Cangas del Narcea,

Alejandro ÁLVAREZ

«Tengo 22 años y vivía feliz con mi familia. El maldito asesino no me dejó llegar a mi casa. Maldita justicia que está pactando para desimputarle. Malditos seáis». A la familia de Sheila Barrero, la joven degañesa asesinada en el área recreativa de La Collada (Degaña), el 25 de enero de 2004, cuyo caso está aún sin resolver, se le ha acabado la paciencia. Sus padres, Elías Barrero y Julia Fernández, se encadenaron a primera hora de la mañana de ayer a las puertas del Juzgado de primera instancia de Cangas del Narcea en señal de protesta por lo que consideran un «circo» que, sostienen, va a permitir, «previo pacto», que el hasta ahora único imputado en el caso, el joven leonés B. V. G., «se vaya de rositas».

«Ya no hay justicia. Algo aquí huele muy mal. Se están riendo de Sheila», lamentó, visiblemente afectada, aunque manteniendo el tipo tras unas gafas de sol, la madre de la joven, quien aprovechó para denunciar que la principal prueba en la que se sustenta la acusación y que incrimina al único implicado hasta el momento, la bufanda encontrada en el coche de Sheila, está siendo infravalorada, hasta el punto, aseguró, de que «parece que está suponiendo un escollo para resolver el caso. Desde que ha aparecido esta prueba, son todo problemas. Primero, por el tema de las elecciones, paralizaron el proceso. Luego, con la llegada del verano, los responsables de instruir el caso se fueron de vacaciones. Supongo que el imputado se habrá tomado unos días de descanso también», subrayó, en un tono irónico, Julia Fernández.

La desesperación de los familiares de la joven ha llegado hasta el punto de que están convencidos de que la declaración judicial de B. V. G., prevista para el próximo viernes, «no servirá de nada. Todo está pactado de antemano. La defensa del asesino de mi hija ha anunciado que no habrá juicio y que a su cliente se le retirará en breve la imputación. Deberían explicarnos quién o quiénes están metidos en todo este asunto y cuál es el premio que van a recibir por todo este teatro, que va a permitir que el asesino de mi hija quede en libertad sin cargos», reprochó a los instructores del caso la madre de la joven.

Llegados a este punto, y ante la «pasividad» que atribuyen al sistema judicial, los padres de la joven han anunciado que «vamos a hacer lo que haga falta. Por nuestra parte, nunca ha habido ni un gesto de violencia ni malas palabras, a pesar de que se burlan de nosotros cuando tienen ocasión. Creo que hemos llegado hasta aquí. Las buenas personas no cuentan para la justicia. Pero que sepan que aguantaremos toda la presión y seguiremos reclamando que a nuestra hija se le haga justicia. No vamos a bajar los brazos», advirtieron.

Este nuevo episodio del caso surge a raíz de los últimos análisis realizados por los laboratorios científicos de la Guardia Civil, que determinaron que una fibra de la bufanda encontrada en el coche de Sheila se corresponde con una cazadora del imputado.

La prenda forma parte fundamental de la investigación policial. Todo apunta a que pertenece al asesino, que apretó el gatillo de una pistola recortada desde la parte de atrás del coche de la chica. Los familiares y amigos de Sheila habían venido reclamando en los últimos meses ayuda ciudadana para descifrar la procedencia del escudo heráldico de dicha bufanda, en el que aparecen una flor, un libro y una cabra colgada por un arnés.

En la parte inferior del dibujo se lee la inscripción: «Artes y honor». El escudo podría pertenecer a una universidad, un municipio, un equipo de rugby o incluso a una marca comercial. Los familiares de la joven no dudaron en afirmar que la bufanda podría tener la respuesta al horrible crimen, después de que en octubre pasado los resultados de las pruebas del ADN encontrado en el lugar del crimen no aportasen datos concluyentes sobre la identidad del asesino de Sheila Barrero. Los códigos genéticos no se correspondían con ninguna de las diez personas del entorno de la joven que fueron investigadas.

Borja V. G. es el único imputado en el caso. Fue detenido a las pocas semanas del crimen y, tras prestar declaración, el juez lo dejó en libertad al no encontrar pruebas concluyentes que lo inculpasen. El joven presentaba restos de pólvora en las manos, hecho que atribuyó a una jornada de caza en la que había participado días antes, algo que los familiares de la joven no se creen.