Los pueblos con demasiada frecuencia son rácanos con los de casa y, por contra, se dejan embobar por quienes llegan de afuera. Yo estoy de acuerdo con que el hecho de venir de afuera no debe constituir para nadie una dificultad añadida. Pero tan elemental principio de cortesía y buena vecindad no tiene que verse alterado por encumbramientos ridículos, que casi siempre acaban mal, porque se acaba descubriendo que son extraños en sus nuevos lugares, nada identificados con su cultura o con sus costumbres. Conozco incontables casos en mi entorno, con resultados catastróficos, de osados emprendedores de ilusiones que pensaron que se encontraban en tierra conquistada. Hasta que la gente entendió que todas sus ideas eran un buñuelo de viento. Lo malo de todo es que al final de la película todo acaba como el rosario de la aurora y empiezan a salir los verdaderos sentimientos bastardos.