Lo que era la huerta de Asturias, por el abandono de los pueblos y por la incuria irracional que impera en nuestro país, se convierte en erial. A la vera del río Narcea, entre el Puente San Martín y Pravia, todo eran huertas sembradas de hortalizas y legumbres; a la altura de Laneo destacaban las plantaciones de tabaco; árboles frutales de todo tipo: manzanos, perales, ciruelos, melocotoneros; naranjos y limoneros cargados de frutos todo el año. De todo había y todo prosperaba, era una maravilla pasear por sus alrededores. ¿Qué nos queda de aquel patrimonio? Unas buenas plantaciones de kiwis, cuatro tierras contadas de maíz y poco más. El resto, de día en día, se va volviendo más selva que matorral.

A las puertas de Cornellana estaba la vega de La Rodriga; el espacio más fértil del concejo de Salas. Hablo en pasado porque, además de la carretera a Pravia que la atraviesa justo por el centro, allí mismo han ubicado un parque empresarial que termina de destrozarla. ¡Mira que no habría lugares para crear un espacio industrial totalmente innecesario sin arrasar un espacio privilegiado que han ocupado con una montaña de estériles!

Río abajo encontramos la vega de Luerces y San Justo, tierras inmejorables para cualquier tipo de cultivo porque ofrecen un gran rendimiento. Ya hace años, el pueblo es sabio, que los vecinos de estas dos aldeas venían denunciando que, con las crecidas, el Narcea, a la altura de La Cabaña, si no se instalaba un buen dique de contención rompería el talud por dicho lugar para formar un nuevo cauce a través y por el centro de la vega hasta el pozo de La Isla, ya a la altura de Repolles, buscando el trazado antiguo. No se equivocaron, esta última avenida lo está demostrando: ya circula un curso de agua, un torrente, por el recorrido citado, arrasando todo lo que encuentra a su paso y, a la vez, dividiendo la vega en dos, dejando incomunicado el margen izquierdo y sembrando de piedras de aluvión las fincas que va inundando. Tres cuestiones vitales que, si no se corrigen de inmediato, extinguirán la agricultura en este entorno.

Lo triste es que esto ocurre por cabezonería de la Administración porque este era un final cantado. Sin embargo, se gastaron cantidades ingentes de dinero en dos obras demenciales e innecesarias que devastaron dos tramos importantes; cómo serán que los denominan «desastres». Uno de ellos es el de Corias, el otro se encuentra entre L'Apostal y el pozo La Isla. Tanto en uno como en el otro se ha creado un curso de agua desmesurado, de más de 300 metros de anchura, en donde exterminaron la vegetación de ribera, imprescindible para la supervivencia óptima de los peces. Naturalmente, como en tantas otras ocasiones, la obra urgente y primordial sufrió la suerte del olvido en beneficio de otras superfluas.

Pues ahora ya saben lo que tienen que hacer para que estos pueblos ribereños no prosigan despoblándose al perder sus terrenos más valiosos: proteger la vega urgentemente construyendo una escollera que solucione el problema. De lo contrario, cada vez que haya una crecida el río penetrará más y ahondará el nuevo cauce hasta adoptarlo como su recorrido definitivo.