La cena que cada año celebran los ex alumnos del Instituto de Pravia fue en esta edición toda una fiesta a la que se sumaron por primera vez algunos de los profesores que entonces comenzaban su andadura educativa. Reunidos como viene siendo habitual en el restaurante Mariño, balcón privilegiado sobre la Concha de Artedo, una de las playas más bellas y tranquilas de Asturias, el encuentro se ha hecho ya imprescindible y se supera cada año. Todo el que prueba, repite.

La cena es la disculpa para reencontrarse cuarenta años después, aunque sólo sea por unas horas. Entre charla y charla vuelven a la memoria caras y recuerdos, anécdotas, profesores, exámenes, compañeros ausentes... es un viaje a la adolescencia para compartir recuerdos con quienes fueron coprotagonistas de aquellos momentos juveniles.

Si hay un denominador común a todos los asistentes es el deseo de pasarlo bien y recuperar el espíritu de las tarde del «Siola» y del parque. Somos los mismos, aunque ahora abunden las gafas, haya menos pelo, más arrugas y algún que otro kilo de más.

La convocatoria fue este año todo un éxito, 65 cubiertos, es decir, récord de asistentes. Pravia, como centro aglutinador de estudios en los años 60 y 70, es la localidad más representada en la cena. En aquellos años, la villa asistía cada mañana a la llegada de estudiantes procedentes de distintos municipios asturianos. Al instituto de Pravia acudían jóvenes de lugares tan dispares como Cornellana o San Juan de la Arena y de muchos más sitios: Malleza, Corias, Candamo, Beifar, Soto del Barco, Muros, Somao, Los Cabos, Cudillero, Soto de Luiña... habría que hacer todo un recorrido por la geografía central de Asturias para registrar la procedencia de tantos y tantos como iniciaron allí sus estudios.

Si la fiesta de ex alumnos es ya una fecha fija en el calendario de asistentes, en esta ocasión tuvo si cabe más emotividad al contar con la presencia de tres profesores: Isabel Torrente, Fernando Fernández y Ulpiano Arregui, que se sumaron a la celebración para compartir anécdotas y recuerdos con muchos de los que fueron sus alumnos. El deseo de todos es que en sucesivas ediciones sean más los profesores que se sumen a la cena, un reencuentro distendido, sin compromisos ni obligaciones, que atrae a ex alumnos desplazados incluso desde fuera de Asturias.

La única obligación que contraen quienes decidan participar es la de pasarlo bien y disfrutar. Para contribuir a tan beneficioso propósito, la dirección del restaurante facilita espacio suficiente para alargar la velada con música de los años setenta, ritmo que consigue mover a quienes deciden olvidar las cinco décadas que llevan encima para darlo todo en la sala.