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La conjura de los selleros: "El año que viene remontaremos"

Varios piragüistas que hicieron historia en el Descenso lamentan la suspensión: "Es una pena tremenda"

Luis García, Javier Otero, Celia Remis, Calo Soto, Vicente Llerandi, José Ramón Álvarez y Alberto Estrada, junto al río Sella, delante del puente de Arriondas, en la salida del Descenso. MIKI LÓPEZ

Cada asturiano lleva dentro un Sella distinto. Y cada descenso le remueve por dentro algo diferente en cada edición. Ésta también. Porque no habrá desfiles, ni fiesta. Porque no habrá collares de flores ni chalecos. Tampoco habrá una salida multitudinaria, ni un pregón que eriza la piel. No se escuchará el cañón en el puente de Arriondas. Ni tampoco el himno. Nadie alzará los brazos al cruzar el puente de Ribadesella, victorioso. Este año no hay "Piragües", pero sí recuerdos y ganas de centrarse en la próxima edición: "El año que viene remontaremos".

Calo Soto lo quiere por infinidad de motivos. Lo ha bajado "entre 15 y 20 veces" y son miles los descensos que hace con su empresa de turismo activo, la que abrió esa veda en la comarca. Ganó en k1 en 1982 y cosechó después varios podios. Empezó siendo un niño "con seis o siete años" en el club Sirio de Cangas de Onís que nacía entonces y buscaba cantera. Fue un acierto su fichaje.

Hoy será un día "raro" en el que seguramente Calo baje el Sella con cientos de personas que vienen a disfrutar de un descenso turístico que poco tiene que ver con el deportivo, pero que permite contagiar un poco el espíritu de la fiesta. "Lo de hoy pasará a la historia como un hecho histórico. Es como si faltase algo, esta fiesta es el alma de la comarca y un poco el alma de Asturias".

Lo es también para Alberto Estrada, a quien se le amontonan las anécdotas. A estas alturas debería ser un manojo de nervios y estrés echando cuenta de su papel en el Comité Organizador del Descenso del Sella (CODIS) como directivo. Y también de aquello que proyecta desde su presidencia en la Asociación de Amigos de Dionisio de la Huerta. Pero hoy será un día tranquilo distinto. "Por la tarde me acercaré a Arriondas, a ver a Dionisio" y a comprobar que su collar de flores sigue intacto. Cuenta 20 ediciones y "entre dos y tres mil descensos". Y recuerda, con todo su orgullo, cómo en 1981 ganó en la categoría mixta con su mujer, Inmaculada. Buscó los resquicios necesarios en el reglamento para poder competir. Encontró que podría crearse una nueva categoría si había cuatro embarcaciones que compitieran en igualdad. Encontró a cuatro extranjeras en Llovio, las convenció, con un inglés limitado, para que buscaran a cuatro hombres, participaron y Alberto e Inmaculada ganaron. Fue un día realmente especial. Después de cruzar la meta, ella se sintió mal. Fueron al médico temiendo algún problema, y salieron de allí sabiendo que iban a ser padres de su primogénito.

Este año "será raro" pero es como ha de ser. El próximo año se recuperará todo, "las dos historias del Sella, la deportiva, que es la prueba de descenso de ríos más importante del mundo, y la folklórica, que ha sabido evolucionar y ordenarse".

Es un sentimiento que comparte el gijonés Luis García Blanco (76 años). "Es una pena tremenda, yo quiero al Sella más que a nada, y estar ese día allí o compitiendo es algo que sientes de forma innata, inexplicable", dice con pena, bajo el puente de Arriondas, apuntando al lugar desde donde salió el día que ganó, en 1961, en lo que se recuerda como la victoria más ajustada de la historia. Él competía con Joaquín Tuya y aún se emociona al recordar cómo "entramos pegados a los segundos, unos noruegos. Cuando Luis empezó a bajar el Sella lo hizo con su padre, pero volcaron y no lograron terminar. Pronto cogió la inercia y no hubo nada que se le resistiera, a los podios registrados en el río de casa sumó su méritos como internacional hasta en 140 ocasiones, fue campeón de Europa y de España y ganó la Copa del Generalísimo. "Y a pesar de todo eso, a mí me conocían fuera de aquí por haber ganado el Sella, así de importante es este Descenso", narra. "Ganar el Sella es ganarlo todo".

