Es muy antigua la crónica española sobre la envidia. Se coincide en que la envidia es uno de los grandes males nacionales, y hay poca referencia de esta actitud individual o social en otros países. Los especialistas en sociedad (sociólogos) o en la mente humana (psiquiatras) siguen haciendo análisis y diagnósticos sobre este asunto, que ha generado desde rupturas familiares a colisiones políticas. Mis observaciones, que no han sido otras que sobre mi piel, me llevan a la conclusión de que el envidioso patológico es un individuo mal construido. Corrientemente está desacomodado con su destino, tiene ambiciones, la gente se ocupa poco de él, puede ser pequeño y tener poca fortuna con las mujeres o con su oficio, y sobre todo no cuenta con la libertad deseada. Se encuentra encorsetado en las redes del entorno y acomplejado por el qué dirán los que son como él. Siendo así, me temo que la cosa no tenga remedio para los envidiosos.