Luarca (Valdés),

A. M. SERRANO

Dice Germán Lorenzo Fernández que Luarca nació mirando al mar. El profesor del instituto luarqués, estudioso de la historia de la villa y coleccionista de imágenes, estampas y grabados de la capital valdesana, tiene documentos que así lo atestiguan. No es sólo una idea extendida, que también, sino que está reflejada en documentos, en escritos que ya en 1044 mentaban a Luarca y su actividad pesquera.

La hoy conocida como Villa Blanca de la Costa Verde tiene una historia detrás vinculada siempre al mar. Hoy parece que este vínculo es casi inherente a la villa, pero para ser puerto de referencia Luarca tuvo que cambiar, invertir en infraestructuras, cambiar el curso del río y adaptar a sus gentes a vivir de la pesca y del comercio marítimo.

Germán Lorenzo mantiene que el castro de Castiel, en Punta Muyeres, «pudo ser el punto de partido para una población estable, entonces ya vinculada al mar por la pesca, la navegación y el comercio». No hay constancia, según este estudioso, de que el puerto de Luarca estuviera activo en época romana, aunque, siempre según sus palabras, «es probable que su primitiva ría, que hacía las veces de puerto, y la Concha hubiesen sido utilizados como fondeadero».

Si hablamos de documentos, el puerto aparece en la Carta Puebla que otorga Alfonso X El Sabio a la Tierra de Valdés en 1270. «Se confirma que era un pueblo ballenero con una población estable de cierta entidad», explica Germán Lorenzo. La zona portuaria de Luarca empezó a captar tráficos y a crecer a partir de 1338. Ese año, Alfonso XI concede a la villa un alfolí de la sala para su almacenamiento y distribución, lo que incrementa el tráfico y mercancías y sirve de proyección.

Luarca empezaba a despegar como villa industrial y pesquera, sin olvidar su tradición ballenera. En el siglo XV se regula, a través de ordenanzas, la profesión marinera. Luarca ya es una villa sustentada por las actividades relacionadas con el mar, que mira hacia el puerto para seguir progresando. Y, como consecuencia, hubo de pensar en su defensa. A principios del siglo XVI empezó a construirse la defensa artillada de La Atalaya, con el objetivo de defender el puerto de los corsarios ingleses.

Pese a las dificultades, a partir del siglo XVI Luarca se hizo con el tercer puesto en Asturias en tráfico comercial. Sólo su «mal estado», que se recoge en varios documentos, y las continuas avenidas del río impedían su progresión. En 1859, después de que las instalaciones portuarias fueran arrasadas por el oleaje hasta en tres ocasiones, el Ayuntamiento decide realizar reformas. La mejora se notó y en 1844 se registró la entrada de 150 barcos, confirmando la importancia de esta infraestructura portuaria en Asturias.

El puerto vivió nuevos cambios en el siglo XIX, desarrollados en varias fases. Entonces se construyó el muelle nuevo y el malecón se dispuso en curva durante 18 años, el tiempo, que según documenta Germán Lorenzo Fernández, duraron las obras.

Pero hubo que esperar a 1909 para que el puerto de Luarca pasara a ser marítimo y dejara atrás su pasado fluvial. Se desvió el río para que desembocara en la playa primera, protegiendo así el muelle de las grandes avenidas, y se construyeron el puerto y los espigones del Marchica y Canouco.

Con el paso del tiempo, la actividad de transporte de mercancías se redujo y la actividad pasó a ser meramente pesquera. Hoy Luarca sigue, como siempre, pendiente del mar.