General de división y director del Instituto de Historia y Cultura Militar

Tuña (Tineo),

Pepe RODRÍGUEZ

El general de división Francisco Ramos Oliver es el Director del Instituto de Historia y Cultura Militar. Ha pasado por Tuña (Tineo) para dejar, en el Aula didáctica del general Riego, una copia digitalizada del archivo militar de éste, nacido en el pueblo y uno de los personajes más importantes de la época liberal de principios del siglo XIX en España. Ramos Oliver -que posee la Gran cruz, placa, encomienda y cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, además de la gran cruz y seis cruces al mérito militar, y la medalla de la OTAN por su trabajo en Kosovo- es el responsable de los archivos y museos militares de toda España.

-¿Cómo se encuentra en Tuña?

-Muy bien. Soy un viejo asturiano, aunque no lo sea de nacimiento, y aquí siempre me encuentro muy a gusto.

-¿Exactamente, qué ha aportado usted al Aula General Riego?

-Para ser rigurosos he traído digitalizados -y no los originales, como es lógico- los documentos sobre el General Riego que conservamos en los archivos militares. En el archivo general militar de Segovia y en el Museo del Ejército de Toledo, documentos relativos a Riego.

-¿Cómo definiría la importancia de estos documentos?

-Bueno, son básicos. La figura de Riego es una figura que se conoce por unas biografías escritas sobre él, concretamente por Eugenia Astur y por Carmen de Burgos, curiosamente por mujeres todas. La mejor para mí, la de Eugenia Astur, está escrita en 1932, pero el aparato crítico no es bueno. El recurrir a las fuentes primarias, el ver lo que exactamente dicen los documentos, es muy importante para poder elaborar, analizar, estudiar la vida de Riego documentadamente. No por lo que cuenten otros, sino por lo que está en los archivos escrito: qué ordenes recibe, cuándo asciende, dónde se destina, qué opina en la cárcel de Madrid a través de la documentación del alcaide de la cárcel. Fuente primaria de información sobre su vida.

-¿Qué opina de la figura de Riego?

-Es una figura controvertida. Yo le había dedicado muy poco tiempo. Tuve un primer encuentro con la figura porque un amigo, asturiano precisamente, me dijo que iba a organizar un ciclo de conferencias en el Centro Asturiano de Madrid. Ahora ya he tenido un encuentro más elaborado, aunque me queda mucho por hacer. Sólo puedo dar apuntes, no estoy en condiciones de sentar una tesis o una idea clara y determinante sobre el personaje.

-¿Cómo se le ve en el Ejército?

-En general, no ha sido una figura estudiada por militares. No se le ha prestado atención porque en el acervo del Ejército se le considera un traidor. Y por eso no se le presta mucha atención. En mi opinión ha sido bastante instrumentalizado políticamente por movimientos de determinado signo, aunque yo tampoco estoy muy convencido que el personaje respondiera a esa imagen, como un símbolo.

-¿Usted cree que fue un traidor?

-En mi opinión, no. O, si queremos matizar más, si lo fue, no fue el único. Fue el instrumento, creo, y otros se quedaron ahí. Fue traicionado por los que, supuestamente, deberían haberle dado salida. Lo traicionó Ballesteros, y más gente. Dicen que no fue leal a sus jefes pero, ¿cual era la lealtad de sus jefes? Es una época tremenda en la cual está España y los militares en un régimen absolutista tremendo y los militares de alta graduación están formados en una mentalidad en la que el Rey es el jefe de los ejércitos. Cambiar esa mentalidad de un día para otro era muy difícil. Eran unos militares muy disciplinados.

-¿Eso se pone en entredicho con la Constitución de 1812?

-Claro, aparece la figura de la Constitución, no está claro si el Rey es menos Rey y el papel de las Cortes, de quién dependen los ejércitos... Hay que ponerse en la época y en la situación. Lo que no puede hacer el que hace historiografía es no dejarse seducir por el personaje ni odiarlo a muerte. Por eso no me mojo.

-¿Se ha idealizado la figura de Riego y aquella época?

-Naturalmente. Se ha idealizado un poco, sí. Ha habido un poco de distorsión, que creo que no se ajusta a la realidad. Pero, insisto, es sólo mi opinión y no puedo sentar cátedra. Tendría que darle muchas más vueltas antes de mojarme completamente.

-Usted dirige los museos militares de España.

-El Instituto de Historia Militar, sí. Bajo mi dependencia orgánica está la Biblioteca Central militar, con casi doscientos mil volúmenes, una de las bibliotecas más importantes de España. Cuatro archivos militares generales, que están en Segovia, donde están todos los expedientes personales de los cuadros de mando desde el siglo XVIII hasta nuestros días, el de Guadalajara, con los archivos personales de la tropa, el de Ávila, con documentación con operaciones desde 1936, y el de Madrid, con la documentación hasta 1936: la guerra Carlista, la guerra de Cuba, la guerra de Filipinas, la guerra de Marruecos... Además también depende de mí el Museo del Ejército de Toledo y ocho centros de historia y cultura militar, repartidos por la periferia, incluidas las islas, Melilla y Ceuta.

-¿Afecta la crisis económica a su trabajo?

-Mucho, claro que sí.

-¿En qué sentido?

-En una reducción de los créditos presupuestarios que anualmente recibe el Instituto para llevar a cabo sus funciones. Este año tenemos una fuerte reducción.

-¿En qué se traduce a nivel práctico?

-Fundamentalmente en los trabajos de archivos. Catalogación y digitalización de los fondos. Esto significa una ralentización del trabajo. Quizás en el Museo del Ejército nos veremos obligados a reducir gastos, horas de apertura o algo así.

-Y el ejercito en general, ¿cómo se ve afectado?

-Sí, por supuesto que se ve afectado. Pero ahí no me meto porque no soy quién. Las fuerzas armadas se ven afectadas al igual que toda la administración.