Nogueira (Taramundi),

Jorge JARDÓN

Hay situaciones que resultan sorprendentes. Tal puede considerarse la de Álvaro Gonzalo, un joven de 31 años, ingeniero de Medio Ambiente y con trabajo fijo en Madrid, quien, aprovechando su habilidad para la artesanía, se dejó tentar por los artesanos de navajas de Taramundi y se formó con uno de ellos, Juan Carlos Quintana, quien se mostró muy altruista y le enseñó todo lo referente a las navajas y cuchillos con generosidad y sin reservas. Así que acabó dejándolo todo para establecerse en una fragua en Nogueira, un lugar apartado del concejo de Taramundi que ha ido a menos: si en un tiempo existían siete fraguas, ahora sólo quedan allí dos casas habitadas.

Con todo, el lugar no resultaba extraño para él, ya que su familia contaba con una casa en Tapia, lo cual fue determinante para que conociese el interior del Occidente desde niño. Eso hizo que ya a los 5 años estuviera familiarizado con el núcleo de Teixois y con los artesanos. Así que, después de pensarlo y de recibir cursos, dio el paso de establecerse en Nogueira, en donde encontró una fragua y una casa.

Álvaro Gonzalo asegura que el cambio de vida fue para mejor, «porque me gusta la tranquilidad y aquí la tienes por demás». En su taller se dedica casi únicamente a hacer navajas y cuchillos de monte y también cuchillos de cocina especiales, por encargo. Pero no se trata de trabajos en serie, sino de piezas exclusivas hechas a medida del comprador.

Las navajas se hacen a base de acero inoxidable o de acero carbono, que consigue muy buena dureza, aunque resulta más trabajoso, ya que no se puede calentar demasiado y requiere mucho cuidado. Es decir, que resulta difícil de trabajar pero se endurece en cada calda.

También de especial interés para Álvaro Gonzalo es el mango de las piezas, a base de maderas preferentemente autóctonas, boj y nogal, pero también otras tropicales, en especial el palo violeta y el granadillo.

Igualmente, usa para los mangos cuero, hueso y asta de ciervo y de vaca, incrustados a mano. A pesar de lo escondido del lugar, Álvaro Gonzalo señala que acude gente a su fragua una vez ha trascendido la existencia de su taller y la elaboración en el mismo de piezas personalizadas, aunque también hay quien le encarga a través de las ferias, como ocurrió el pasado mes de marzo, cuando consiguió un encargo para Miami.