Castropol,

T. CASCUDO

Empezaron siendo cuatro y ya son treinta. El efecto llamada del mercado de Castropol es innegable, especialmente, por las cifras alcanzadas en sus cuatro semanas de vigencia. Por esto, los comerciantes quieren plantear al alcalde, José Ángel Pérez, que se establezca algún tipo de límite en el número de ambulantes y que ponga en marcha una tasa, aunque sea simbólica.

Dice el portavoz de los comerciantes, Iván Martínez, que su planteamiento es el de vetar la entrada a los nuevos ambulantes «que vendan más de lo mismo». Apunta además que «hay que poner algún tipo de freno porque aquí hay poca gente y no sirve de nada vender muchas cosas si no hay clientes». El portavoz tiene claro que es el Ayuntamiento quien debe elaborar un listado para evitar que se sature.

Para Martínez también urge imponer una tasa. «Si se cobra en todos los mercados, no sé por qué este va a tener que ser diferente. Por poco que sea, al Ayuntamiento siempre le vendrá bien la recaudación, aunque sea para pagar los gastos de limpieza». Este ambulante dice que su interés por Castropol no tienen nada que ver con la inexistencia de tasas o con la rivalidad con Ribadeo. «Esto lo hacemos para ganarnos la vida, para trabajar, que me cobren no tiene nada que ver», apunta.

En cuanto al nivel de clientela, los comienzos son difíciles, sobre todo, en estos meses invernales. No obstante, Martínez se muestra satisfecho por la respuesta de la gente: «Los vecinos nos demuestran que querían un mercado y nos lo dicen cada miércoles». En invierno la afluencia de clientes es baja pero ocurre en este y en todos los mercados. «Lo nuestro es el verano», explica. Respecto a un posible traslado del mercado al campo de La Paloma en el verano, los comerciantes están receptivos al ser más céntrico y tener más aparcamiento.