Estamos viendo a los estudiantes atosigados cada mes de septiembre ante el pavor que representa enfrentarse a los exámenes, un trámite que, además, no siempre hace justicia. Y no estaría de más recordar, para alivio de caminantes, que ni Pitágoras ni Platón se examinaron jamás. Aristóteles y Teofrasto enseñaban paseando por el pórtico (peripatos). Einstein fue un estudiante mediocre y Alberti no terminó el Bachillerato. Y, sin embargo, su impagable aportación a la cultura y a la ciencia tiene poco que ver con la burocracia y el rigor universitarios. Y frente a las exigencias actuales no estaría de más recordar que la pizarra de los alumnos de Pitágoras era la arena de la playa y que Newton descubrió la ley de la gravitación universal bajo la sombra hospitalaria de un manzano. O sea, que más vale evaluar la capacidad.