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La madreña, a un paso de la ciudad

La Asturias rural aplaude el consejo leonés de usarlas para frenar contagios al ser un calzado que queda fuera de casa, pero avisa: "En los pueblos apenas hay coronavirus"

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Xandru González Fernández y Paz González Mesa, con sus madreñas, en Puerma (Las Regueras)

Todo lo que sea útil para frenar la expansión del coronavirus, bienvenido sea. Y si usar madreñas es una forma, pues a ello. La Asturias rural nunca ha dejado de utilizar un calzado que el alcalde leonés de Burón, Porfirio Díez, sostiene que puede evitar contagios al dejarlo siempre fuera de casa y, por tanto, ahí se quedará el COVID-19 si ha contaminado la suela. Los vecinos de los pueblos aplauden la idea y bromean: si hay que enseñar a los de ciudad a usar madreñas, se hace. Aparte, si el consejo que llega de León sirve para revitalizar el oficio de madreñero, pues mejor aún.

En el pueblo de La Cotariella, en Torazo (Cabranes), vive el octogenario Jaime Fabián Llavona, quien las usa desde niño: "Veo bien que se recomiende el uso, sería una cosa buena y cómoda para no tener que estar todo el día limpiando la suela de los zapatos. En los pueblos ya lo hacemos, pero donde deberían hacerlo es en ciudades como Oviedo porque tienen más peligro de contagiarse. Eso sí, sería bastante complicado, y si se consiguiese, la gente parecería un batallón de caballería", comenta. Y avisa: "Hay que saber andar con ellas. Incluso a mí ya me cuesta, porque antiguamente eran de clavos que agarraban muy bien, pero ahora son de goma y no agarran tanto".

César Castaño, vecino de Navelgas (Tineo), las usa para completar su atuendo cuando se pone el traje de asturiano y sale a tocar la gaita o cuando participa en el Festival del Esfoyón. Destaca de ellas su capacidad aislante del frío y la humedad para los pies en invierno.

Duda de la eficacia del consejo del alcalde leonés, pero no lo ve descabellado, puesto que las madreñas, en el caso de las asturianas, solo tienen tres puntos de apoyo con el suelo y además siempre se quedan. "Ojalá este alcalde tenga razón y que gracias a esta propuesta la gente empiece a utilizar más las madreñas, porque nos estamos quedando sin madreñeiros y es un recurso para la zona rural", subraya.

Alfredo Alonso Rivera fue el zapatero de Ribadesella durante toda su vida. Las primeras madreñas que compró le duraron 14 años, "tienen buena vida, son muy buenas, previenen la humedad y seguramente sea una buena cosa porque siempre las dejamos fuera y entramos con los pies limpios en casa". A sus 80 años, Alonso sigue usando este calzado de madera a diario. "Hombre, cuando hace calor pues cuesta más", con lo que no ve la medida del todo viable de cara al verano.

Geli Posada sale de su casa "siempre" en madreñas. Por costumbre, por tradición y por comodidad, "así no metes basura en casa". Esta llanisca de 58 años continuará con sus madreñas a diario, "pero no creo que vayan a prevenir la entrada del coronavirus".

Xandru González Fernández las pone siempre al salir de su casa en Puerma (Las Regueras). Para ir a la huerta, a por leña o al hórreo, valen para todo. "Vivimos en una caleya y si no las usas, te pones perdido", señala. "Donde menos coronavirus va a haber es en los pueblos, pero si el consejo leonés sirve para reactivar el mercado madreñero me parece estupendo, aunque no deja de ser una chorrada".

Otro de los beneficios que destaca del uso del calzado asturiano es el aislamiento de la humedad que generan. "Si usas katiuskas sudan los pies, la diferencia es brutal, en madreñas vas caliente y no crían hongos". A González tampoco se le escapa la seguridad que suponen frente a golpes, la madreña se rompe pero el pie no sufre. "En la fábrica de explosivos que había en Llanera era obligatorio su uso porque no provocaba chispas como el calzado, que iba con clavos", comenta. A él y su pareja, Paz González Mesa, les gustan las de artesano, con mejor acabado y longevidad que las de fábrica.

César Alonso, vecino de Vilarín (Castropol), es usuario habitual de las madreñas, que esa zona del Occidente se llaman galochas. Las usa para las faenas alrededor del hogar. Le gustan por su comodidad y limpieza: "Tienen menos superficie en contacto con el suelo y se le pegan menos cosas. Es un calzado práctico, sano y muy resistente, las mías son heredadas de un tío y pasan de treinta años".

Cuenta Alonso que en la zona prácticamente se ha perdido su uso, algo que achaca a la "vergüenza" de muchos de sus potenciales usuarios. "Por un lado, creo que dejaron de usarse porque se asociaban a ser de pueblo, así que por vergüenza se fue perdiendo su uso. También porque surgió otro tipo de calzado de otro material, los chanclos de goma. Pero, primero que no tienen el tacón de la galocha, y, luego, que no transpiran; la galocha es mucho más caliente", relata.

A este vecino no le parece mal la propuesta del alcalde leonés, sobre todo por aquello de recuperar un calzado tradicional y práctico. No obstante, se muestra escéptico sobre su papel en el control del coronavirus. "Donde se pueden usar galochas no hay mucho problema con los virus", ironiza.

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