Hoy, sábado, día de reflexión, acabará, por fortuna, el martilleo de los mensajes electorales, y todos los votantes, teóricamente al menos, nos sumergiremos en el laberinto de nuestros pensamientos, perplejidades y posibles dudas. Yo, desde luego, no acabo de comprender por qué se mantiene esto de la jornada de reflexión antes del día de la votación. Si para reflexionar necesitamos llegar a la víspera de las elecciones, ya me dirán para qué ha servido esa larguísima campaña de demagogia con que nos han abrumado los candidatos. Ciertamente, hemos visto que en cualquier democracia se permiten en campaña electoral ciertos excesos verbales, alguna exageración de méritos propios o defectos ajenos y una cantidad variable de demasías y destemplanzas. Mañana se despejarán las dudas e incertidumbres.