Salas,

Lorena VALDÉS

Anafe. Esta es la palabra que el poeta ovetense Fernando Beltrán se llevó ayer, para su colección particular de nombres, de la clase del ciclo formativo de madera del Instituto «Arzobispo Valdés Salas». Anafe siginifica hornillo portátil, pero Beltrán pronto comenzó a jugar con las sílabas para crear un improvisado poema. «Podría ser la historia de amor de Ana y Fernando». En su encuentro con los alumnos de 1º y 2º de Bachiller, el poeta animó a los jóvenes a dedicarse a la profesión que deseen. Él, un día, tembloroso, le dijo a sus padres que quería ser poeta. Pese al rechazo familiar, tomó ese camino y desde entonces no ha dejado de temblar.

«¡Basta ya de locuras, estudia Derecho y dedícate a escribir los fines de semana!», le respondió su padre a Fernando Beltrán cuando le anunció, a los 17 años, que quería dedicarse a la poesía. Ayer, el poeta acercó sus versos a un grupo de jóvenes salenses que, a punto de terminar el Instituto, se plantean su futuro.

«Yo tenía todo en contra para alcanzar mi sueño, de esa sensación surgió el poema "Trampas para perder"», afirmó Beltrán, quien, a continuación leyó los versos.

«¿Cómo surge un poema?». Esta fue una de las curiosidades que los estudiantes plantearon al poeta, de raíces mosconas, durante el coloquio que mantuvieron en la biblioteca del centro. «Los poemas no hay que buscarlos, aparecen. Durante el recorrido por el Instituto vi en el pasillo un cartel con la siguiente frase: "Se venden galletas belgas". Me pareció genial, a partir de ahí se puede empezar a soñar, a darle otro significado a las palabras, a sacarlas de contexto...», explicó.

En su intervención, el poeta animó a los jóvenes a desarrollar su creatividad. «Sin imaginación no se llega a ningún sitio, uno tiene que creer en sí mismo y en sus proyectos. Cuando, en 1982, logré con "Aquelarre en Madrid" el accésit del Premio Adonáis estaba tan convencido de que no me lo iban a dar que di la vuelta a la puerta del hotel y me fui, tenía que haberme quedado porque todo es posible».

Su obra «Mujeres encontradas», en la que, a partir de alambres que encontró a la calle, escribe sobre diferentes perfiles de mujeres, despertó la curiosidad de los jóvenes. «Yo siempre recojo todo lo que me llama la atención», comentó. Y, como muestra, Beltrán abrió su monedero y mostró a los asistentes unas horquillas recogidas el jueves en las calles de Avilés.

«La poesía está ahí, en el día a día, y sólo hay que atacarla», concluyó el escritor.

«Amor ciego» fue una de las obras que el poeta ovetense quiso compartir ayer en Salas con los alumnos de Bachillerato. «Iba por la calle en Madrid, escuché a una pareja hablar de la llegada del otoño e inmediatamente me puse a escribir este libro. Durante meses dejé aparcadas el resto de actividades, me absorbió por completo», afirmó Beltrán, a la izquierda en la foto, en plena lectura poética.