Han pasado cincuenta años desde que el cura de Valdepares, José María Bedia, se ordenó como sacerdote. Y ha sido medio siglo de entrega plena a los feligreses de sus parroquias. José María no ha necesitado ir a misiones para ayudar a parir a mujeres de la parroquia o para tomar la tensión a los vecinos, con independencia de sus creencias. Es una persona que incita a creer en el ser humano por su entrega a los demás sin reservas ni miramientos. Los feligreses pueden estar contentos de haber mantenido durante tantos años a un cura ejemplar, sin otro defecto que su falta de puntualidad, un problema que arrastra desde siempre y que ha tratado de corregir, sin éxito. Es una persona curiosa y habilidosa para todo, incluso para hacer ganchillo y alfombras de nudo, pero creo que su último empeño, el de hacer bolillos, no va a poder alcanzarlo, a pesar de que alguien le facilitó un libro para aprender.