Taramundi,

Jorge JARDÓN

Después de unos años explotándolos por su cuenta, los hermanos Carlos, José y Manuel López Cancelo decidieron montar la empresa Tainde para explotar su Museo de los Molinos, el más importante de España dedicado exclusivamente al molino y su evolución a través de los tiempos.

Para ello han nombrado como gerente a su colaborador, Manuel Vijande, quien se muestra satisfecho por los resultados, aunque reconoce que este año la cifra de visitantes desciende de 24.000 a 22.000 personas, si se tiene en cuenta el bajón que se produjo en Semana Santa debido a las pésimas condiciones meteorológicas. Un bajón que aún no se ha visto compensado en el mes de julio, ya que Vijande considera que la primera quincena de julio ha sido muy floja, aunque admite que en estos momentos la cuestión se ha ido normalizando.

De todas formas, espera que la elaboración de una agenda completa sobre lo que se puede contemplar en el museo va a resultar determinante, trabajando especialmente entre los colegios para que incluyan su Museo de los Molinos en los viajes escolares. El Museo de los Molinos surgió de una manera fortuita, aprovechando que su padre contaba con la primera central eléctrica que dio luz a toda la parroquia de Taramundi, allá por los años 30, y el viejo molino que había en el mismo conjunto. De esta forma, al tiempo que se ha recuperado un complejo tan enraizado con la historia de Taramundi se ha proporcionado a los turistas una oferta más. Pero dentro del conjunto lo que desde luego más llama la atención a los visitantes es la parte dedicada a molinos, que ha sido cuidada hasta el punto de que se encuentran reproducidos en ella desde el molino más antiguo que se conoce, el de Al-Bayda, datado en Jordania en el siglo VII antes de Cristo, hasta el más reciente de maquila, pasando por los molinos romanos de mano o de tracción animal.

Incluso, el molino de maquila originario de la casa se muestra por partida doble, despiezado en su totalidad para que el visitante reciba las explicaciones convenientes y le resulte más fácil su comprensión, y en pleno funcionamiento para que se pueda observar la correspondencia de cada una de las piezas.

Uno de sus grandes atractivos es que muchas de sus piezas han sido cuidadosamente seleccionadas y constituyen ya de por sí piezas de museo. Así, por ejemplo, las piedras encargadas de la molienda del trigo habían sido galardonadas en la Exposición Mundial de Sevilla de 1929, como así consta en la chapa que llevan encima. Son las que los molineros conocen como piedras francesas de La Ferté.

Según se cuenta en el folleto del museo, las piedras llegaron en barco a La Coruña y también por mar a Ribadeo, desde donde el tren minero las trasladó a San Tirso de Abres, en donde una pareja de bueyes aguardaba para subirlas a Taramundi.

Las piedras para el centeno son igualmente francesas, pero de la localidad de Dordoñez, mientras que las del forraje proceden de Canarias.