Se reúnen en un garaje del centro de Castropol. Cada tarde desde el Lunes de Pascua acuden puntuales a su cita. En el local no hay televisión ni radio y sólo algunas veces «el Gordo de Conde» -así le gusta a Roberto Frontera que le llamen- les canta alguna pieza. Lo que no falta nunca es la buena conversación y algún que otro dulce para «subir el colesterol». Son los artesanos de las flores, una treintena de personas movidas por la asociación cultural «El Pampillo» y que cada año se ocupan de las alfombras florales del Corpus Christi de Castropol. Esta fiesta, catalogada como de interés turístico regional, se celebrará el próximo domingo.

LA NUEVA ESPAÑA les visitó el jueves por la noche, cuando estaban dedicados al pampillo, la flor de intenso amarillo que da nombre a la asociación. La sala está ocupada por una larga mesa repleta de flores y a cada lado los artesanos van tomando asiento, encargados de separar los pétalos para colorear las alfombras. De la treintena de personas que asisten a la sesión de trabajo, el más joven es Frontera, de 47 años y natural de Puerto Rico. El título de veterana le toca a Teresa García, que pese a sus 81 años trabaja como los de demás.

El grupo bromea al animar a más vecinos -especialmente a los jóvenes- a sumarse al trabajo: «Aquí no hay paro, hay trabajo para todos». Cada año se quejan de la «falta relevo generacional». Aunque la noche previa al Corpus el pueblo se vuelca, faltan manos en el día a día.

El trabajo más intenso comenzó el Lunes de Pascua, pero lo cierto es que la faena se inicia el mismo día del Corpus. No en vano, cada año tratan de salvar algunos productos utilizados en las alfombras, como es el caso de los cuencos de eucalipto: los despegan del papel sobre el que se hace la alfombra, los limpian, los secan y los guardan para el próximo año.

El siguiente paso es el diseño de las alfombras, que cada año es diferente para sorprender al numeroso público que se acerca a Castropol a contemplar la belleza de estos mantos florales. Las ideas para los diseños aparecen donde menos se lo esperan, como confiesa Emilia Ardura: «Saqué un rosetón de un dibujo que vi en un paquete de pañuelos de papel». De revistas de costura y hasta de cenefas de azulejos de baño pueden salir los modelos.

Los bailes en el calendario del Corpus les obligan a adaptarse a las flores disponibles cada año. El año pasado la fiesta coincidió un 26 de junio, por lo que tenían mucha hortensia y poca rosa, en cambio este año apenas hay hortensia.

También tienen poco pampillo y confían en que esta semana broten las rosas para incorporarlas el domingo. Esta semana triturarán «el verde» -que tienen correctamente almacenado en decenas de cajas de cartón- y recogerán las rosas y el cioyo. Las flores se recogen por casi toda la comarca con ayuda de los vecinos que lo autorizan: «Desde Luarca hasta Valadouro, lo andamos todo». De esto saben mucho Siso Iglesias, Pedro Villares y Paco Muiña, expertos ojeadores a la hora de localizar las mejores zonas.

Casi todos trabajan con la ilusión de mantener la tradición y de ver florecer la capital castropolense. Dice Carmen Suárez, «Menchuca», que mucha gente considera que es una pena que la procesión destroce las alfombras, pero para ella «es lo más bonito, es una satisfacción que pase por encima y verlo».

Las alfombras se ubicarán en las calles Acevedo, Amor, Del Campo, Penzol Lavandera y las plazas del Cruzadero y el Ayuntamiento. Este año se mantendrá el altar que se estrenó el año pasado en las escaleras del parque Vicente Loriente y se añadirá una alfombra floral a su alrededor. Ahora toca confiar en que el domingo el tiempo les respete.