Empezó en el piragüismo siguiendo la estela familiar de su padre y de sus tíos que hoy aún continúa. A Rafa Carril le entró el afán en 1988 y, desde entonces, no ha faltado a un solo descenso. Este año "será la primera vez y siento mucha pena porque es algo que esperas durante todo el año". De un lado "no estamos acostumbrados a competir con tanta gente" y, de otro, "el Sella es algo especial, nuestro". Él lo hizo más suyo con cinco podios -dos segundos y tres terceros- en K1 senior. Pero el mejor recuerdo es anterior, cuando Carril tenía 15 años, "y lo bajé por primera vez, me impresionó realmente la gente en la salida, aquella imagen no se me borró nunca de la cabeza". Este año no estará "y es una pena tremenda, pero es conveniente esperar, y volver el año que viene con muchas ganas y la misma ilusión de siempre".

Gonzalo García tiene que remontarse a 1965 para recordar su primera participación Este avilesino siente tanto por el Sella que quiso inculcárselo a su hijo desde la cuna, literalmente. "Tenía 11 meses el guaje. Le hice la ficha de la federación, conseguí una piragua de iniciación, que es más amplia, lo coloqué delante, le llené aquello de juguetes, lo acondicioné y nos colocamos. Todo iba bien hasta que llegó el momento de la salida y me dije, igual tengo que esperar a que pase el barullo para salir. Y así lo hicimos. Luego salimos y hasta Llovio él fue allí como si nada". Aquella edición "cumplimos". Al año siguiente volvieron con una piragua de competición. Padre e hijo repitieron la hazaña "seis o siete años" hasta que en 1995 el pequeño decidió bajarse y no competir. "Yo nunca le obligué, no hubo manera, pues sin presiones oye", dice Gonzalo riendo.

Él empezó "a palear" un 1 de mayo en Corvera, con 15 años. "Nunca había visto una piragua" pero acabó enganchándose. El Sella fue su carrera más especial, "porque es la fiesta de todas las fiestas, cuando te hablaban de ir a competir era todo un ritual, parábamos en Infiesto primero, luego llegabas por aquellas viejas carreteras a Arriondas, bajabas la piragua, la colocabas, ibas al desfile, los collares? no me extraña que quien lo pisa una vez repita siempre". Este año "habrá que pensar en que el próximo remontaremos" y que en 2021 "vendrá el doble de gente". Hoy verá un documental sobre el Sella Sella y, seguramente, coja las fotos del desván de hace años para repasar" la historia, la suya, la que él mismo escribió en su propio Sella.

Porque cada uno tiene la propia. El piloñés Vicente Llerandi (52 años) preside el Club Neptuno y cuenta ya 38 ediciones del Sella, "nunca gané en absoluto, pero hice ocho podios" en diferentes categorías. En cualquier caso, lo suyo no es competir, es disfrutar, aunque haya sido campeón del mundo de maratón y él prefiera no darle importancia. "Nunca he sido un Induráin, sólo he sido un luchador" que ha disfrutado cada descenso.

Llerandi sigue peleando: "llevamos años ganando en veteranos". Él aprendió con 13 años en Villamayor, en un tramo en el que ahora sería imposible meter una piragua. Es un hombre humilde, pero se siente orgulloso de haber sido de haber dejado "una estela de gente que sigue haciendo piragüismo". Hoy será un día "triste" y prefiere ir a hacer alguna ruta de monte. Pero "vendrán años mejores". El Sella seguirá siendo "lo que siempre ha sido, el desfile, el pregón, los tritones, la salida, la tortilla y una gaita" y todo lo que eso conlleva para cualquier asturiano.

