El Esquilo (Castropol), Jorge JARDÓN

«Es la primera vez en cuarenta años que no tenemos encargos de ninguna embarcación como consecuencia del verano». Así de contundentes se mostraban Los Pachos en su pequeño astillero de El Esquilo. A la espera de que su actividad recupere el pulso, su trabajo se mantiene asegurado en la reparación y en las tareas de conservación de embarcaciones construidas hace unos años. José González Vijande sostiene que además de las malas condiciones económicas por las que atraviesa el país, existe para su negocio una contrariedad añadida, la de que tanto los puertos de Ribadeo como de Castropol no disponen de un punto para fondear embarcaciones al encontrarse todos ellos ocupados.Y aunque Carlos ya se encuentra jubilado, reconocen los dos hermanos que tampoco se han visto favorecidos por los tiempos actuales, en los que la Administración subvenciona con mucha más generosidad las construcciones en acero que las de madera, precisamente la especialidad de estos dos carpinteros de ribera, que quieren morir con las botas puestas sin renunciar a la esencia de una profesión que se remonta a los comienzos de la navegación. «Nadie sabe ni que existimos cuando se trata de una ayuda. Con la particularidad, dice Pepe, de que somos los únicos de Asturias que quedamos en activo». Y además no se trata de un resistir resignado, sino con la ilusión de que la tradición familiar se perpetúe, ya que incluso uno de los hijos, Martín, ya se ha incorporado al astillero familiar, con la intención de luchar para que el oficio no desaparezca.

Remontándose en los siglos, recuerdan los dos hermanos que los libros recogen que en aquellas orillas fueron construidos barcos para la Armada Invencible y que era el oficio propio de toda aquella zona hasta el extremo de que había un carpintero de ribera en cada casa.

Los Pachos, que ocupan una pequeña nave en El Esquilo, muy cerca de Castropol, son los últimos románticos de un oficio que a no mucho tardar dejará de existir. Es la suya, además, una vida entera dedicada al barco de madera, tanto que ellos mismos reconocen que aprendieron el oficio cuando tenían 7 años jugando en el pequeño astillero del padre a base de dar golpes, martillazos y de llevar buen número de cortaduras con el formón y el hacha. Como ocurría en la mayor parte de los casos, a los 14 años, cuando uno dejaba la escuela, lo normal era aprender el oficio que había en casa. Así es que Carlos y Pepe, desde bien niños, empezaron a estar ya en contacto con las maderas, las cuadernas y las quillas, y todavía hoy, sorteando todos los avatares, continúan en esa misma línea de trabajo que tanta renombre dio a este modesto astillero de El Esquilo, que nunca dejó de ser el preferido del aficionado caprichoso que quería una embarcación marinera de verdad y construida con profesionalidad y materiales nobles.

Tal vez influidos por los gustos marineros, tanto a Carlos como a Pepe les gusta mirar al pasado, y ellos mismos se muestran orgullosos de que la práctica totalidad de las embarcaciones que navegan en estos momentos por toda la ría del Eo han salido de sus manos. «No exageramos», dicen ellos, «si afirmamos que ahora mismo tenemos cincuenta botes de Ribadeo y treinta de Castropol que fueron hechos por nosotros, además de bastantes otros que fueron para Tapia o para Navia». Y aunque es cierto que la base del mercado está centrada en la ría del Eo, no faltan tampoco clientes de los lugares más insospechados. «Hace unos años», cuentan ellos, «llegó un francés en yate a Ribadeo, vio los botes en el puerto y vino al momento a encargar uno, que lo llevó luego para Burdeos». Otros tienen destinos también lejanos, Tarragona, Vigo, Laredo, Lastres e incluso Fuerteventura, para donde construyeron hace años un yate.

Aunque Los Pachos hacen todo tipo de encargos en madera, la demanda actual está dirigida principalmente hacia el bote de vela, que es el que más pide la gente por las condiciones tan favorables de la ría del Eo. Generalmente, este tipo de embarcación oscila entre los cinco y los cinco cuarenta metros de eslora y su éxito reside en su línea y en lo bien que navega, ya que vale no sólo para la ría sino también para la mar, dicen los dos hermanos al referirse al hecho de que nunca uno de sus barcos hubiese fallado hasta la fecha. En este sentido, señalan ellos que muchos veraneantes vienen con un bote de fibra, pero en seguida dejan encargado uno de los suyos para el siguiente verano al comprobar su estampa marinera y la facilidad y la seguridad que tienen para maniobrar por la ría del Eo. Esos encargos de un verano a otro es lo que se ha dejado notar este año.

Verdaderamente, llegará un momento en que disponer de un velero salido de las manos de Los Pachos se convertirá en un objeto de lujo inalcanzable.