Ortiguera (Coaña),

Jorge JARDÓN

Si hubiera que destacar a una persona con el don de la paciencia, ésta sería Severiano Fernández Campoamor que ha rebasado la capacidad de Job. En junio de 1996 iniciaba la construcción de un galeón que aún requerirá otros dos o tres años para que se vea finalizado. Es decir, que lleva dedicado a su trabajo once años, y lo que falta todavía hasta que el galeón pueda ser botado al agua. Tanto han cambiado las cosas desde que se puso manos a la obra que ahora ya comunica sus avances a través de internet.

Lo curioso es que Severiano Fernández nunca se había visto tentado hacia la construcción de maquetas de barcos. Según él, todo empezó cuando pudo comprar un kit que contenía piezas de un barco, que consiguió armar sin grandes dificultades. El tema le gustó y le enganchó, de manera que recurrió a algunos libros para encontrar un modelo para construir. Acabó dando con el «Prince», un galeón inglés de 1670. Pidió la maqueta a una casa italiana y se puso manos a la obra sin complejos, aún reconociendo lo que suponía afrontar una tarea tan complicada si quería hacer un trabajo conforme al modelo y en el que no se echara en falta un solo detalle, por pequeño que fuera.

Fernández Campoamor considera que el modelo se corresponde con una escala superior al galeón, lo que se llamaba entonces barco de línea, y contaba con 48 metros de eslora, llevaba a bordo 700 personas e iba dotado de un centenar de cañones. Así que, animado, cortó un naranjo, sacó las tablas en una carpintería y las empleó para hacer todas las tallas del barco. Usó el castaño para las cuadernas y el roble para los baos del «Prince». Para los cañones utilizó plomos de pescar abadejos, que trabajó con una lima.

Los once años que lleva dedicados al «Prince» se deben, sin duda, al perfeccionamiento y meticulosidad del trabajo, porque no hay que olvidar que Severiano Fernández dedica todos los días del año tres horas a su tarea. y aún más tiempo los fines de semana. Y calcula que aún tardará dos o tres años más en acabar su obra, a la que todavía le falta una parte de las baterías de los cañones, los palos, las cofas y la arboladura. Hay que tener en cuenta que todas las puertas y huecos se encuentran embisagrados y funcionando. Destaca el gran número de cariátides y de mascarones que decoran al «Prince», hasta el punto de que el autor habrá tenido que tallar en torno a 600 de estas figuras. Aunque el problema para él haya sido el número de ellas que se han podido romper al caérsele, debiendo repetir el trabajo. Tampoco debe pasar desapercibida la zona llamada de los jardines, que se encuentra en la parte de la popa y se desmonta para dejar ver en ella los retretes de los dirigentes del galeón, los cuales, mediante una tubería, desembocan en el mar. El galeón incluso va dotado de un campanario en cuyo interior hay colocada una campana para transmitir órdenes a la tripulación. Severiano Fernández Campoamor señala que su barco no tiene precio, lo que equivale a decir que no está dispuesto a venderlo de ninguna manera, entre otras razones porque es consciente de que nadie pagaría un precio que compensara las muchas horas que lleva dedicadas a tan ardua labor, una labor que exige técnica, paciencia, nervios templados y una vista envidiable, tanto que él mismo considera que ha perdido mucha vista entregado a su galeón, al que ha dedicado muchos miles de horas en el desván de su casa coañesa de Ortiguera. Con todo, se puede ver la evolución del galeón a través de la página web que ha creado, en la que se siguen las distintas fases de la construcción del «Prince». Incluso lo muestra todos los años en la exposición de maquetas navales de Puerto de Vega, dándose el hecho de que viene mucha gente atraída por el galeón para comprobar la evolución experimentada desde la última vez. Hasta se podría establecer un premio para aquéllos que observaran la ausencia del más insignificante detalle.