Celia Remis disfrutará el día "de otra manera, con una comida familiar" y echando de menos un descenso en el que quedó segunda en 2018. Lo ha bajado nueve veces y eso que empezó a remar con ocho años. Era inevitable que la parraguesa no se enganchara. "Mi casa está al lado del Sella, veo las canoas desde mi ventana y mi padre me propuso apuntarme a algún curso, me encantó y aquí sigo" compitiendo con los colores del Grupo de Cultura Covadonga.

Es la más joven de todos, pero también tiene "muchos recuerdos"; sobre todo deportivos. "Verte en el podio es lo máximo, disfrutar de este trozo de ría cuando ves la meta saboreando el triunfo es especial", pero el Sella es algo más. "Es la familia que viene y se junta ese día, hacer turnos para comer porque no cabemos, es la fiesta grande, la de la comarca, la de Asturias".

Lo respalda Miguel Fernández Castañón que pasará el fin de semana compitiendo en Galicia. El corverano bajó "unos cuantos años" en categorías inferiores y no ha perdido Sella desde 2000. Lo ganó en 2009 con Julio Martínez, aún conservan el récord. "Para un asturiano ganar el Sella es lo mejor que te puede pasar", dice. Al principio, "me gustaba competir en tono festivo" y disfrutar de Piragües tanto como de la carrera. Con el tiempo "ha ido primando más lo deportivo y se disfruta mucho, pero de otra forma".

Porque la vida a veces cambia y también lo hacen las prioridades en las que enfrentarse a todo. Javier Otero se crió junto al Sella. Nació en Arriondas y participó en la competición diez años. El resto del tiempo lo dedicó a hacerse un hueco en el mundo del automovilismo. Cosechó allí triunfos, pero luego, cuando nació su hijo, dejó la gasolina y se enganchó de nuevo a la piragua. Apenas entrenó durante aquel primer año de vuelta al río, pero logró colarse en un sexto puesto de la general allá por 2015. Después, en 2018 y 2019 fue tercero de veteranos y se subió, junto a su hijo Javier, en el podio orgulloso, "y emocionado". Es quizá aquel su recuerdo más preciado de todas las historias que vivió junto al cauce. Pero la más curiosa fue la del día que empezó sin saber si quiera que lo haría. "Una edición del Sella, creo que la de 1997, estaba con un amigo a la orilla viendo el descenso, nos pusimos en el primer rabión que hay, donde solían volcar muchas piraguas. Fuimos allí para ayudarles a levantarse y darles los remos cuando los perdían, para echarles una mano", recuerda.

Cuando todo aquello pasó "fuimos a comer a casa y por la tarde volvimos a la misma orilla para bañarnos en el río. Vimos en el fondo de un pozo una piragua hundida, la sacamos, comprobamos que estaba rota y la llevamos al garaje de mi casa. Compramos fibra y la arreglamos", asegura. Cuando estaba en perfecto estado, "la llevamos al río y empezamos a remar en ella, hasta que Máximo Llamedo nos vio y nos propuso que nos apuntáramos al Club Los Rápidos". Aceptaron.

Remaron durante aquel invierno y compitieron en la siguiente edición. Aquel fue el momento en el que el vínculo con el Sella se hizo fuerte. Y nunca dejó el río de lado. Porque no sólo baja al cauce para entrenar, también lo hace para evadirse. El río "para los asturianos es especial, para los que están aquí y para los que están fuera. Porque muchos de estos últimos vienen siempre en esta fiesta con el único fin de juntarse con los amigos de la infancia".

Otero hoy saldrá a remar, como ha hecho cada sábado de los últimos meses. Será un entrenamiento "especial y triste" porque aunque haya descenso, no será igual.

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