de su obra: la convivencia entre luz y oscuridad, el contacto con gente buena que a la que la vida obligaba a hacer cosas malas. De ahí que su cine huya como alma que lleva el diablo la "moralidad en blanco y negro".

Scorsese no estaría en Asturias para recibir el premio "Princesa de Asturias" de las Artes si alguien como Trump hubiera puesto un muro a los inmigrantes cuando Estados Unidos estaba en formación. Y es que la política actual va "contra la idea básica" de Estados Unidos desde su fundación: "Si se hubiese empezado a aplicar en 1909, yo no estaría aquí". Aquel nieto de campesinos sicilianos recuerda un mundo de "personas mayores, emigrantes antiguos, que venían de Sicilia y que estaban muriendo, luego mis padres en medio y nosotros que ya nos convertimos en estadounidenses". Aún confía en que reescriban el guión, que los obstáculos se queden en fases para la galería y que vuelvan políticas migratorias donde predomine el sentido común y avance el "experimento" de una sociedad en la que puedan convivir lenguas y religiones distintas.

Pero, ojo, tampoco hace décadas fue una experiencia sencilla, como lo demuestra que entre el colectivo de italianos que emigraron a comienzos del siglo XX fue donde más regresos hubo: adaptarse o huir. "Nunca va a ser fácil", recalcó, "pero ahora es trágico". La Estatua de la Libertad tiene un tatuaje perpetuo: "Traednos a quienes no tienen casa". Su cine también contó ese pasado de heridas abiertas: en "Gangs of New York", su mutilada obra maestra, mostró con duelos y señales el odio contra los inmigrantes irlandeses en el siglo XIX por miedo a su dependencia del papa, devoción que casaba mal con la separación entre Iglesia y Estado genuinamente americana.

La escueta rueda de prensa queda zanjada y, jo, qué pena, Scorsese se va como una exhalación. Muchas preguntas se ahogan en el tintero. ¿Qué aportó la llegada de Di Caprio respecto al telépata De Niro? ¿Qué pensarían los gángsters reales que conoció de los lobitos de Wall Street? ¿Qué opina de Harvey Weinstein, el tipo que desoyó el consejo de Jimmy Conway? ¿Qué revelan los casos de abusos sexuales en la iglesia norteamericana? ¿Cómo...?

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