Párroco de Castropol y Arcipreste del Eo, deja la comarca para trasladarse a Gijón

Castropol,

T. CASCUDO

Está claro que el párroco Manuel Viego tiene un don. Y de ello dan fe los vecinos de Castropol que en una semana han sido capaces de reunir más de un millar de firmas con el propósito de evitar el traslado del sacerdote a la parroquia gijonesa de San Vicente de Paúl. No obstante, él quita hierro al asunto porque, dice, no hubo malentendido alguno:. «El Arzobispado me consultó si quería ocuparme de una parroquia en Gijón y acepté. Yo entiendo así mi trabajo». Viego es muy querido en Castropol y en parte se debe a la honestidad con la que llegó al concejo abordando sobre su pasado y su antigua adicción a las drogas. Se ha ganado el apelativo del «cura valiente». No obstante, no quiere hablar de ello y prefiere hacerlo sobre su etapa actual y su regreso a su casa de Gijón.

-Algo tendrá para despertar tanto cariño de la gente...

-No lo sé. Creo que hay que probar a querer a la gente que está a tu lado.

-¿Qué le parece la campaña de recogida de firmas?

-Creo que todo el mundo tiene derecho a expresarse pero la decisión ya estaba tomada. Estas parroquias necesitan a alguien que se vincule con ellos, que viva aquí y les quiera porque muchas mañanas no te necesitan pero otras sí. Eres siempre una referencia.

-Pese a ser gijonés ha pasado los últimos cinco años de su vida en un entorno rural, primero en Grandas de Salime y ahora en Castropol. ¿Le costó adaptarse?

-Yo era muy urbano y pensé que no lo iba a lograr pero llegar a Grandas fue todo un descubrimiento. La gente, el ambiente... Te integran y eres uno más del pueblo. La vida en el medio rural es genial.

-También ha hecho un esfuerzo por implicarse en la vida de la comarca...

-Supongo que sí, aunque yo creo que las parroquias las hace la gente. Trabajé todo lo que pude y ahora me toca irme. Además, si estás en un sitio debes implicarte al cien por cien. Me da pena del Occidente porque parece que está totalmente abandonado. Los políticos no le prestan la atención que merece, creen que por tener poca población tiene poca importancia.

-¿Conocía antes el Occidente?

-Sólo había venido una vez.

-¿Qué es lo mejor que tiene?

-La gente es súper acogedora y abierta. Cualquiera que lo conozca un poco se da cuenta de que tiene algo que enamora.

-Al ser un sacerdote joven ¿le ha costado ser aceptado?

-Para nada. Me acogieron bien y en eso he tenido mucha suerte. Cierto es que al ser cura llevas mucho ganado ya que la gente no desconfía de los sacerdotes, entonces es más fácil que te respeten. Pero es importante estar con la gente y aprender a vivir con ellos y conocerlos.

-¿Ha contribuido a que la gente vaya más a misa?

-Bueno, aquí hay mucha gente en misa. No obstante, la asistencia va en función de las necesidades de la gente... No creo que haya hecho nada especial.

-¿Le asusta su nueva etapa en Gijón?

-No, para nada. Hay que trabajar en todos lados. Lo hago por lo que creo. No hay sitios malos sólo puede ser más difícil el trabajo.

-Desde luego el Occidente es más difícil para trabajar y más con cinco parroquias...

-Cierto. En Gijón está todo más cerca. Aquí he tenido días de tener un funeral a las cinco en Tol, a las seis una misa en San Juan de Moldes, a las siete en Castropol y a las ocho y media un rosario en Vegadeo. A veces llego muy justo pero intento siempre ser puntual.

-¿Qué es lo que más va a echar de menos?

-Ver salir el sol por la ensenada de La Linera. Eso y a la gente, por supuesto.