Tapia, Jorge JARDÓN

Hay aficiones que resultan sorprendentes. Tal podría ser el caso de Ismael Rodríguez, que muestra estos días, en la de Casa de Cultura de Tapia, una colección de sus llaveros y tajalápices. Pero fundamentalmente son sus 3.500 llaveros los que centran la atención del visitante.

No obstante, Ismael Rodríguez señala que faltan aún unos mil quinientos llaveros más que permanecen en su casa de Barcelona, donde residía hasta el momento de su jubilación. Empezó con tan curiosa colección hace diez años, y si bien al principio tenía que comprar algunos ejemplares en un mercadillo de Barcelona, actualmente está en condiciones de canjearlos con otros coleccionistas, ya que entre sus destrezas está decir al instante si tiene en su colección tal o cual modelo o el lugar aproximado en el que se encuentra cada uno de sus llaveros. Puede imaginarse uno que entre tanta variedad los haya de todo de tipo: de marcas de coche, de refrescos, pinturas. Y de todas la procedencias: desde Canadá, EE UU o Uruguay hasta la China. Con todo, cree que los llaveros que más trabajo le han supuesto son los relativos a Franco, con su efigie por una cara y la de un guardia civil por la otra, y el del 23-F, en el que se lee: «recuerde el 23-2-81» en una cara, y en la otra figura Tejero diciendo «q0uieto todo el mundo».

Además no se trata sólo de tener tantos llaveros como tenerlos clasificados y mantenerlos limpios, una tarea que él ejercita periódicamente; especialmente, los llaveros de plata, que requieren más limpieza, y eso a pesar de que su colección de llaveros se haya tenido que dispersar debido a la falta de espacio. Y es que mientras en Barcelona tenía sitio para toda ella, en Tapia, en cambio, la tiene esparcida entre Anleo y Cabanella, de donde Ismael es natural.

Pero, además de los llaveros, la exposición la completa con una colección de unos quinientos mecheros con figuras de animales, barcos o trenes, como también dispone de una amplia colección de tajalápices. Reconoce que cuando empezó el coleccionismo lo inició con sellos, hasta que se dio cuenta de que los sellos le salían costosísimos y además perdían valor. Así que se centró en estas otras cosas que muestra en Tapia. Es la primera vez que expone sus cosas, pero se muestra satisfecho de la buena acogida que está teniendo, hasta el extremo de que se han desplazado para visitarla muchas personas procedentes de Vivero, Burela, Foz, Ribadeo y, en general, de toda la costa lucense.