Certera afirmación. Divide et impera (divide y vencerás), frase atribuida al emperador romano Julio César, resume la estrategia que la multinacional Astur Gold, para sacar tajada, empleó, utiliza y proseguirá empleando en el municipio de Tapia. Hace escasos años el clamor popular en el citado lugar estaba en contra de arruinar un espacio geográfico con título de sobresaliente. En la actualidad -gracias a las compras y, lo que es tristemente peor, a las ventas de voluntades, «férreas opiniones» y tránsfugas que no dimiten- han conseguido dividir la opinión ciudadana. Tal parece que los proyectos municipales los dirige esta sociedad canadiense que, por lo que taimadamente nos cuentan, se ha enamorado de este rincón del occidente astur y pretende, a toda costa, hacer ricos a sus habitantes creando infinidad (¿cuántos para los tapiegos?) de puestos de trabajo. Eso sí, a cualquier coste medioambiental.

No se equivoquen: lo que está sucediendo es un reflejo de lo que ocurrirá si permitimos la explotación minera de Salave. Han envenenado la convivencia, divide et impera, en el pueblo, el concejo y el Consistorio, y esto no es más que el preludio. Soy uno de los muchos convencidos de que jamás comenzarán los trabajos; aunque, si por desgracia llegan a hacerlo, estén seguros de que no les importará emponzoñar nuestro entorno al igual que hacen en todos los yacimientos auríferos del mundo. Ya sé que, de momento, les han negado el permiso de lixiviación con cianuro del mineral extraído y, por consiguiente, las balsas de cianuración. Tema que a ellos les importa un bledo porque saben que, a la hora de la verdad, comprarán más voluntades para adecuar las leyes a sus necesidades y el proyecto seguirá adelante con balsas mayores de 50 hectáreas y lo que haga falta.

En términos futbolísticos, desde los tiempos de Helenio Herrera, siempre se opinó que no hay mejor defensa que un buen ataque. No hay duda de que el equipo de psicólogos de Astur Gold cree en esta antigua táctica; por ello, en breve espacio de tiempo, ha fichado, para lavar la cara a la empresa, como asesores medioambientales, a dos pesos pesados del ecologismo universal y español. El último en ingresar en la nómina de dicha compañía aurífera ha sido Patrick Moore, cofundador de Greenpeace, que de pertenecer a esta agrupación entre las décadas setenta y ochenta del pasado siglo, ha completado un giro de ciento ochenta grados y, en la actualidad, defiende los intereses de cualquier empresa, por contaminante que ella sea, siempre que quede algo entre las uñas. En su etapa como presidente de la patronal de las granjas de salmón propuso disparar contra focas, leones marinos y osos. Además, acusado de crímenes sociales y destrucción ecológica, fue boicoteado por importantes fabricantes e industrias. Remi Parmentier fundador de Greenpeace Francia dice de él: «Es lamentable ver cómo Moore asume el papel de mercenario de todas las empresas y sectores enfrentados al movimiento ambiental. Le siguen pagando con la condición de que recuerde su paso por Greenpeace hace más de dos décadas».

Alianza entre dos grandes defensores de sus sueldos, no de la salud de la Tierra que, como todos sabemos, justificarán su presencia obviando criterios científicos. En noviembre de 2007 decía el presidente del FAPAS: «Asturias tiene una gran vocación minera y hay muchos intereses vinculados al mundo de la mina. Es normal que ellos (los mineros) luchen por que el carbón siga siendo el motor, pero nosotros somos una ONG que lucha por la conservación del medio ambiente». Interpreten esta declaración como quieran. Siempre han de llegar a la misma conclusión.

De los partidos políticos: Foro, PSOE y PP prefiero no hablar. Para qué, ya lo he hecho en varias ocasiones y tendría que morderme la lengua si lo hiciera. Sí debo mencionar, aunque no tengo el honor de conocerlo, a Manuel Jesús González, Cuco, hasta hace pocos días alcalde de Tapia, comprometido hasta la médula con el porvenir de sus vecinos. Notable ejemplo de coherencia y honradez al que, con la complacencia de los partidos mencionados anteriormente, la pinza organizada por Astur Gold a nivel de ayuntamiento ha obligado a dimitir. Sé que desde la oposición, por el bien del municipio, ha de continuar ejerciendo su rechazo a la mina.

Varias preguntas ingenuas: ¿Cuántos trabajadores del municipio se van a emplear en la mina? ¿Dónde y cómo las escombreras de estériles? ¿Traerán más mineral de otras latitudes? ¿En qué lugar se realizará el proceso de lixiviación con cianuro? Después de quince años, cuando cierre la explotación ¿en qué condiciones quedará el solar de Tapia? Ganadería, agricultura, pesca, turismo? ¿Qué pasará con estos sectores? Si alguien quiere conocer las respuestas, que se acerque a Boinás, Carlés o cualquier otra explotación aurífera; allí obtendrá la respuesta. Salta a la vista que apostar por la mina es atraer la ruina del occidente astur. Divide et impera.

¡ORO NO!